Hay que decirlo sin rodeos: el narcotráfico ha permeado el Estado, el mercado y la sociedad. Es una realidad de la que nadie puede pretenderse ajeno, pero es sobre todo una realidad en la que cada quien debe expresar su voluntad de aporte para actuar en tiempos tan turbulentos como decisivos.
Así como las mafias operan y penetran en el mercado para darle apariencia de licitud a inversiones con el producto de sus actividades manchadas de sangre, y por eso después de tantos años de insistencia estamos discutiendo una normativa antilavado de alcance local; así como hay que acelerar la urbanización de los barrios populares para recomponer el tejido de una sociedad cada vez más fracturada y desigual y evitar que se impongan en forma irreversible las lógicas violentas de ordenamiento social; de la misma manera, es apremiante discutir sin tapujos ni dobleces cómo hacer para que las mafias no penetren ni se confundan con resortes elementales de cualquier Estado que se precie de tal.
Sí, hablamos de cómo controlar que la asistencia alimentaria de un municipio no sea operada por bandas narco criminales legitimando su predicamento y expansividad territorial, pero también de cómo hacer que el Estado llegue antes que esa banda para brindar un microcrédito al vecino decidido a poner una verdulería para capear la crisis. De cómo impedir que el más denigrante despliegue de la política tradicional en nuestros barrios, que son las redes clientelares, se mixturen y retroalimenten con los emporios criminales y viceversa. Estas redes clientelares que se extienden en los barrios populares, que se cruzan y confunden con otras formas violentas de control territorial, no son ninguna novedad, pero parece que ahora muchos de los que se servían silenciosamente de esas mieles, súbitamente han descubierto hasta dónde puede escalar.
De lo que se trata, estamos convencidos, es de reformular por completo el paradigma de la asistencia social estatal en todas sus formas: tender a la universalización, eliminar intermediarios, transparentar los mecanismos y hacerlos accesibles del primero al último. Para que el gesto solidario de montar un comedor no pueda quedar entreverado en ningún mecanismo de intermediación, para que el gesto desesperado de recuperar condiciones mínimas de habitabilidad después de una inundación o el incendio de una vivienda no pueda ser el caldo de cultivo para adhesiones que después lamentemos, en fin, para que la política, de una vez por todas, haga algo serio y responsable con el objetivo de desentramar esa estructura corrosiva en vez de pelearse por los mismos diarios que la semana próxima narrarán el nuevo caso que conmocione a la sociedad. Y algún día, algún caso, cualquier semana de estas será demasiado tarde.
Pero para avanzar en las propuestas concretas, necesitamos centrar los esfuerzos en que este debate no quede subsumido en la lógica precaria de la política tradicional, de acusaciones y defensas cruzadas. Mucho menos en la de los “outsiders” de ocasión que nos siguen diagnosticando y denunciando problemas pero ahora desde la responsabilidad de una banca legislativa. Hay que dar explicaciones, hay que responder informes, pero sobre todo hay que dejar de hacer las cosas como se hicieron hasta acá. Porque hasta acá nos trajeron. Desterrar por completo una forma muy cínica y peligrosa de estos tiempos: la de los funcionarios públicos que se autoperciben víctimas en una ciudad que hace diez años triplica la media de homicidios a nivel nacional. La de esos mismos funcionarios que reparten culpas desde una pretendida tarima de integridad, sembrando dudas y sospechas, es decir, gesticulando. Apenas eso y que nada cambie.
Discutir en serio, con responsabilidad, cómo abordamos la penetración del narcotráfico en el mercado, y la necesidad de una Agencia de Justicia Urbana, un cuerpo de inspectores especializados cuya dedicación exclusiva sea advertir las maniobras de lavado de activos que se intentan perpetrar en nuestra ciudad para paralizarlas inmediatamente, antes de que sea tarde. Si cortamos el lavado, cortamos la violencia.
Discutir con profundidad qué hacemos frente al avance del narcotráfico permeando la sociedad, y en esto es imprescindible (además de continuar con la Aceleradora para la urbanización de Barrios Populares para que el lugar donde naciste no determine inexorablemente tu futuro) avanzar de una vez por todas en una política de abordaje de consumos problemáticos y adicciones, que pueda articular la atención primaria con los distintos dispositivos de gestión social que hoy existen en territorio. Para garantizar tratamientos específicos gratuitos para los casos urgentes y de gravedad. Para dar una respuesta seria y sostenida a cientos de familias que piden a gritos ayuda.
Discutir sin reparos cómo y con qué, desde lo local, se responde a la penetración narco del Estado (más allá de la institución policial) para impedir que el mestizaje entre las redes clientelares y las bandas criminales reconfiguren las dinámicas territoriales; y para ello hay que universalizar la asistencia social. Porque, lo vamos a decir hasta el cansancio, esto es #MafiasODemocracia
*Juan Monteverde, Caren Tepp, Pedro Salinas, Jesica Pellegrini y Luz Ferradas