Desde Roma
Mientras los refugiados de Ucrania están en el corazón de muchos europeos pero no los provenientes de otros países en conflicto, por ejemplo de África, el Papa Francisco insistió una vez más en la importancia no sólo de recibir a los refugiados y migrantes sino de integrarlos, sin distinciones de ningún tipo, y reconociendo todo lo que ellos pueden aportar a la construcción de una nueva sociedad más justa.
Este fue en síntesis el contenido del mensaje del Papa Francisco para la 108 Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado que se celebrará el 25 de setiembre. Titulado “Construir el futuro con los migrantes y refugiados”, el mensaje fue difundido esta semana por el Vaticano.
Hacia un mundo mejor
No es la primera vez que el papa Francisco habla a favor de migrantes y refugiados. Lo hizo a lo largo de su pontificado. Como en 2014, cuando subrayó que con migrantes y refugiados se puede ir “hacia un mundo mejor”. O en el mensaje para la jornada del migrante y refugiado de 2018 donde destacó la importancia de acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos. En 2017 el papa Francisco había creado la Sección Migrantes y Refugiados de la Santa Sede que en principio quiso dirigir personalmente.
Con la palabra migrantes - aunque en general la palabra se refiere a todos los que se mueven de un país a otro pero también de una zona a otra dentro del propio país-, las organizaciones internacionales aluden sobre todo a los que escapan del hambre y de la pobreza. Mientras refugiados son todos aquellos que escapan de persecuciones, guerras o conflictos.
Francisco destacó además en el mensaje difundido esta semana, que “construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar (...) La historia nos enseña que la aportación de los migrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Y lo sigue siendo también hoy. Su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen. Pero esta aportación podría ser mucho mayor si se valorara y se apoyara mediante programas específicos. Se trata de un enorme potencial, pronto a manifestarse, si se le ofrece la oportunidad”. “Nadie debe ser excluido”, subrayó Francisco.
Hijo de migrantes
Como hijo de migrantes italianos que fueron a vivir a Argentina en busca de un futuro mejor de lo que en ese momento (1929) ofrecía Italia, el Papa argentino sabe muy bien lo que significa ser migrante y es muy sensible al tema. Su primer viaje fuera de Roma, poco después de haber sido elegido Papa en 2013, fue visitar la isla italiana de Lampedusa donde llegaban y llegan miles de migrantes que escapan de sus países y tratan de atravesar el Mediterráneo en barcazas que a menudo se hunden. Además de encontrar a algunos de ellos, Francisco se embarcó en una nave para tirar coronas de flores en el Mediterráneo en memoria de todos los desaparecidos allí. En estos años ha visitado otras islas, como la griega Lesbo, donde llegan migrantes y no sólo encontró a varios de ellos para expresarles su cercanía, sino que embarcó en el avión papal a algunas familias sirias para darles refugio en el Vaticano. En el Mediterráneo, según distintas organizaciones internacionales habrían muerto más de 20.000 personas entre 2013 y 2021.
“La presencia de los migrantes y los refugiados representa un enorme reto, pero también una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos -subrayó además Francisco en el mensaje-. Gracias a ellos tenemos la oportunidad de conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad. Podemos madurar en humanidad y construir juntos un “nosotros” más grande”. Y gracias a los migrantes se puede descubrir también “la riqueza que encierran religiones y espiritualidades desconocidas para nosotros, y esto nos estimula a profundizar nuestras propias convicciones”.
“Queridos hermanos y hermanas -concluyó el Papa- , y especialmente ustedes, jóvenes, si queremos cooperar con nuestro Padre celestial en la construcción del futuro, hagámoslo junto a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados. ¡Construyámoslo hoy! Porque el futuro empieza hoy, y empieza por cada uno de nosotros. No podemos dejar a las próximas generaciones la responsabilidad de decisiones que es necesario tomar ahora”.
La experiencia de una refugiada
De la rueda de prensa de presentación del mensaje papal en el Vaticano participó, entre otros, la experta libanesa Pascale Debbané, actualmente coordinadora del Medio Oriente en la sección de Migrantes y Refugiados de la Santa Sede.
Debbané contó su experiencia como migrante y refugiada cuando su familia decidió irse del Libano luego de haber sufrido 15 años de guerra. Fueron a vivir en Canadá. Años después ella volvió al Libano donde obtuvo varios títulos universitarios.
“Nosotros fuimos calurosamente bienvenidos e integrados en la comunidad donde vivíamos en Canadá y a través de la escuela. Como adolescente que era, yo me sentía muy culpable por haber dejado mi país. La integración fue un desafío para mí. En la escuela yo me tenía dentro todo lo que sentía. Y me sentía enojada, triste, frustrada. Y por eso tuve problemas. Pero afortunadamente mi profesora de inglés me ayudó a expresar mi rabia haciéndome escribir cada día en un diario -que ella luego corregía como profesora de inglés-, lo que yo iba sintiendo”, contó. “La amabilidad humana que yo recibí entonces, jugó un rol importante en ayudarme a curar mis dolores y entender la fraternidad”, concluyó, contando además que esa experiencia la impulsó a dedicarse a la ayuda de migrantes y refugiados.