"Si un árbol cae en un bosque/ Y nadie está cerca para oírlo/ ¿Hace ruido?" Kóan del budismo zen

¿Qué es un kóan? Es una sentencia que le dirige el maestro Zen a sus alumnos para que encuentren una respuesta. La particularidad es que no es una respuesta razonada o racional la que busca el maestro zen, sino que busca en los discípulos algo así como un “despertar”, una respuesta distinta, un saber de otro orden.

Kóan es un término japonés, que deriva del chino. Parece un problema por el absurdo, una aporía, algo ilógico, e incluso algo banal. Implica un desligamiento del pensamiento racional para alcanzar un “sentido más elevado” que va más allá del sentido literal de las palabras. He recurrido para poder despejar estos asuntos a la a veces denostada Wikipedia por todos usada.

Si leyésemos el kóan metafóricamente podríamos significar el árbol de múltiples maneras no difíciles de discernir y cada uno sería capaz de estar ya pensando en algún significado, pero no es la cuestión porque en este caso la metáfora sería una búsqueda de sentido más, que es justamente lo que el maestro zen trata de cuestionar. Aunque tampoco es cuestionable si alguno lo piensa metafóricamente. Corre por su cuenta.

No se trata en el kóan de un acertijo, de una adivinanza, de una especie de juego intelectual, ni siquiera de un enigma. Quizás para avanzar podamos comparar el tipo de enseñanza que imparte un profesor o un maestro por estos lares occidentales siguiendo una lógica, paso a paso, que es la manera de aprender de un alumno, siguiendo esa lógica. Por su parte, el maestro zen le plantea al alumno una exigencia, un salto a un conocimiento inmediato obtenido por sí mismo. O sea, los kóan no se resuelven teniendo en cuenta el enunciado o siguiendo un análisis racional del problema.

Desde ese punto de vista podría decirse que no tienen resolución. Más bien implican una creación, una idea nueva, distinta. En el conocido ejemplo de Hakuin Ekaku “Dos manos aplauden y hay un sonido. ¿Cuál es el sonido de una mano?”, Víctor Hori comenta: “Al principio, el monje piensa primero que un kōan es un objeto inerte sobre el que enfocar la atención; tras un largo período de repetición consecutiva, se da cuenta de que el kōan también es una actividad dinámica: la actividad misma de buscar una respuesta al kōan. Así que el kōan es tanto el objeto que se busca como la búsqueda implacable de sí mismo (el recorrido). En un kōan, el yo contempla al yo no directamente, sino bajo la apariencia del kōan... Cuando uno se da cuenta (“hace realidad”) esta identidad entonces las dos manos se han convertido en una. El practicante se convierte en el kōan que él o ella está tratando de entender. Ese es el sonido de una mano”.

En el psicoanálisis no todas las intervenciones son interpretaciones de sentido, semánticas. Este tipo de pregunta, como es el kóan, se corresponde con una pragmática de las intervenciones que no apuntan al sentido, sino a un real imposible que confronta al sujeto con una elección en la que debe elegir sí o sí.

Escuché hablar de un caso de una mujer anoréxica, que quería mantener su vientre plano, pero que también tenía el deseo de tener un niño o niña, entonces lo que se le planteó fue la alternativa, simple por lo demás, dos opciones: o vientre plano o un hijo/a. No se trataba de interpretar allí, que si quería esto, que si quería aquello, o cuál era el motivo. No tenía importancia. La opción sí.

*Psicoanalista. [email protected]