Tahiana Marrone es una veterana de Malvinas nacida en 1964 en la ciudad cordobesa de Corral Bustos. Con apenas 18 años y un par de meses de instrucción, combatió como soldado varón en la primera línea durante los 74 días que se extendió el conflicto bélico. Pero esa no fue su única batalla. Pasó gran parte de su vida "luchando" contra su cuerpo para "ocultar" su condición de intersexual. "Me aplicaba testosterona para encajar en una sociedad donde las disidencias no teníamos lugar", sostuvo en diálogo con Página/12, y remarcó: "Mi vivencia en la guerra me dio la fortaleza para ser yo misma".
-¿Cómo comenzó tu experiencia en Malvinas?
-Tenía 18 años recién cumplidos. Hacía dos meses que estaba haciendo el servicio militar en el Regimiento de Infantería 25, en Chubut, formaba parte del Batallón de Ingenieros 9. A mediados de marzo de 1982, recibimos instrucción intensiva en el campo de tiro y días después nos informaron que teníamos un entrenamiento importante, pero no sabíamos con certeza de qué se trataba. La noche del 1 de abril nos llevaron al aeropuerto de Comodoro Rivadavia. Ahí nos dijeron de la “Operación Rosario” y la misión era recuperar Malvinas.
-¿Qué pasó una vez que llegaron a las islas?
-Primero llegaron los buzos tácticos, luego nosotros. La mañana del 2 de abril arribamos a Puerto Argentino, en la isla Soledad, y nos llevaron al rompehielos Almirante Irízar. Al día siguiente fuimos en un buque carguero hasta Bahía Fox, en la Gran Malvina. Poco después de izar la bandera empezamos a cavar trincheras, los famosos “pozos de zorro” con techos de tierra y pasto. Los ingleses habían comenzado a llegar. El 26, decididos a defender la soberanía, los conscriptos juramos y nos convertimos en soldados.
-¿Qué recordás de tus días en el campo de batalla?
-En Malvinas no había tiempo para tener miedo. Vivimos más de 70 días en los pozos, soportando frío, lluvia, hambre y constantes bombardeos. El 1 de mayo llegó el “bautismo de fuego”: los aviones y la flota inglesa enviaban ataques que duraban alrededor de cinco horas, todas las noches. Esa era la estrategia de los invasores para mantenernos en las trincheras y avanzar. Nuestra táctica para engañarlos y desviar los misiles era utilizar cañones falsos hechos de plástico, y gracias a eso no tuvimos bajas.
-¿Qué sensación te dejó el final de la guerra?
-No recuerdo haber estado contenta de volver a casa. Era una sensación de bronca y tristeza que, después de tanto sacrificio, tuviéramos que dejar a los ingleses en nuestras islas. Por eso me considero una veterana, no una excombatiente. Les veteranes seguimos combatiendo de otras maneras. Si bien no recuperamos las Malvinas, la guerra me dejó algo positivo: las ganas de vivir, el respeto por mí y por los demás.
-En ese contexto, ¿cómo fue tu vida siendo intersexual?
-Siempre me sentí rara y no sabía por qué. Me pasé toda la vida tratando de ser el varón que no era, inclusive forzando a mi organismo. Me aplicaba testosterona para encajar en una sociedad donde las disidencias no teníamos lugar. Nací con un cromosoma X extra, no soy XY sino XXY, es decir, tengo más cromosomas femeninos que masculinos. Pero eso lo supe recién en 2015, cuando un estudio de cariotipo detectó que tengo la condición genética llamada síndrome de Klinefelter. Saber eso fue liberador.
-¿Cómo seguiste a partir de ese diagnóstico?
-Me saqué el peso de encima, dejé la testosterona porque me hacía daño. Si puedo producir mis propias hormonas femeninas, ¿por qué seguir luchando contra mi propio cuerpo? Desde 2016 soy legalmente Tahiana, y en 2018 decidí realizarme la cirugía de adecuación genital para mi comodidad. Lamentablemente, en este proceso no tuve el respeto ni el apoyo de mi familia, pero aprendí a seguir adelante a pesar de ese dolor. Mi vivencia en la guerra me dio la fortaleza para ser yo misma.
-¿Te sentís respetada por tus compañeros?
-Mis compañeros de Malvinas me respetan como veterana, pero no todos me respetan como persona intersex. Es un poco el reflejo de lo que pasa con las disidencias en todos los ámbitos.
-¿A qué te dedicás hoy?
-Lucho por una sociedad más inclusiva y más equitativa, para que todas las identidades seamos reconocidas y gocemos de nuestros derechos. Doy clases de ESI, participo en charlas y conferencias sobre violencia de género, y sigo “malvinizando”, por los 649 caídos y los 500 soldados que se suicidaron por el abandono del Estado durante más de 10 años, para que no quedemos nuevamente en el olvido.
Informe: Karla Góngora.