Se desmarca, la pide y recibe. La pisa, levanta la cabeza, busca la mejor opción y saca el pase largo. No es el 10 ni el 5, tampoco el 2 de buen pie. Es Marinelli, el arquero, ubicado casi siempre de líbero. A partir de él, Tigre propone ataques rápidos, saltando líneas y amontonando gente en zona de peligro. No en vano Diego Martínez alineó cuatro atacantes por arriba del 1,80 metro. En Argentinos, en cambio, sólo uno de sus defensores supera esa cantidad de centímetros. Así, lo más claro del Matador pasaba por las llegadas por el fondo de Zabala (1,87) aunque sin puntería con sus cabezazos.


Lo del Bicho era alguito más elaborado -tampoco tanto- y, por ende, más lento. El equipo de Gabriel Milito construía a través del pase corto para intentar llegar a su referente de ataque, el solitario Ávalos. No se le dio de manera asidua.

Sus primeras emociones llegaron tras individualidades: un disparo lejano de Carabajal y una arremetida de Vera. Ambas coincidieron con un par de pequeñas avalanchas en la popular que ocuparon los hinchas de Argentinos en cancha de Huracán, pero nada tuvieron que ver con el partido.

Piñas afuera, patadas adentro

Es que durante el primer tiempo se sucedieron empujones, manotazos y hasta algunos golpes de puño en la tribuna visitante del Tomás A. Ducó, casi en sintonía con el Castaño-Charlo de la noche anterior. El que perdió por nocaut en este caso fue un muchacho de bermuda y en torso, quien besó la lona tras un golpe que no vio venir. Ya recuperado, volvió a retomar su posición en la zona de la barra y los empujones se reiniciaron. Definitivamente no lo querían.

Otro que se contagió de aplicar castigo corporal fue Florentín. El 10 de Argentinos le fue muy mal al tobillo de Prediger y se ganó la roja vía VAR, luego que el árbitro primero le muestre la amarilla. Si el 1 de Tigre manejaba la pelota, no era de extrañar entonces que el 10 bicho destaque más por sus patadas que por sus lujos. El mundo del revés.

De goles y locuras

Argentinos, que venía de jugar con uno menos casi media hora ante Estudiantes en cuartos de final, esta vez sufría una expulsión sobre el cierre del primer tiempo. Tigre no tardó en sacar provecho. A los 54, Prediger trabó y ganó, Zabala advirtió la diagonal que hizo Retegui y el fornido exBoca mandó el centro para la llegada de Castro: 1 a 0.

La ventaja era merecida para el Matador, acaso por haber coqueteado un poco más con la generación de peligro y, sobre todas las cosas, porque ninguno de los suyos incurrió en alguna locura como Florentín.

Pero el pecado de Tigre no fue una jugada puntual o individual: su locura fue meterse exageradamente atrás ante un rival diezmado y entregarle la pelota sin otra intención que el paso de los minutos. Y cuando todo era un canto a la victoria por parte de la parcialidad tigrense, Ávalos se tomó su tiempo en el área para inventarse una gran definición, igualar el encuentro a los 87 y despertar los gritos de ilusión de la gente del Bicho. La historia de La Plata, con Argentinos remontando la cosa con uno menos, parecía repetirse.

Tres tiros y a la final

En los penales la diferencia no tardó en venir. Vera -de lo mejor del partido junto a Prediger- no pudo con Marinelli en el primer disparo de la tanda y al rato Salazar se topó con el travesaño. Reniero hizo lo propio y el recién ascendido Tigre se metió en la final al acertar sus tres disparos (3 a 1 final) para locura de los miles de hinchas que vinieron hasta Parque Patricios. Se verán las caras con Boca en Córdoba, como cuando en 2019 el equipo de Pipo Gorosito -por entonces ya descendido- se impuso al de Alfaro, Tevez, Benedetto y compañía.