“¿Es posible promover un verdadero diálogo en condiciones de paridad entre algunos de los más destacados artistas del mundo y sus colegas de América del Sur?” La pregunta asomó hacia fines de 2015 entre especialistas, convocados por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref). Y la respuesta la encontraron entre los doce países que conforman esta región al proponerse realizar la I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur -Bienal Sur. Este gran evento cuenta con rasgos distintivos que lo hacen inédito en muchos sentidos: no ocurre cada dos años –como sucede con otras bienales– sino durante el transcurso de 2016 y 2017; su organización tiene como plataforma una universidad (la Untref), la cual incorpora al proceso a museos, otras universidades, centros culturales y de investigación artística; la Bienal es multipolar porque se desarrolla en diferentes ciudades sudamericanas; y además propone una idea innovadora en relación a la curaduría de las muestras.
El director general de Bienal Sur es el sociólogo Aníbal Jozami, rector de la Untref, quien lidera el proyecto junto a la historiadora y crítica de arte Diana Wechsler, investigador principal del Conicet y directora del Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura de la Untref. Pero el puesto de Jozami al frente de esta gran movida artística no es protocolar, su trayectoria en el mundo del arte lleva más de cuatro décadas como coleccionista, aunque dice que no se dedica al arte, o por lo menos no en forma profesional sino pasional. Ya en 2014, cuando parte de su colección viajó a Madrid para participar de una exhibición en la Fundación Lázaro Galdiano, declaró desafiando el sentido común: “Los verdaderos coleccionistas no son ricos”. Jozami se considera un “coleccionista a la antigua”, de esos que sienten la necesidad de adquirir una obra de arte porque le gusta, porque lo emociona, porque lo hace pensar, y realiza los esfuerzos que sean necesarios para poder comprarla. “En ese sentido yo nunca me dediqué a esto con ánimo de lucro”, aclara. Por eso se jacta de no haber vendido ninguna de sus piezas, ya que para él cada una tiene un valor especial que no se reduce a su precio de mercado.
–¿Para qué una nueva bienal de arte? ¿Dónde radica la novedad de Bienal Sur?
–Lo nuevo de esta propuesta radica en varios aspectos, uno de ellos es que no se designó, como se hace normalmente en las bienales, un curador único que dictamina cuál va a ser el tema de la Bienal y cuáles son los artistas que van a participar, sino que se hizo un llamado abierto a propuestas de artistas y curadores. Se presentaron más de dos mil quinientas propuestas de setenta y ocho países, lo cual demuestra que había una suerte de necesidad. El segundo aspecto original es que es una bienal que aspira a estar al mismo tiempo en más de treinta ciudades de América del Sur, del Sur de Europa y en alguna ciudad africana también. Esa simultaneidad ya es una originalidad, y más original aún es que van a estar todos esos lugares totalmente interconectados. Es decir que si alguien va a ver la muestra que se va a hacer en el Museo Reina Sofía de Madrid, va a tener unas pantallas por las que va a poder ver lo que está pasando en los otros lugares de la Bienal. Creo que esta bienal es una herramienta de integración regional, porque pienso que uno de los aspectos que ha hecho que el acercamiento entre los países de América del Sur nunca se haya podido realizar de forma muy intensa, se debe a que siempre faltó el conocimiento en cada país sobre el otro. La bienal es una herramienta de integración regional en la medida en que va a permitir una articulación cultural que hasta ahora no existía, donde el público chileno se va a dar cuenta de que va a estar viendo lo mismo que el público brasileño, o que el colombiano, o que el peruano, o que el argentino. Otra originalidad más es que es la primera Bienal que, quizás por el hecho de que está siendo organizada por una universidad, convoca a otras veinte universidades a que compongan un comité académico. Entre esas universidades están las principales universidades de América del Sur y de Centroamérica.
–¿Cuál es la concepción de “sur global” que proponen desde la Bienal?
–La concepción de “sur global”, si quisiéramos ponerle un contenido, implica analizar el mundo desde la perspectiva del Sur e integrar al Norte también desde esa perspectiva. Por eso cuando en el primer folleto que hicimos de la Bienal pusimos una variante de la obra (América invertida) de (el artista uruguayo Joaquín) Torres García, lo que estábamos expresando es eso que se viene planteando en muchos lugares en relación a la independencia de América, desde el punto de vista intelectual, académico y en la creación. Es algo que, además, nuestra universidad lo tiene muy presente, y siempre repetimos una frase de uno de los compañeros de Simón Bolívar, Simón Rodríguez, quien planteó, ya en el siglo diecinueve, que la obligación de América era no copiar sino crear. O sea que, de alguna manera intentamos ser recipiendarios de todo eso, y plantearlo en los eventos internacionales de arte.
–Esta es una cuestión que plantea con fuerza (la crítica de arte) Marta Traba en la década del setenta, en su libro Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas (1950-1970). ¿De qué manera poder apreciar y crear arte latinoamericano sin estar determinados por los centros internacionales de poder, como Estados Unidos o Europa occidental?
–Lo que sucede en el arte no es diferente de lo que sucede en otros aspectos de las sociedades latinoamericanas o sudamericanas, y que hoy en día por la influencia que tiene el mercado sobre algunas cuestiones que no sólo tienen que ver con el arte sino con la cultura en general, se hacen todavía mucho más notables. Definir qué es el arte latinoamericano sería bastante complicado, porque además hay muchos artistas que si se les pregunta si ellos se consideran, por ejemplo, artistas argentinos, posiblemente van a decir que no, que se consideran artistas. Pero consciente o inconscientemente, en el accionar, en la imagen que plantean los artistas, hay algo de lo que es nuestra historia. Sin un Berni o sin un Enio Iommi en la Argentina a muchos de los actuales artistas contemporáneos argentinos no se les hubiera ocurrido hacer lo que hacen. No es casual que algunos de los artistas más jóvenes y más creativos se sientan totalmente continuadores, por ejemplo, de la originalidad y la creatividad que planteó Iommi. Entonces, también todo esto tiene que ver con rescatar a través del arte contemporáneo toda una historia del arte latinoamericano. Y también tiene que ver, porque estamos en Argentina, con tratar de colocar nuevamente a nuestro país como faro cultural de Sudamérica, que lo fuimos por mucho tiempo, y por muy diversos motivos lo fuimos perdiendo.
–¿Cuáles son los aspectos desatendidos de nuestras realidades latinoamericanas que la Bienal intenta, de alguna manera, iluminar?
–Yo diría que son muchos, por ejemplo el tener a Ticio Escobar (crítico de arte y secretario de Cultura de Paraguay durante el gobierno de Fernando Lugo), del Museo del Barro, entre el grupo de gente de colaboradores más cercanos de la Bienal tiene todo un significado. Él fue el primero en llevar la artesanía y el arte tradicional paraguayo a una sede como es el Museo Nacional de Bellas Artes, hizo ingresar lo popular a un lugar que se consideraba destinado al “arte culto”.
–El aporte de Ticio Escobar también estuvo en dejar de tener sólo una mirada antropológica sobre el arte indígena.
–Exacto. Por eso nosotros nos negamos a eso de una mirada antropológica, en muchos casos también el arte cuando intenta ser social o político cae en la mirada antropológica sobre lo indígena, sobre los lugares de mayor carencia social, y eso es algo que está totalmente separado de lo nuestro. Pero por otro lado, sí nos planteamos utilizar, en el buen sentido de la palabra, el arte como un vehículo de integración. Por ejemplo, ya se empezó a hacer un operativo con artistas peruanos y chilenos en el triángulo terrestre que está en discusión en este momento entre Chile y Perú. Estamos organizando para que este grupo de artistas estén durante una semana creando y haciendo obra en esa zona, que está en una álgida discusión entre los dos países. Entonces, esto tiene que ver con algo que planteamos desde el comienzo en una región, Latinomérica, que es la que exhibe los mayores niveles de desigualdad del mundo, porque hay zonas de África que son evidentemente más pobres, pero no más desiguales. No se va a resolver la desigualdad social y económica a través del arte, pero sí el arte es un paliativo para aquellos que la sufren, y no se va a crear la integración nada más que a través del arte, pero el arte sí puede ser un vehículo de integración.
–Desde la Bienal se plantea la propuesta de poscuraduría. ¿En qué consiste esta modalidad para armar las muestras de arte?
–Creo que ha habido muchas cosas que con el paso del tiempo terminan como deformándose. Lo de la curaduría hoy se ha puesto de moda, como en otro momento fueron la sociología o las relaciones internacionales, y también se ha establecido una cierta dictadura de la curaduría a través de las temáticas, a través de tratar de adecuar las obras al pensamiento o la temática planteada por el curador. La última Bienal de San Pablo se llamaba “Incertidumbres”, pero la verdad es que no sé cuántas obras de las que estaban ahí reflejaban algo de incertidumbre. Sin embargo, el curador explicaba y trataba de poner todo dentro de ese nombre que arbitrariamente le había puesto a la temática de la Bienal. Lo que nosotros creemos es que hay que privilegiar el rol del artista, porque el artista es el núcleo del cual surge el arte, entonces, hay que poner primero al artista y no al curador. No tengo ningún prejuicio en contra de los curadores, de hecho organicé la primera maestría en Curaduría de Artes Visuales de Argentina y convoqué para que la dirigiese a la persona que yo creo que es la más brillante en ese ámbito (Diana Wechsler, investigadora principal del Conicet, directora del Instituto de Investigaciones en Arte y Cultura de la Untref y directora artística de la Bienal Sur). Pero, de la misma manera que el arte es más que el mercado, el arte es más que los curadores, es un conjunto de cosas en las que hay que dejar que todas fluyan y no privilegiar un aspecto sobre otro, porque sino también se llega a un momento en que los artistas se sienten coaccionados por tratar de hacer determinadas cosas que tal vez no tienen que ver con su voluntad y con aquello a lo que ellos aspiran.
–¿La propuesta de poscuraduría tendería a que la muestra de arte sea definida no por una sola persona sino por un grupo?
–Sí, un grupo muy amplio de personas de distintas concepciones, de distintos continentes. Es decir, acá hay curadores que vienen del Líbano, de Marruecos, de Brasil, de Paraguay, de Chile, de España. Además es algo mucho más conversado y discutido. Antes del primer evento público de la Bienal, que fue el 20 de noviembre de 2015, ya llevábamos dos meses con una serie de reuniones extensas de trabajo también entre un grupo de gente que venía de distintos lugares, pensando y discutiendo todo esto. Han venido sociólogos, filósofos, artistas, críticos, coleccionistas. Toda esta etapa de discusión nos sirvió realmente para ver qué estaba pasando en el mundo del arte, independientemente de lo que cada uno de nosotros pensase.
–¿Y qué cuestiones pudieron observar en relación a lo que está pasando en el mundo del arte?
–Algo muy importante fue ver que artistas que no se conocían y que vivían y trabajaban en lugares muy distantes estaban coincidiendo en muchas temáticas, actitudes y estilos. Creo que eso es también lo que se va a expresar en la Bienal, el tema de la diversidad dentro de la globalización. Porque la globalización es algo que existe objetivamente, nadie puede ser antiglobalización, aunque así se llamen algunos movimientos políticos, porque sería como ser antilluvia. Pero lo que sí se puede plantear es que la globalización, y el proceso de concentración que existe hoy en el mundo, no implique una uniformidad donde se pierda la esencia y las características que son propias. Desde ese punto de vista, la intención que tenemos es que la Bienal sea una muestra de respeto a la diversidad.
–¿Cuál es hoy el vínculo entre el mercado del arte y lo que se puede ver en grandes muestras como las bienales?
–Yo no estoy en contra del mercado del arte porque soy un coleccionista que compra, voy a ferias, compro a galeristas y en subastas. No estoy en contra de que exista un mercado porque gracias al mercado los artistas pueden sobrevivir. Pero lo que tenemos que poner es cada cosa en su lugar y, lamentablemente, en el mundo en el que vivimos, con alta concentración de capital, hay que crear ámbitos donde los artistas puedan desarrollarse con menor influencia del tema comercial. Si hay algo que me ha caracterizado como coleccionista y como comprador de arte es que nunca seguí los designios de la moda. Eso tiene que ver también con lo que yo llamo los verdaderos coleccionistas, y la Bienal Sur está impregnada de eso, no sólo porque ese sea mi estilo, sino porque es el estilo de todos los que participan.