“Tengo una pregunta para vos. ¿Sos un imbécil?”. Así se presenta Super Pumped: la batalla por Uber (estreno de la semana pasada por Paramount+). La serie de siete episodios describe el trasfondo de la App que revolucionó la industria del transporte urbano y, más específicamente, en el derrotero de Travis Kalanick, su ex CEO. En la escena mencionada, el sujeto (Joseph Gordon-Levitt) lanza ese guadañazo discursivo durante una entrevista laboral y sin ningún tipo de aviso. El resto de la entrega sigue esa línea con la guardia bien alta. Un drama corporativo adrenalínico y descarnado con permanentes guiños pop dentro y fuera del relato que lleva la firma de Brian Koppelman & David Levien (Billions).
“Así que vos sos el chico malo de la tecnología”, le espetan al protagonista promediando la biopic original de la señal Showtime. El interés de Super Pumped pasa por describir el ascenso de este unicornio digital en una carrera sin pausa y con un jinete hiperventilando. Desde los cimientos de la compañía a su caza de inversores, de su declaración de guerra con los taxis a una descripción de sus chanchullos internos al que le suma un retrato de los hábitos tóxicos de Silicon Valley en general. “Somos disruptores”, se jacta Kalanick en una reunión con su staff antes de tomar a San Francisco por asalto. Más allá de los múltiples frentes de batalla que el sujeto parecía abrir -y disfrutar-, el núcleo de la trama pasa por la relación entre el magnate millennial con su primer financista, Bill Gurley (Kyle Chandler). “Voy a ser como esos sheriffs de los westerns, retrocederé unos pasos para mirarlo directo a los ojos”, dice antes de conocerlo. No tardará mucho en que comience el tiroteo entre ambos.
Super Pumped también le da bastante espacio a la zar mediática Arianna Huffington (Uma Thurman) quien tuvo un rol trascendente en el cambio de curso de la compañía tras el tsunami interno por las acusaciones de espionaje, acciones ilegales, misoginia y maltrato a sus conductores. Hay un carril secundario en el que se describe la vida familiar de Kalanick aunque eso tampoco sirva para empatizar con un personaje anfetamínico, pedante y traicionero. Un millennial que pasa a jugar en las grandes ligas del poder y se vuelve un problema (de muchísimos ceros) para su propia creación. Hay otras definiciones posibles para el fundador de Uber. Términos como patán, genio malvado, narcisista, machista, ambicioso y necio, aparecen titulados en pantalla en tanto Travis larga un monólogo que rompe la cuarta pared.
No es el único juego metatextual de la producción. Quentin Tarantino aporta lo suyo con una voz en off sarcástica y lista para lanzar insultos cual Federico Luppi. “Es tu dinero y su maldita cuenta bancaria”, recuerda el narrador que subraya los pormernores y desnuda al elenco de esta historia. Aunque la presencia de QT es elocuente, Super Pumped se asemeja al estilo de otro realizador: Adam McKay. Sobrevuela aquí el sentido malicioso del autor de No miren arriba y La gran apuesta con diálogos y apuestas estéticas filosas (personajes que hablan a la cámara, el montaje acelerado, referencias poperas y sobreimpresos). La segunda temporada de esta propuesta se dedicará a Facebook, paradójicamente, es la compañía que tuvo a La red social (David Fincher; 2010) como iniciador de este patrón.
Estamos en la cresta del subgénero de drama tech. Super Pumped se estrenó con poca diferencia de otros títulos sobre startups hechas a imagen y semejanza de geeks agresivos, revolucionarios e inmorales (WeCrashed –WeWork- y The Dropout –Theranos-). Mención aparte para el soundtrack que apela a Judas Priest, Queen, Beyoncé y especialmente Pearl Jam. Los de Seattle funcionan como un leitmotiv gracias a temas como “Rearview Mirror”, canción que refiere a dar un paseo en auto, emanciparse a fuerza de palizas sin dar gracias ni pedir perdón.