El resplandor que produce en los lectores el paisaje afectivo que despliegan las editoriales pequeñas y medianas es como una epifanía que abona la posibilidad de poner palabras a la penumbra económica y cultural del presente. Explota la VI Feria de Editores –que se realizará del 9 al 11 de junio de 15 a 20 en Santos4040 con entrada libre y gratuita– con un total 140 expositores –115 de Argentina y 25 de Uruguay, Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador y España– y diversas actividades. Habrá charlas con escritores y firmarán ejemplares Gabriela Cabezón Cámara, Julián López, Mariano Quirós, Inés Acevedo, Carla Maliandi, Ariel Idez, Tomás Downey, Martín Felipe Castagnet, María Luque, Raquel Franco y Matías Alinovi. También se exhibirá la muestra del reconocido fotógrafo Daniel Merle, 40 años en 24 fotos, curada por Pamela Ghisla y Alejandra López, y el cierre imperdible llegará con Luis Gusmán, entrevistado por Eduardo Grüner. Explota este encuentro que genera un ida y vuelta intenso entre los lectores y editores de los sellos que participan, como Adriana Hidalgo, Eterna Cadencia, El cuenco de plata, Interzona, Entropía, Godot, Mardulce, Caja Negra, La Bestia Equilátera, Beatriz Viterbo, Bajo la luna, Mansalva, Fiordo, Alto Pogo, Gourmet musical, Sigilo, Mil botellas, Blatt & Ríos, Excursiones, Sigilo, Marciana, Dobra Robota, Limonero, Pequeño Editor, Momofuku, Paisanita Editora, Conejos, Añosluz, Gog & Magog, Evaristo, Caballo negro (Córdoba), Gato Gordo (Tucumán), Larvas marcianas (Santiago del Estero), Almadegoma (Jujuy), Criaturas (Uruguay), Hueders (Chile), Cuneta (Chile), Overol (Chile) y Narrativa punto y aparte (Chile), entre otras.
“Cargar cajas de libros es nuestro destino”, bromea el escritor y editor Marcos Almada de Alto Pogo, editorial que empezó a publicar en 2013 textos inéditos en cuentos, novelas y poesía. El mismo destino comparten Leandro Donozo, creador de Gourmet musical, un sello especializado en música que empezó en 2005; y Salvador Cristófaro, editor de Fiordo, sello que lanzó su primer libro en 2012 y tiene un pequeño best seller con la novela Stoner de John Williams, que lleva vendidos más de 10.000 ejemplares. “Desde el título ya proponemos algo diferente. Esta es una Feria de Editores, no es una feria del libro. La mayoría de los editores estamos vendiendo en los stands y podemos hablar desde un lugar mucho más cercano para recomendar nuestros libros”, plantea Cristófaro en la entrevista con PáginaI12.
–¿Por qué se ha consolidado la Feria de Editores?
Leandro Donozo: –Hubo un crecimiento en la cantidad de editoriales independientes pequeñas con catálogos muy interesantes que te ofrecen una alternativa de buena calidad. De la mano de eso hay una consolidación de un público que entiende a esas editoriales y esos criterios y busca otro tipo de libros, que a veces no son tan fáciles de ubicar en los circuitos tradicionales. Para mí la característica de esta Feria es la conformación de un público que viene a buscar los libros de nuestras editoriales porque las conoce. Cuando estás en la Feria del Libro grande pasan un millón de personas, pero el noventa y pico por ciento va a buscar otros libros porque en esa Feria hay muchísimas cosas, muchos tipos de libros muy diferentes, muchos públicos. Nadie va a Chacarita un domingo a las cinco de la tarde si no sabe lo que va a buscar. No pasa de casualidad.
Marcos Almada: –Estamos los editores y vienen los escritores también. Se da una sinergia interesante. La Feria de Editores viene a cubrir algo que ya está pasando hace rato y es la cantidad de sellos editoriales que hay. En un censo medio virtual, hay alrededor de 1000 sellos editoriales, y crecen cada vez más en todo el país. Nuestra Feria viene a armar una curaduría distinta, que está cuidando al lector ofreciéndole material con una cosmovisión diferente. No le pedimos a los colegios que manden chicos para que vengan a recorrer la Feria, para después decir cuánta cantidad de gente vino. El éxito de una Feria es cuántos libros se venden, no cuánta gente va.
L. D.: –Más que una feria de venta, la Feria de Editores es una feria de contacto porque la gente no solamente viene a comprar, sino a charlar. Es un campo de prueba del libro porque me pongo a charlar con el que viene a comprarme un libro y me entero que tiene varios más de la editorial y ahí averiguo cómo se reciben los libros, qué le interesó o no le gustó.
M. A.: –Nosotros mismos somos también compradores de libros para leer. Esta es una feria que ha ido creciendo paulatinamente y que me animaría a decir que casi no tiene techo, en el sentido de que puede expandirse a nivel nacional y en el exterior. Hay otros mercados por abrir.
L. D.: –Me parece que las ferias son complementarias. No va una en contra de la otra.
Salvador Cristófaro: –Hay que dejar de pensar en términos de contraferia.
–Pero hace diez años muchas editoriales pequeñas no estaban en la Feria y sí estaban en la FLIA.
M. A.: –Yo vi el crecimiento de la FLIA, pero es otro tipo de público, de editoriales y de edición. Me parece que la FLIA posibilitó que hoy exista la Feria de Editores. No tiene sentido pelearle terreno a la Feria de Buenos Aires porque nosotros participamos de esa feria y nos gusta estar ahí.
–Para visibilizar a las pequeñas editoriales todos los espacios ayudan, aunque el ámbito de la feria grande quizá no sea el más hospitalario.
M. A.: –Estar en la Feria de Buenos Aires, una de las más importantes de Latinoamérica, nos ha dado a todos mucha ganancia, quizá menos económica, pero sí más visibilidad.
–¿Cómo están atravesando este tiempo de ajuste y de inflación que aqueja a todo el sector productivo argentino?
M. A.: –Los insumos aumentaron, las imprentas aumentaron, el libro sale más caro hoy que el año pasado. A título personal y como integrante de La Coop, nosotros vendimos más libros en la feria grande, pero eso no significa que ganamos más plata porque si fuera otra la situación económica, seguramente hubiésemos recuperado más dinero. No estamos viviendo un buen momento, estamos todos sufriendo para sacar un libro. Pero también somos un sector que arriesga, que a veces va a pérdida, en comparación a otros que tienen una situación más holgada para arriesgar y si pierden no pasa nada porque recuperan con otros libros.
S. C.: –Las ferias, que ahora hay un montón, nos ayudan a las editoriales de nuestra escala a estar más solventes económicamente durante el año. Con las ferias salís hecho o ganás un poco más de plata y eso te permite sostener el esquema anual.
L. D.: –Hay que entender los tiempos del libro. El autor se pasa años escribiendo un libro, después viene el proceso de edición, que puede ser meses o, en mi caso particular, años de diseñar el libro y corregirlo. Ahí uno lo manda a la imprenta, le paga a la imprenta y lo manda a las librerías en consignación, lo que quiere decir que hay que esperar que la librería lo venda. Después la librería le informa a la distribuidora que lo vendió, le paga a la distribuidora, que te informa y le facturás a la distribuidora, que te paga a noventa días. Cuando uno tiene un catálogo más grande, las librerías, que tienen un espacio reducido, no pueden tener todos tus libros; entonces la circulación del libro es complicada y los tiempos son largos. La economía del libro, cuando la ves desde el punto de vista estrictamente económico, es ridícula.
M. A.: –Este tipo de momento económico nos da la posibilidad de buscar la manera alternativa de trabajar y no bajar la persiana y dedicarnos a otra cosa. Muchos de nosotros tenemos otro trabajo y esto empezó siendo un placer, una especie de hobby, y se convirtió en nuestro universo real. Le sacamos tiempo a la familia, al trabajo y al ocio para editar libros.
L. D.: –Hay especulaciones que no se pueden hacer. Cuando tenés una editorial muy grande, con mucho catálogo, podés aflojar el ritmo y sacar menos novedades. Nosotros no podemos parar; esto es como una locomotora: si dejás de sacar novedades, automáticamente todo deja de funcionar.
S. C.: –El ecosistema editorial es como una especie de arrecife de coral, que va creciendo y alimentándose con sus propios recursos. Las editoriales tenemos que estar todo el tiempo generando información y novedades.
–Las pequeñas editoriales no son ajenas a la lógica de las grandes de alimentar un catálogo y lanzar novedades, ¿no?
S. C.: –Sí, pero de otra manera. En muchos sentidos, las pequeñas y medianas editoriales trabajan igual que las grandes.
M. A.: –Pero nuestra particularidad es no abandonar los libros. Si tenemos veinte títulos, el primero y el número veinte se trabajan de la misma manera. No descatalogamos los tres primeros porque ya no venden más.
–Pero las librerías, que se manejan con las novedades y espacios reducidos, ya no exhiben más el libro número uno del catálogo.
M. A.: –Pero ese escritor vuelve a sacar otro libro y ese otro libro arrastra un poco a los anteriores. Los libros no mueren, no deben morir.
S. C.: –Siempre se separan las editoriales grandes de las pequeñas, pero las editoriales pequeñas están en los mismos canales de ventas que las grandes, hacen un trabajo muy similar en el sentido de la comunicación, obviamente que no con el mismo aparato y alcance. Estamos en las mismas librerías, participamos en la Feria de Buenos Aires, participamos de las ferias internacionales, tenemos reuniones con agentes internacionales. El trabajo es muy similar; cambian ciertos recursos de escala de los grandes grupos, que nosotros no tenemos. Esto es importante remarcarlo porque siempre nos preguntan: las editoriales chicas, ¿dónde se consiguen? ¿dónde están? Estamos en las mismas librerías que las grandes editoriales.
L. D.: –En mi caso, no hablo por todo el sector, no saco novedades, nadie está esperando “el nuevo de”… y lo que mueve la novedad. Yo trabajo con libros que espero que se lean como novedades ahora, el año que viene y dentro de veinte años, si es posible. Entonces pretendo que el librero trate de tener todos los libros. No son miles de libros, es una cantidad razonable. Cuando voy a una feria, llevo todo el catálogo y para mí vale tanto la novedad como el libro que saqué hace cinco o seis años. No hacemos libros coyunturales, no sacamos 10.000 ejemplares, inundamos las librerías y después los terminamos saldando.