“Argentina fue uno de los primeros en crear el populismo, con Perón y Evita. Tal vez seamos uno de los primeros en erradicarlo. Lamentablemente lo hemos exportado al mundo y está siendo muy contagioso”, señaló Macri con su clásico rostro inmutable.
No es nuevo este mecanismo en la tradición histórica argentina de las derechas. Emparentar con metáforas típicas del lenguaje clínico experiencias sociales y políticas inherentes al campo popular, nacional y democrático. Pues a las enfermedades se las erradica. No a la historia de un pueblo.
Hace poco tiempo el tuitero Fernando Iglesias, también perteneciente al espacio Juntos por el Cambio, decía en sus redes (¿dónde más?) que el peronismo es un “virus estatal mafioso”. O veíamos al “periodista” Etchecopar expresando: “Cristina es el cáncer de la Argentina”.
Entonces: “erradicar”, “contagioso”, “virus”, “cáncer”, y tantos más, construcciones discursivas cargadas de simbolismo que abonan al odio visceral. Porque sin odio al otro, las derechas no pueden gobernar. Podríamos decir que Macri, sus tuiteros y voceros mediáticos erigen constantemente discursos de odio, por caso, en los términos que se expresara oportunamente el Relator Especial sobre libertad de expresión de las Naciones Unidas. Esto es: expresiones que incitan a la hostilidad y/o violencia.
En nuestro país hemos escuchado reiteradas veces, sobre todo a los sommeliers del Estado de Derecho reclamar por una supuesta falta de libertad de expresión. ¿Existe mayor libertad de expresión que la de acudir muy cómodamente a construcciones discursivas típicas del combate a las enfermedades para denostar procesos políticos verdaderamente transformadores? ¿Se puede tan libremente “erradicar”, cual enfermedad, el capítulo de la historia argentina con la mayor conquista de derechos para las grandes mayorías?
Macri y sus voceros no se conforman con habernos llevado con sus políticas a la deuda más grande de la que tengamos memoria, condenando a generaciones enteras a ataduras externas. Tampoco se conforman con haber desguazado nuestras industrias o empobrecido a nuestro pueblo. Ahora van también por nuestras banderas. Y a ellas pretenden erradicarlas, “extirparlas”, para usar el enfoque de ellos.
No nos dejemos engañar con los discursos de odio de las derechas (viejas y nuevas; perfumadas y despeinadas). El objetivo es idéntico e histórico: incrementar la violencia hacia los otros y luego arrasar. Pero la noticia es desalentadora para Macri: el amor siempre se esparce más rápido que el odio. Y contra esto no hay vacuna, valga la metáfora.