La historia de Villa Cristina se remonta varios siglos atrás. Barrio citadino que guarda gran similitud de poblamiento con su vecino Villa San Antonio, ambos surgidos a los márgenes de la actual calle Pellegrini formando una gran lonja de viviendas camino hacia el sur.

Estos terruños tienen la particularidad de ser las barriadas más antiguas que sobreviven de la ciudad, ya que la actual Pellegrini, antes llamada “del buen retiro”, era la salida obligada hacia el Valle de Lerma, lugar de gran tránsito vinculado al intercambio comercial.

Así es que a los márgenes de esta callejuela, hoy avenida, comenzaron a erigirse ranchos que conformaron las primeras poblaciones a las afueras de la ciudad, transformándola en una zona álgida desde el punto de vista económico y social.

El territorio

Hubieron acequias cantarinas, sauces llorones y bollos aromatizando el aire y el sueño de los pobres / calles enripiadas que supieron cobijar, serenateros de noctámbula poesía”.*

“Yo nací en Villa Cristina, calle islas Malvinas al 629 casi San Luis. Tuve una infancia 'maravillosamente angustiosa' como tantos otros, porque ‘la pobreza andaba del brazo de la changada’”. Así comienza a hilvanar relatos, recuerdos y poesías el Profe Miguel Ángel Cáseres, historiador y vecino del barrio. “No teníamos energía eléctrica, no había agua corriente. Más tarde llegaron los grifos, después se sumó el carro aguatero. Era un barrio con esquinas picantonas”.

El profe, como todos los conocen, fue impulsor de un homenaje hacia su querida Villa Cristina, plasmando en una esquina típica los nombres de grandes figuras que habitaron y nutrieron el  barrio con su cultura. “Es un misterio como se formó un lugar con tantos poetas y artistas. Nadie hizo un plan de viviendas para artistas, ni siquiera hay viviendas de planes, son casas que fueron ranchos y que se desarrollaron con el tiempo. Se dio así”.

En el territorio que ocupan las calles San Martín, Lamadrid, Coronel Vidt y Pellegrini, se encuentra la mística cultural. Comenta Cáseres con orgullo, “en ese espacio, solo por citar algunos de los artistas que nacieron o vivieron están: los poetas José Manuel Castilla, Cesar Fermín Perdiguero, José Solis Pizarro, los artistas Eduardo Falú, Hugo Giménez, la familia Teruel o inclusive Ricky Maravilla, también Juan Balderrama. Después hubo muchos comparseros, murgueros y carroceros… y no hay que olvidarse de Ramón Burgos, el autor de la zamba Recuerdos Salteños”.

De artistas y bohemios

Yo vengo de un lugar donde el árbol seco florece y la amistad se enaltece / donde pioneros sembraron dolores para cosechar cantores / allí dicen amanecidos y tambaleantes pensadores, que el vino siempre es más vino, cuando se toma de a dos”.*

En el homenaje realizado con gran esfuerzo de vecinas y vecinos, se llevó adelante a fines de abril eligiendo la esquina de San Luis y Gorriti para inmortalizar la mística: “Tenemos una persona que hizo las veces de mecenas, que es ‘Chela del amanecer’, vecina que creció en el Bar el Amanecer, el cual es todo un símbolo de Villa Crisitina”.

“Nosotros decíamos, cuando inauguramos el homenaje, que cualquier esquina que hubiésemos elegido habría sido significativa, porque la cantidad de bagualeros, poetas, bailarines es interminable. La esquina fue elegida, en primer lugar, porque necesitábamos un vecino que nos permita colocar la placa y pintarle el frente, y segundo, que la San Luis y Gorriti son dos calles que se ven de frente por como viene el tránsito, esa esquina permite mucha visibilización”.

Adolfo Pérez Esquivel junto a Miguel Ángel Cáseres en la biblioteca popular de Villa Cristina

Desde esa esquina, según cuenta Cáseres, uno puede comenzar a narrar múltiples historias, “Es una esquina donde, por ejemplo, tenés a media cuadra el lugar de nacimiento de la biblioteca popular Juan Carlos Dávalos. Hacés unas cuadras y está Balderrama, que era un boliche de bohemios. Al lado de Balderrama vivía Elias Antar y también los Anachuri. Manuel J. Castilla caminaba dos cuadras y estaba en el boliche. Al bohemio, Villa Cristina le brindaba eso: una vida sin reloj. Porque estaba el boliche Balderama, pero ahí cerquita tenías El Tropezón, El Vallisto, estaba La Cabaña, el Club Pellegrini, no te faltaban ofertas.”

Cáseres entreteje un relato tras o otro: “Por ejemplo, en El Tropezón, de la familia Humacata, tenías una pared llena de instrumentos a tu disposición. O sea, el que llegaba, no tenía excusa, tenía que tocar. Además de los bares y boliches, cada lugar donde vivían los artistas eran pesebres artísticos, todos esos lugares eran también lugares de alta convocatoria. Había cantidad de artistas que no eran del barrio, pero que vivían llegando para compartir”.

Sumado a esta gran cantidad de artistas y expresiones culturales, Villa Cristina sumó a su acervo histórico, una veta netamente política. “Además hay que agregar que Villa Cristina tiene también una historia política grande, hubo desaparecidos, dirigentes sindicales muy fuertes, no era solo la parte artística” comenta Miguel Ángel Cáseres.

Juan Balderrama junto a Mercedes Sosa en la puerta del boliche

Un sinfín de anécdotas

Abuela narraba que allí el mortero ganó un orzuelo, que el diablo perdió su poncho y el sufrido encontró consuelo / ese fue el lugar que eligieron los sueños para descansar / donde la pobreza no avergüenza ni carga su propia tristeza”.*

Como una gran aula abierta a cada paso y en cada esquina, el Profe comenta, “La villa, con sus malos ejemplos y con sus muy buenos ejemplos, a mi me transformó absolutamente. La Universidad me dio recursos técnicos profesionales, pero la calle, las vivencias, no se dan así nomás, eso no está envasado en ningún lugar, eso flota en los espacios”.

Aquellas calles, escuela de bohemios y soñadores, eran una caja de mágicos encuentros, “Antonio Díaz era un hermoso loco socialista. Nosotros eramos changos y el tipo, ya casi ciego, nos hablaba de sus ideas, de un nuevo mundo, del hombre nuevo, del valor de la lectura. De repente pasaba el poeta Hugo Alarcón, se saludaban, se tomaba un traguito de vino, hacía una poesía y se iba, seguía su camino. Así eran las calles de Villa Cristina, yo todo eso lo viví”.

Miguel Ragone en la Biblioteca Popular de Villa Cristina. Foto de MIguel Ángel Cáseres

Territorio de trabajadores, pensadores y perseguidos luchadores”, como lo define Cáseres en uno de los tantos poemas que le dedicó a la barriada, trae de su bitácora de recuerdos una anécdota que pinta lo cotidiano de la otrora vida diaria en Villa Cristina, una anécdota que emociona por su simple grandeza: "En el barrio había un masitero que se llamaba Manuel Velázquez. Un día, nosotros viejos un poco nostálgicos, nos dimos cuenta de algo tremendo, y era que ese masitero se dejaba robar las masitas. Porque nosotros nos creíamos pícaros, creíamos que lo engañábamos. Porque el viejito se paraba y, nosotros que estábamos jugando a la pelotas, a las figuritas, cuando pasaba con su canastito lleno de masitas, le gritábamos ‘¡don Manuel!’, él se paraba, le comprábamos una masita y le hacíamos quedar cuatro. Nosotros creíamos que lo engañábamos, pero nos dimos cuenta de grandes que él se paraba a propósito y se dejaba robar alguna masitas más… y por eso a ese masitero lo recordamos todos, con su canastito”.

Manuel Velázquez, corazón de pan, que generaciones de salteños difícilmente podrán olvidar / con su canasto cargado con masitas y otros tantos manjares más, que nuestra niñez endulzaba con tanta generosidad / Si todavía nos parece verlo recorriendo las calles meta y meta pedalear, mecenas de pata pilas con cariño permítame, le traigo un poema a cuenta de lo que chiquillo le robé / quien pudiera volver a ser niño, paradito frente a su canastón, mirar sus ojos mansos y cantarle de corazón, a la lata, al latero, que lindo haber sido amigo de don Manuel el masitero”

Los poemas de Cáseres ponen brillo y color a las anécdotas, las personas, los olores y sabores del barrio. Ese sentimiento tan profundo y cobijante, el recuerdo de la bohemia, las charlas sin reloj y el arte pululando en cada encuentro y en cada esquina. Como el mismo Miguel Ángel lo retrata “Esto es Villa Cristina. Para mi y para muchos, un pesebre donde se generan todos los sueños”.


*Poesías de Miguel Ángel Cáseres