Por dos textos, que supuse debería olvidar, tomo conocimiento de una compleja intervención de Freud. Puede leerse que se trata de un breve intercambio, en el que sucede un efecto terapéutico.

Los protagonista son Richard Tauber, la todavía Diana Napier y, claro está, Sigmund Freud. Más adelante entrará en escena Kurt Eissler.

Tauber había nacido en Austria, en 1891. De su infancia sabemos que se crió en un hogar de artistas y que su padre, de origen judío y convertido a los ritos católicos, lo quería sacerdote. El hijo, que anhelaba ser cantante, alcanzó los escenarios luego de algún fracaso y arduos años de estudios. Para 1936 había logrado una carrera internacional. También se había casado y divorciado, había convivido con una mujer a la que elevó en su musa y había conocido a quien sería su futura esposa.

La creciente carrera de Tauber le había permitido filmar algunos musicales en Londres. Durante un estreno, en abril de 1935, conoce a la actriz Diana Napier, con quien se casaría el 20 de junio del año siguiente. Entre estas fechas sucede un evento; Tauber se encuentra impotente.

Décadas más tarde, Diana Napier, para entonces viuda de Richard, es entrevistada. La convoca Kurt Eissler, quien se encuentra recopilando testimonios de aquellos que conocieron a Freud… y Diana ha tenido un contacto, algo desacostumbrado, con el Profesor. También será desacostumbrada la entrevista: si bien Eissler adoptaba casi un protocolo al grabar cada testimonio, ella no acepta la propuesta. Entonces se consigna por escrito lo obtenido.

Diana relata que por 1936, una vez localizada la impotencia, Richard Tauber consulta con Freud. Se logran dos encuentros. Luego Freud se comunica con Diana.

Se trata de un llamado telefónico. Esto es una pequeña rareza. Quienes trataron con Freud han testimoniado que casi no usaba el teléfono y que prefería las notas o las cartas o los encuentros.

Durante el llamado, Freud le solicita a Diana tener una entrevista. Ella rechaza el pedido, argumentando que todavía no se ha casado con Richard y que viaja a Suiza al día siguiente. Ante la negativa, Freud hace uso de la oportunidad que brinda esta comunicación. Dice:

-Voy a darte un consejo. Dile que no te gustan las relaciones sexuales… recházalas. Dejará de pensar en sí mismo y será más potente.

Diana pondrá en práctica el consejo… y Richard será potente.

Eissler, quizá asombrado por el relato, indica con admiración:

-¡Freud ha logrado esto con dos sesiones y una conversación telefónica!

Y Diana exclama:

-No ¡Lo he logrado yo!

 

*Psicoanalista. Miembro de la EOL y AMP.