El prestigioso biólogo molecular del Conicet Alberto Kornblihtt presentó su libro “No, no está bien. Está mal. Una pasión argentina por la ciencia (y por el arte y la política)” en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Con un panel de lujo, compuesto por la viróloga Andrea Gamarnik y por el escritor y crítico literario Noé Jitrik, conversó acerca de la publicación realizada por Editorial Sudamericana (Penguin Random House) que retrata su vida y su obra. 

El libro tiene como puntapié la discusión que Kornblihtt tuvo en 2018 con la senadora Silvia Elías de Pérez, en el marco de las audiencias públicas previas al debate en el Congreso de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, para luego echar luz sobre un relato que recorre las razones y pasiones de uno de los científicos argentinos más relevantes de este siglo.

“Yo quería hacer un compendio de artículos que previamente habían sido publicados y quizás sumar algunos nuevos. Entonces empecé a trabajar en un montón de aristas diferentes de mi vida. Siempre me gustó escribir, estoy atravesado por las palabras”, inició su discurso Alberto Kornblihtt. Y sostuvo: “Si bien el libro comienza con mi entredicho con Elías de Pérez, sirve como una excusa que después empuja a trabajar con otros temas”.

En 2018, su frase “No, no está bien. Está mal” tuvo tanto eco que, incluso, se convirtió en meme y titula el libro presentado que pinta de cuerpo entero al científico. En la primera parte, “Sobre el aborto”, el autor expone con argumentos bien calibrados la defensa del derecho de las mujeres a disponer de su propio cuerpo; luego, en “Una novela familiar”, abre las puertas de su infancia y cuenta absolutamente todo; fenómeno que se potencia en el tercer apartado “Confesiones y cartas no despachadas”, en que, precisamente, confiesa lo inconfesable y con este movimiento barre de un plumazo cualquier vestigio de sacralidad con la que el sentido común suele adornar a los científicos. 

En la cuarta parte, “Heredarás el viento”, recupera la compostura y hace gala de su faceta como divulgador: desde el relato de los primeros instantes de vida en la Tierra, pasando por el descubrimiento de la estructura del ADN hasta su posicionamiento político con respecto al determinismo genético de este siglo. Por último, en “Escritos rebeldes”, se incluye un puñado de textos que Kornblihtt ensayó, motivado por su juventud y primera adultez comunista, y que remata con una crítica actual y todavía vigente al gobierno macrista.

A su turno, la viróloga Andrea Gamarnik admitió: “A Alberto lo admiro profundamente. Admiro su trabajo, su trayectoria, su generosidad, su compromiso. Ha formado una escuela de ciencia en Argentina y eso es política”. Luego reveló: “Quiero decir que leí el libro mientras trabajábamos en el tema de las vacunas, cuando recién comenzaba la inoculación masiva en Argentina. Noche y día, iba de mi casa al laboratorio, del laboratorio a mi casa, sin respiro. Por eso, cuando me llegó este material lo leí con muchísimo entusiasmo, me fascinó tanto que lo terminé en dos días, me hizo viajar a otros tiempos”.

Con elocuencia, el escritor Noé Jitrik aportó lo siguiente: “Lo primero que inquieta del libro es que siendo un hombre de ciencia, campo en el cual la escritura es instrumental, este autor va más allá. Trae nuevos aprendizajes, limpidez de la prosa, deseo de transmitir, voluntad de difundir con claridad, características que en el discurso científico no abundan tanto. No es que sea divulgador, sino que le sale natural, por costumbre literaria”. Desde esta perspectiva, completó su mirada respecto del material elaborado por un científico fuera de serie: “En su libro, Kornblihtt exhibe cómo fue alimentado por la lengua: ha mostrado que el cine, la música, el arte afectan el ciclo político de una sociedad”.

Pasiones que humanizan

Premios y distinciones de todos los colores recubren la trayectoria profesional de Alberto Kornblihtt. No por casualidad recibió en 2011 el calificativo de “Messi de la ciencia” del propio Adrián Paenza. Sin embargo, la ciencia es solo una faceta. Así lo interpretó Gamarnik: “El libro me hizo conocer Albertos que no conocía. El Alberto extremadamente sensible, el poeta, el artista; otros perfiles que me conmovieron. Al mismo tiempo, su trabajo aniquila la imagen que tiene la gente de los científicos. Somos muchos los que tenemos otras pasiones, la diferencia es que él se animó a contar las propias”.

El texto tiene la virtud de representar la humanidad de un investigador y docente de renombre. ¿Y qué mejor manera de representar la humanidad que a partir de las pasiones? Su racionalidad se combina con una irracionalidad marcada: su atracción por la música, su obsesión por el cine, su maravilla por la literatura. En No, no está bien. Está mal exhibe una curiosidad a prueba de balas; es que Kornblihtt es un excelente docente, pero sin dudas es mejor alumno. De aquí su frase: “Lo que más me aterra de mi muerte es que dejaré de aprender”: la muerte como punto final a la aventura del conocimiento.

“El autor es una de esas personas que no se advierten en todos lados del mundo. Es un producto típico, de lo mejor que podemos pensar como modo de ser deseable. Una luminosa presencia en un instante en el que país navega por mares oscuros, luchando contra la pandemia y peleando contra la vulgaridad aparece este libro, que no nos puede dejar indiferentes”, destacó Jitrik.

Lo político: entender para decidir

En el encuentro también hubo tiempo para describir el costado político de Kornblihtt: un hombre de reflexión, pero también de acción. Un hombre que escoge las palabras con puntería porque comprende, quizás como nadie, que los discursos también producen efectos. “En muchos pasajes del libro nos dice lo importante que es comunicar, nos cuenta que cualquier investigación científica, incluso la que parece más compleja, se puede explicar sencillamente. Muestra su pasión por enseñar y por aprender. Aprender a pensar, a razonar, entender algo también es un acto político. Porque entender brinda la capacidad de elegir, de decidir”, reflexionó Gamarnik.

Hacia el final, Kornblihtt leyó un fragmento de Escritos rebeldes, el último apartado de su obra: “Yo no amo la política sino lo político, o sea, la cosa política, el adjetivo. Dejando de lado la obviedad de diferenciar lo político de lo partidista, toda decisión, toda opinión tiene connotaciones políticas que remiten a una concepción del mundo y de la sociedad. Tanto la toma como la no toma de posiciones son hechos políticos. Votar es tan político como abstenerse y hasta un acto supuestamente tan individualista como el suicidio es un hecho político. Se demoniza a la universidad pública porque allí se hace política. ¿Qué otra cosa podría hacerse en un sitio donde se investiga y se genera conocimiento?”