Lengua afilada. La expresión popular describe a la colección Lenguas Vivas que la Biblioteca Nacional, con producción del Museo del Libro y de la Lengua. Los primeros tres cuadernos afilan la mirada ante debates contemporáneos con una línea común de irreverencia. Claro, la idea salió de María Moreno, matriarca de las lenguas insumisas. Los textos se leen como un agujero en la idea de un sentido común, lo desarman para tejer otras tramas. “Ante la avanzada del ‘odio’ como discurso y como afecto predominante, no se trata de guarecerse en los territorios de la ley, la responsabilidad o el orden, sino por el contrario de aventurarse en las zonas de fractura y de disloque, de incomodidad y de irreverencia”, es un fragmento del texto de Luis Ignacio García que abre el cuaderno número 1, La babel del odio, Políticas de la lengua en el frente antifascista. Es programático, porque cada texto apuesta a sacudir los cimientos de la discusión para sacarla de su comodidad institucionalizada.
“No se trata de ser visibles ni incluides. Más bien de que las propias existencias y palabras pongan en tensión el campo de lo aceptado, que recuerden que lo que está en juego es menos un nuevo orden que el deseo de desorden. ¡Bienvenidas letritas de alarma!”, escribió María Pía López en “Elles nos tienen hartes”, texto del número 2, Antología degenerada. Una cartografía del lenguaje inclusivo, con selección y prólogo de la licenciada en letras y baterista de la banda punk Tranki Panki, Sofía de Mauro.
El cuaderno número 3 es Reunión: Lof Lauken Winkul Mapu. Puel Mapu, 2019. Es el relato colectivo sobre el asesinato de Rafael Nahuel y la resistencia de la comunidad que busca recuperar sus territorios ancestrales, en el marco del procedimiento que realiza Dani Zelko. En el posfacio de Moreno, Dani retoma las palabras de una integrante de la comunidad. “Pero en el momento en que corregimos juntos, leyendo en voz alta, cada una con una copia, ahí sentimos que de verdad este libro lo estábamos haciendo juntos”, le dijo. Y Dani agrega: “Las presentaciones fueron conmovedoras, ahí se comprueba la contundencia del libro como objeto político, con la intervención pública de la voz sonando”.
El Estado que persigue y construye a esa comunidad como “terrorista” tiene, en sus disputas y discontinuidades, otras facetas, siempre en tensión. Es justamente desde un Museo del Libro y de la Lengua donde estas lenguas insurrectas se despliegan en tres libros que se llaman cuadernos. Es Luis Ignacio García quien considera que “hay ahí toda una performance de lo estatal, que en la Argentina tiene eso, una tradición súper interesante para imaginar múltiples márgenes en los que lo estatal no es la figura de la norma, sino el espacio de una disputa”.
Los cuadernos se presentaron el fin de semana pasado en la Feria del Libro. La directora del Museo no pudo estar sentada en la mesa, aunque fue omnipresente. “Estoy sentado acá por una mala circunstancia porque esta silla debería estar ocupada por María Moreno, directora del Museo del Libro. Aprovecho para mandarle un feliz cumpleaños y una pronta recuperación”, dijo Esteban Bitesnik, curador del Museo.
Es que “esta colección la pensó María”. “Ya desde la palabra ‘cuadernos’ se aleja de la idea de libro y tiene una suerte de impronta punk. También cuaderno remite a la escuela primaria. Son tres antologías que tratan sobre debates del presente. Lo que tienen en común es que todos los autores están parando la oreja sobre problemáticas actuales con un fuerte carácter de denuncia y tratando de pensar en el otro”, describió Bitesnik.
Y lo que hacen evidente es el carácter político de la lengua, yendo más allá de los discursos ramplones que la sitúan en un limbo normativo, pero también de quienes la piensan como representación, como expresión de algo externo. La densidad de la lengua es política, su acción es performativa. Interrogar a la lengua, ubicarla en el centro de la vida de los movimientos sociales, de los feminismos, de las comunidades mapuches que recuperan sus territorios ancestrales.
El museo más punk
En la colección Lenguas Vivas, “las voces críticas, las lenguas disidentes y minoritarias resuenan sin un sistema de admisiones. No hay corrección del habla que pueda prescribirse con los criterios de un purismo idiomático”. Así se lee en la contratapa de cada volumen. El diseño de tapa de Daniela Carreira deja un agujero en el centro, donde pueden vislumbrarse fragmentos de textos, con diferentes tipografías, en una trama de palabras que contienen pero desbordan el contenido de cada cuaderno.
Que sea María Moreno la directora del Museo, y la impulsora de esta colección, es parte de una (disfrutable) anomalía. “No hay nada cristalizado para la lengua plebeya. Y cuando decide ocupar el estado, pasan cosas que están buenísimas”, dice García a Las12 y recuerda a Horacio González. “Toda la gestión del Horacio habilitó esa zona de negociación respecto de qué hacer con ciertas normas dominantes”. Es parte de una tradición que María Moreno, como corresponde, ocupa para desestabilizar. “Me parece que nuestra tradición de populismo vernáculo permite ser habitada por formas paradójicas de peronismos plebeyos, donde lo plebeyo realmente es algo que desborda al estado como verticalidad y ejercicio patriarcal del poder. La mera presencia de María Moreno está testimoniando eso”, agrega.
Tres libros que no están para ocupar estantes, sino para generar efectos, y que pueden leerse como un espiral: la lengua que nos habla, la lengua que queremos hablar, una construcción comunitaria del discurso, es una de las formas posibles de verlo. Porque si algo es patente, es cómo la lengua se hace en comunidad.
Y por eso la fecundidad de los cruces, los debates, la polifonía presente en los tres cuadernos, que plantean una disección de los desafíos contemporáneos desde un saber construido desde las revueltas.
Que debieron esperar, porque los libros estuvieron listos en 2020, pero recién estuvieron en la calle a principios de este año. “Lo cual era un problema, porque estábamos interviniendo en temas del presente”, cuenta Sofía de Mauro, compiladora de la Antología Degenerada.
¿El amor vence al odio?
El primer texto de toda la colección lo escribió García, responsable de la selección de textos de La Babel del Odio. Iba a limitarse a hacer el prólogo, pero terminó escribiendo un sustancioso ensayo. “Decir que los afectos resultan determinantes para la acción política no es abrir las compuertas del irracionalismo sino romper con la jerarquización entre intelecto y cuerpo de la política, y abrir una discusión sobre afectos democráticos y antidemocráticos, sobre otro cuerpo para la política que no escinda la palabra (siempre masculina) del cuerpo (siempre feminizado) de lo común”, se lee en la página 88 del cuaderno 1, para señalar que esos frentes de lucha discursiva contemporánea han sido abiertos por teóricas feministas como Judith Butler o Sara Ahmed, y por las militancias de género.
“Militancias que saben que la lucha contra el odio político no puede ejercerse desde la defensa reactiva de una racionalidad anterior, de la democracia anterior, esa racionalidad universalizante, esa democracia masculinista. No se combate la ‘posverdad’ desde la ‘verdad’ universal y desencarnada, sino desde las verdades situadas y ancladas en la territorialidad de los cuerpos; no se combate el ‘odio’ desde la neutralidad valorativa, sino desde una discursividad afectivamente implicada en la defensa de la democracia”, escribe García. La cita se hace más larga de lo recomendado para una nota periodística pero es que, al leer los cuadernos, son muchas las ideas que se subrayan.
Ante el espanto por las barbaridades que se escuchan en la radio y la televisión, ante la impotencia por la catarata de insultos que se leen en las redes sociales, se habilitan claves de lectura.
Como en el texto de Verónica Gago y Cecilia Palmiero, “Sacarle la lengua al neoliberalismo”. El artículo retoma la idea de un neoliberalismo “Frankestein”, de acción grotesca, como enumera: “enarbolamiento de fetos empalados, instalaciones de cementerios de fetos, muñecas de brujas quemadas, injurias extravagantes, troleo permanente en redes, periodistas bebiendo lavandina, tomas del Capitolio al estilo Halloween… los ejemplos se multiplican en su ridiculez trágica”, dice el texto, que recuerda la matriz violenta del neoliberalismo en América Latina, en un camino que va del “algo habrán hecho” al “hay que matarlos a todos”. El texto encuentra su núcleo al destacar que “los análisis feministas sobre el neoliberalismo contemporáneo enfatizan que es en el terreno de la reproducción social donde moralidad y explotación se anudan”.
A García le parece que ahí hay un núcleo, porque no es casual que los feminismos sean enemigos elegidos porlos discursos de odio. Y por eso, en su texto, sitúa que “el primer acto del gobierno de Mauricio Macri fue una declaración de principios interseccional: el encarcelamiento de Milagro Sala. Ella condensaba en su figura todo lo que un gobierno como el de la alianza Cambiemos venía a situar como residuo eliminable de lo social, en todos los órdenes interseccionales de su odio: negra, india, mujer, peronista”.
“La construcción del otro como objeto del odio extremo busca definir a determinadas personas como excedente social”, se lee en el anexo del texto de Roberto Jacoby y Syd Krochmalny, cuya intervención “Diarios del odio” está en la cimiente del libro. Textos polifónicos, como “en torno al odio, una conversación”, a dos y tres manos, forman parte del primer cuaderno, que resulta de una fecundidad –y urgencia- asombrosa. “Hay un problema específico con la irrupción de estas lenguas del odio, y que de alguna manera permiten articular una coyuntura muy específica, donde por un lado se da la emergencia de las nuevas derechas, que son los libertarios, uno de cuyos rasgos es ser en el lenguaje público e intervenir como una especie de nuevo planteo de reglas del debate público”, plantea García a Las12. Las redes sociales son el vehículo perfecto de ese espiral que logra, como dice el epígrafe de Víctor Klemperer, que el clima social vaya tolerando cada vez más violencia. “Las palabras pueden actuar como dosis de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no sufrir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce su efecto tóxico”, dijo este filólogo judío alemán, que sistematizó la lengua nazi.
Cómo degenerar la lengua
La argentina Delia Suardiaz fue una pionera en problematizar las marcas masculinas en la lengua castellana, en 1973. Así lo recupera Emmanuel Theumer en su texto “La voluntad de inclusión, preguntas, más preguntas”, que forma parte del Cuaderno 2, Antología Degenerada. Una cartografía del lenguaje inclusivo. En ese texto, el activista marica feminista postula un lenguaje incisivo.
“Si bien esta antología recoge textos que están problematizando el lenguaje inclusivo en tanto lenguaje incisivo, disruptivo, en realidad también son discursos y textos que ya estaban circulando. El que habla de lenguaje incisivo es del Ema Theumer, son ideas que habían circulado en relación al lenguaje inclusivo, lo cual no dejan de ser ideas que tensionan con el sentido común en relación a la normatividad de la lengua, pero también en relación a ciertos feminismos que no abogan por el uso de una x o de una e como una nueva estabilización de la lengua”, plantea Sofía de Mauro, la batera punk que también es licenciada en letras.
“Esta antología es una posibilidad entre otros, es un rejunte de cosas varias y por otro lado también arbitrarias por la selección que conlleva cualquier antología o cartografía”, le dice a Las12. Arbitraria, sí, pero con un sentido, el de incomodar, abandonar cualquier pretensión de normalidad. “Desarticular, de nuevo, dentro de los feminismos, las movidas pro lenguaje inclusivo que se preocupan más, o se preocupan demasiado por ver cómo se normativizan, ver cómo se escribe, muchos manuales, mucha prescripción”, se distancia De Mauro.
Los 16 textos de la Antología son de lo más degenerados: hay poesías, ensayos, cuentos, palabras para un caleidoscopio. “’Lo no binario’ no es solo un concepto/ Somos carne y huesos. Somos voces/ que ya no nos callamos.// Somos sangre, parecida a la que tiene/ tu lengua./ Somos lo que corta, lo que te hace dudar,// quizá aprender a amar de otra manera. Espero/ que eso sea posible.”, escribe Gabby de Cicco.
Cortar, sí, y hacer de la lengua incisiva una nueva forma de hablar, de amar, de hacer comunidad. Por eso, De Mauro subraya que “lo que menos importa es qué lugar nos da la Real Academia Española en el diccionario”. “Lo que nos importa es ver cómo la lengua no nos pertenece, y sí nos pertenece. Con el lenguaje inclusivo, o incisivo o el lenguaje cuidado como dice la María Moreno, se pone en el centro de discusión cómo hacemos la lengua”, asegura.
Es val flores quien plantea que “justamente, porque estamos en estado de convulsión de la lengua, es que no podemos dejar de interrogar los movimientos que esas irrupciones inscriben en la materialidad del lenguaje”.
“Por traducir tanto maltrato”
“Cuidar el territorio es cuidarnos a nosotros”, es una de las líneas de Reunión: Lof Lafken Winkul Mapu. Dani Zelko elige que su nombre desaparezca de la portada, y tampoco firma el pequeño texto en el que describe cómo se produjo el texto de la comunidad mapuche que “está recuperando su territorio y su conocimiento ancestral en lo que hoy se conoce como Argentina”. En esa tierra, el 25 de noviembre de 2017, fuerzas represivas del Estado asesinaron a Rafael Nahuel por la espalda. “Invito a sus integrantes a escribir un libro. Me hablan y escribo a mano todo lo que dicen. Nada se graba. No se hacen preguntas. Cada vez que hacen una pausa para inhalar, paso a la línea que sigue. Son diez personas que hacen sonar una voz colectiva”, describe Dani Zelko. Al día siguiente, imprimen el texto y lo leen en voz alta, tres veces, en una ronda de ocho troncos alrededor de un fuego. Cada persona tiene una copia y una lapicera. Corrigen, llegan a una versión final y mandan a imprimir. La mitad de los libros quedan en la comunidad, la otra mitad es distribuida por Reunión.
El relato del asesinato de Rafael Nahuel da paso a las acciones posteriores de las mujeres de la comunidad. "Llegó la policía, como siempre/ así que dijimos: ¿Para qué nos vamos a quedar acá?/ ‘¡Ya nos vamos, asesinos, ya nos vamos!’/ Se armó un pequeño enfrentamiento/ pero para nosotras no era nada/ teníamos tanto enojo que no teníamos miedo”, cuentan ante la escucha atenta de Dani, que registra con una lapicera. Fueron a la catedral y las quisieron echar, porque era un lugar sagrado. “¡Se la pasan pisoteando nuestros lugares sagrados/ ahora venimos a tomar el de ustedes!”, afirmaron y siguen: “Estábamos desesperadas por hablar/ por contar lo que estaba pasando/ por traducir tanto maltrato”.
La comunidad arenga que “volver a la tierra es posible. Nosotros somos la prueba de que es posible”. Es Soraya Maicoño, mujer mapuche, cantora y actriz, quien plantea “reencantémonos con quienes realmente somos”, y recuerda que “cuando el mapuche se levanta/ como cuando cualquier oprimido se levanta/ automáticamente se convierte en conflictivo”.
Esta reunión tuvo una primera edición, en 2019. Hacia allá fue Dani Zelko. “Es la primera vez que la comunidad cuenta, desde su propia voz, el asesinato de Rafael Nahuel”, cuenta Dani por teléfono, quien considera que este libro es una “demostración de trabajo en conjunto”. Lo hicieron junto a Soraya Maicoño, y con Lof Lafken Winkul Mapu, la comunidad que está recuperando sus territorios, “y cuando decimos territorio no estamos hablando solo tierra, recuperar el territorio significa para estas comunidades también reconstruir sus prácticas ceremoniales, su lengua, sus autoridades ancestrales, y todo a través de una forma de vida comunitaria política y espiritual, antigua y nueva”, puntualiza.
Dani llevaba a la comunidad el procedimiento de Reunión, que viene usando desde 2014. “Pero lo de corregir entre todos no lo sabía, nunca lo había pensado. Cuando terminamos de escribir yo me fui a dedo a Bariloche, pasé el texto manuscrito a la computadora, hice unas copias y volví para la comunidad. Cada persona recibió una copia y una lapicera. Nos volvimos a sentar alrededor del fuego, lo leímos en voz alta tres veces y cada persona pudo ir aportando sus correcciones y cambios hasta que llegamos a la versión final”, recordó.
En esa operación se fraguó lo colectivo. “Las comunidades están acostumbradas a que los 'ólogos', los escritores, los periodistas y los artistas nos vayamos con el material y tomemos las decisiones finales a solas, siempre fuera del territorio y lejos de las personas que aportan su voz. En este caso Winkul ya me había dicho que para ellos era fundamental que el momento de escritura sea en su territorio. Y yo pensé que las decisiones formales y las correcciones finales de este libro también tenían que ser en ese territorio”, relató Dani. “Fue fundamental, porque esta comunidad está sosteniendo una de las lucha más trascendentes que están sucediendo en lo que hoy se conoce como Argentina, tanto en términos políticos, territoriales, como espirituales. Y por eso mismo, la comunidad sabe que debe tener el cuidado para discernir qué es lo que queda hacia dentro de la comunidad y de su pueblo, y qué es lo que se puede sacar para afuera.
No fue fácil aceptar el convite. “Publicar con la Biblioteca Nacional implicó muchas conversaciones entre la comunidad, Soraya y yo. Hubo contradicciones, como en todo el proceso. Pero las contradicciones, que se suelen querer negar o eludir, en general traen una información clave que nos ayuda a seguir, son contradicciones maestras. Y sinceramente, decidimos hacerlo porque la invitación venía de María Moreno. No se me ocurre otra manera por la que hubiéramos hecho una alianza con una institución del Estado”.
El libro tuvo una primera edición de mil copias. La mitad quedó para la comunidad. “Era solo la voz de Winkul Mapu y de Soraya”. Al ver que tenía buena circulación decidieron hacer dos ediciones ampliadas, una que circuló solo en territorio mapuche y otra que es para afuera, que es la que hoy forma parte de la Colección Lenguas Vivas. “Fue una decisión importante, una estrategia de circulación que permitía ir un paso más en el sueño político que el libro tenía dentro de territorio Mapuche y afuera. Obviamente, la edición interna es distribuída por la comunidad y no cuenta con las voces de ninguna institución ni ningune blanque. Y por cada copia que sale afuera se imprime una copia para dentro, siempre es mitad y mitad”, aclara Dani.
El libro “va haciendo su camino” sigue el artista, quien apunta que “no tiene por qué ser una autopista. Este libro es como una naciente del que salen varios ríos, algunos de esos ríos son las ediciones que quedan en territorio mapuche y algunos otros ríos son estas ediciones que cuentan con algunas personas que no son mapuche y que tienen la intención a aportar a que esta lucha sea reconocida, que enseñe a otras disputas, que de herramientas para quienes quieren acompañar”, plantea Dani, quien decidió junto a María que se trataba de hacer “una especie de poxirrán de almas entre luchas que están sucediendo porque ninguna lucha sola puede. Hay que ir buscando estrategias de retroalimentación y aprendizaje mutuo”.
En esta Reunión ampliada hablan Elizabeth Gómez Alcorta, como abogada antes de ser ministra de Mujeres; Claudia Briones, Marie Bardet, quien recupera la potencia del enojo, al decir: “ellas se toman el tiempo y el trabajo/ de buscar el gesto que esté a la altura de su enojo” y también señala que "hasta hace poco era impensable/ para una gran parte de las genealogías intelectuales y políticas entre las que crecimos/ que una insurrección pueda tener una orientación emancipadora/ reivindicando una dimensión sagrada/ o mejor dicho/ una espiritualidad política.". Pilar Calveiro, por su parte, analiza que “poner por delante la escucha es poner por delante al otro,/ la escucha/ es indispensable/ para construir otras formas de vida”.
En el posfacio, es la misma María Moreno la que vincula a Manuel Puig y Rodolfo Walsh con Dani Zelko, a quien considera su “hermane menor”. “Sabemos que lo que queda por escrito de ese encuentro es lo que sucede en ese momento en que los cuerpos están juntos”, le dice Dani a María en el posfacio.
Y esa afirmación dialoga con un texto de la Antología Degenerada, cuando Mara Glozman escribe: “Hay un lazo sensible entre las formas de la vida y las formas del decir. Las palabras son cuerpo y llegan al cuerpo: pueden producir escalofríos, dejarnos sin voz, pueden tocar quién sabe qué puntos oscuros o dulces de alguna de las capas que nos habitan”. Esas lenguas, las que hacen cuerpo, son las que atraviesan una colección tan viva como su nombre.