PáginaI12 En Gran Bretaña
Desde Londres
En un país traumatizado por la seguidilla de atentados terroristas y a cuatro días de las elecciones generales, la primera ministra Theresa May propuso un “cambio radical” de la política antiterrorista. En las puertas de 10 Downing Street, luego de una reunión con el comité de emergencia Cobra por el atentado del sábado en London Bridge, May señaló los cuatro pilares de su nueva estrategia. “Tenemos que demostrar que la democracia, la libertad y los derechos humanos son valores superiores a los que ofrecen los predicadores del odio extremista islámico. En segundo lugar tenemos que coordinar una estrategia internacional y con las compañías de internet para que los terroristas no tengan este espacio. En tercer lugar tenemos que confrontarlos también en el mundo real. Hay demasiada tolerancia del extremismo en nuestro país. Necesitamos rever la política antiterrorista para que la policía tenga todos los poderes que necesita y aumentar las penas para los hechos relacionados con el terrorismo”, señaló May.
El ataque en el puente de Londres fue reivindicado ayer por el grupo jihadista Estado Islámico (EI) y es el tercero en menos de tres meses. A fines de marzo un terrorista usó una metodología similar en el puente de Westminster que lleva al parlamento. Khalid Masood atropelló con una camioneta a transeúntes y se bajó luego del vehículo para proseguir la faena con un cuchillo: cinco muertos. El 22 de mayo un atacante suicida también británico, en este caso hijo de libios, Salman Adedi, se inmoló al final de un concierto de música pop en Manchester con un saldo de 23 muertes y más de 100 heridos. Al cierre de esta edición, el atentado del sábado dejaba 10 muertos (incluídos los tres atacantes) y 48 heridos, 21 todavía en estado crítico.
La velocidad de la respuesta policial es una clara indicación del estado de alerta en que se encuentra el país. En marzo la policía tardó 12 minutos en llegar al Puente de Westminster. El sábado se demoró ocho desde el llamado al 999 de emergencias hasta la intervención de la policía armada que patrulla las grandes ciudades británicas en los llamados ARVs (police armed response vehicles). Esos cuatro minutos de diferencia, debieron de salvar varias vidas.
Los testimonios que se multiplicaron en el curso del domingo sobre lo ocurrido pintan una escena demente y dantesca. La zona de London Bridge y Borough Market es un enjambre de bares, pubs, restaurantes con cocina de todo el planeta, entre ellos un local de comida argentina en el que se puede comer empanadas de carne y comprar dulce de leche. Entre los extranjeros el Borough Market es un “must” de su visita a Londres. Entre las víctimas y heridos había franceses, canadienses, australianos, neozelandeses y un español.
Una de las tantas historias que se conocieron ayer da una idea del infierno. La australiana Candice Hedge, de 31 años, camarera en un restaurante de la zona, había terminado su turno y estaba en un bar con su novio cuando un hombre la agarró del cuello y le cortó la garganta. El novio había ido unos segundos antes a otra parte del local para ver qué era todo ese griterío que acababan de escuchar. Según la madre de Hedge, “vio hombres que blandían cuchillos y se dirigían hacia ellos y volvió a donde estaba sentado con Candice, pero ella ya no estaba”. Todo sucedió a una velocidad de pesadilla: los gritos, el terror, la desaparición de su novia, la repentina aparición de policías armados que a los gritos le ordenaban a todos que se tiraran al suelo. Horas más tarde supo que su novia había sido operada de urgencia en el hospital de Saint Thomas. “Va estar bien gracias a Dios”, dijo la madre de Candice Hedge a Fairfax Media.
La logística rudimentaria de estos ataques de camioneta y cuchillo potencia el efecto aterrorizador porque deja la sensación de que puede suceder en cualquier lugar y en cualquier momento: solo requiere la voluntad y decisión de los atacantes. En su declaración por la mañana Theresa May aseguró que la policía había neutralizado otros cinco ataques desde marzo. La información, que buscaba transmitir la magnitud de la amenaza y la eficacia de la policía, no resulta demasiado tranquilizadora. En los hechos significa reconocer que en dos meses y medio se planificaron ocho atentados, tres de ellos exitosos.
La semana pasada el matutino The Times citó fuentes gubernamentales que calculaban que hay unos 23 mil jihadistas en el Reino Unido, esto es, siete veces más de lo que se había estimado previamente. Según esta versión, 20 mil son solo un riesgo “residual” mientras que unos 500 están siendo activamente investigados por el servicio secreto del MI5. Es una evaluación llena de lagunas. El responsable del ataque del puente de Westminster en marzo, Khalid Masood, se encontraba en la franja de los 22.500 que no estaban siendo investigados. Lo mismo sucedió con el responsable del atentado en Manchester, Salman Abedi.
Las medidas que propuso May tampoco resultan convincentes o del todo nuevas. Plantear una lucha ideológica para demostrar la superioridad de los valores de la democracia sobre los del extremismo islámico no es más que una declaración de principios que han hecho todos los líderes occidentales después de cada atentado. El éxito de esta declaración depende de que alguien esté escuchando del otro lado: nada parece indicar que esto esté sucediendo.
La intervención del Internet para negar a los terroristas el espacio vital en que se mueven simplemente desplaza el peligro. Según Open Rights Group, una ONG por el derecho a la libre expresión y la privacidad en Internet, podría ser contraproducente. “Theresa May puede terminar empujando a los terroristas a zonas más impenetrables del ciberespacio que los hará más difíciles de vigilar”, señaló ayer el grupo. Tampoco parece que un endurecimiento de las penas por actos terroristas vaya a neutralizar los planes de personas dispuestas a inmolarse.
La realidad es que no hay soluciones a la vista. El tema dominará los tres últimos días de campaña. Es posible que favorezca a May dado que los conservadores siempre han centrado más su discurso en temas de seguridad y mano dura, que siempre ganan puntos cuando ocurren atentados. Pero May no las tiene todas consigo. Como ministra del interior y bajo el mandato de austeridad que siguieron los conservadores desde 2010, May recortó las fuerzas policiales en 20 mil efectivos.
En su plataforma electoral y en los debates que siguieron al atentado en Manchester May no propuso revertir esta decisión. El laborismo, en cambio, ha prometido 10 mil efectivos más en las calles y una lucha contra el ciber- terrorismo similar a la que propone May. “Duros con el terrorismo y con las causas del terrorismo”, dijo el líder laborista Jeremy Corbyn al proponer una revisión integral de la estrategia antiterrorista seguida hasta el momento, incluyendo la política exterior británica y su intervención en Libia, Irak y Afganistan. Un detalle interesante. En los sondeos posteriores al atentado de Manchester Corbyn siguió achicando la diferencia de 19 puntos que tenía con May a mediados de abril cuando la primer ministro convocó a elecciones anticipadas.