El senador del Frente Amplio (FA), Óscar Andrade, luce sereno con su inseparable equipo de mate a cuestas. Sin embargo, apenas se prende el grabador, Andrade dispara palabras casi sin respirar contra el gobierno de Luis Lacalle Pou y su matriz conservadora. En diálogo con Página/12, Andrade realizó un diagnóstico positivo de los resultados del referéndum sobre la Ley de Urgente Consideración (LUC) del 27 de marzo, un desenlace muy parejo que "dejó al movimiento popular de pie". Antes de participar de una actividad cultural en la Casa de la Amistad Argentino Cubana, el exsecretario general del sindicato uruguayo de la construcción llamó a "reformular el papel de los trabajadores" y advirtió que el crecimiento récord de la economía local "tiene a la mayoría del pueblo con la ñata contra el vidrio".
- ¿Qué balance realiza del resultado del referéndum de la LUC?
- La mesa política del FA se reunió al otro día del referéndum y decidió que la construcción del balance hay que hacerla de abajo para arriba, tratando de entender lo que pasó en cada localidad. La primera señal es que no llegamos al objetivo, y el efecto jurídico es que quedan normas muy regresivas desde el punto de vista de los derechos y la soberanía nacional. Por otro lado, no podés quedarte solamente con ese momento de la película. En condiciones muy adversas es imposible no incorporar a la reflexión que se lograron 800 mil firmas para habilitar un cauce democrático en apenas seis meses de campaña. Un 35 por ciento del padrón electoral uruguayo, en plena pandemia y contra los derechos civiles recortados, es un montón.
- ¿Costó enfrentar al aparato comunicacional del gobierno?
- La campaña no solamente tuvo insuficiencia de recursos, sino que además sufrió un blindaje mediático como pocas veces en la historia del país. Hay un estudio que hizo la Universidad de la República acerca del tiempo ofrecido en los informativos centrales a la opción de sostener la norma y la opción de anularla, y la primera más que lo duplicaba. El presidente Lacalle Pou, en una posición muy polémica desde el punto de vista de la posibilidad constitucional, se sumó a la campaña por el NO. Existieron dificultades económicas para trasladar compañeros de un departamento a otro, sumado a una actitud insólita de la Corte Electoral que por decisión burocrática trabó la inscripción al padrón de más de 25 mil jóvenes que tenían solicitada la credencial, en una franja etaria donde la opción del SI más que duplicó a la opción del NO. Con todo eso junto, el resultado fue muy parejo y dejó al movimiento popular de pie.
- Uruguay está experimentando un crecimiento récord de su economía. ¿El gobierno está analizando cómo volcar ese crecimiento a la población?
- Hasta ahora lo que vemos es al revés. El gobierno apunta a la concentración: desde el punto de vista de las exoneraciones tributarias que fueron dirigidas a los que tienen más de dos mil hectáreas, o de la rebaja salarial indiscriminada aún en los sectores más favorecidos. Esa tensión social hoy se ve en la calle. Creo que ya no es solo un problema de la voluntad del gobierno, sino que las correlaciones de fuerza que se expresaron en el referéndum tienen que ver con un movimiento popular que está pidiendo cancha. Tengo muchas dudas de si van a lograr poner arriba de la mesa los votos para aprobar la libertad de los represores en el Parlamento. O dar luz verde a una ley de medios que concentra básicamente los medios en tres grandes corporaciones y debilita mucho a la empresa pública.
- La principal central sindical del país le propuso a Lacalle Pou, entre otras medidas, aumentar el impuesto al patrimonio. ¿Es un proyecto viable?
- El impuesto al patrimonio es el que tiene mayor nivel de exoneración, o sea, de todos los impuestos es el único en el que la mitad de lo que debería gravarse se exonera. No hay duda que los cambios que se necesitan requieren participación de los que están levantándola en pala. El cambio se da vía mejora de los salarios, o vía modificaciones tributarias. Una buena parte de la población no precisa estar graduada en Harvard para ver que hay crecimiento económico, se batieron récords de exportaciones y ramas de actividad que están creciendo como nunca antes, mientras bajan los salarios y las jubilaciones y cuesta llegar a fin de mes. La fiesta tiene a la mayoría del pueblo uruguayo con la ñata contra el vidrio.
- Usted dijo recientemente que es "poco democrático" lo que sufren algunos trabajadores afiliados a los sindicatos en Uruguay. ¿A qué se refería exactamente?
- En muchas ramas del trabajo la actividad sindical sigue siendo clandestina. Organizar sindicatos en la zafra del citrus es muy complicado. Y en el arroz igual, en la forestación y en algunos frigoríficos del interior pasa más o menos parecido. El problema es que el sindicalismo no es noticia cuando está débil. Es noticia cuando hay un conflicto y ese conflicto es impopular. Es muy común que si hoy en día hay un paro de transporte, arranque el informativo preguntándole al vecino que está en la parada esperando hace una hora qué opina de esa medida. Eso va generando una lógica muy sistemática, que ubica casi como una acción delictiva a la acción sindical. Tenemos que reformular el papel de los trabajadores. Es más difícil pasar por arriba de una transformación ahí donde los trabajadores están organizados y empoderados.
- En las últimas presidenciales el FA perdió por muy poco. ¿Qué fue lo que le faltó y debería incorporar de cara a 2024?
- Es múltiple la explicación. Primero el periodo de 2014 en adelante fue un período de muy lento crecimiento. Nos tocó un fenómeno donde Argentina y Brasil entran en recesión, y eso históricamente se lleva puesto a Uruguay. Hubo un determinado malestar social porque los indicadores de mejora fueron más lentos. Y ahí no lograste explicar que en ese escenario defender el salario y que logre mejoras aunque sea tímidas tiene un valor mucho más alto, porque estás en un escenario de tensión mucho más fuerte. Un segundo elemento es una deriva hacia la institucionalización de la izquierda. Después de 15 años en el gobierno, los principales cuadros de la izquierda estuvieron vinculados al Estado y no a los movimientos sociales. Y cuando ves todos los problemas desde la institucionalidad, hay una parte de la realidad que te la perdés. El gobierno se terminó un poco tragando al partido.
- En Argentina, al Frente de Todos le cuesta acordar en temas centrales como el rumbo económico del país. ¿Cómo hace el FA para conciliar distintas visiones sin que todo explote por el aire?
- El FA tampoco tiene unanimidad, pero me parece que hay algunas razones que son históricas. El FA nunca fue solo una coalición de partidos políticos: tiene la particularidad de que la mitad de su dirección se elige en los comités de barrio. O sea, son tan importantes los partidos para tener representación parlamentaria como la vecina que se junta en el barrio a discutir. Hoy con la recolección de firmas y el referéndum se generó un nuevo consenso: nadie discute la importancia de las bases. Uno puede enojarse y discutir, pero la unidad tiene un carácter no solamente teórico, sino que es asumido como un principio para la militancia del campo popular.
- ¿Cómo analiza esta nueva oleada de gobiernos progresistas en la región?
- Hay un proceso muy positivo. Ojalá logre consolidarse lo de Gustavo Petro en Colombia. Junto con lo de Chile, la recuperación de Bolivia y la posibilidad del retorno de Lula en Brasil, sería un cambio de panorama muy importante. Con la oleada previa sumamos un montón de escenarios fundamentales como la Unasur, en términos de integración política sin la subordinación a los Estados Unidos. Pero en integración económica, cultural y de infraestructura avanzamos muy poco. Tener gobiernos con agendas contrarias al neoliberalismo y a la agenda dominante es clave, sabiendo desde la experiencia que los gobiernos no son todo el poder, y que hay una parte del poder que no compite en las elecciones.