Nuestra coalición de gobierno, el Frente de Todes, como todas las coaliciones del mundo, está integrada por fuerzas políticas distintas, con diversas tradiciones, ideologías, y peso específico. Ese tipo de conformación heterogénea se da tanto en coaliciones de izquierda, como de derecha o centro. A sus integrantes, ya se trate de corrientes progresistas, reaccionarias, o conservadoras, lo que las liga, fundamentalmente, son los intereses comunes que defienden, y también los enemigos que tienen en común.
A cualquier seguidor de la realidad política argentina durante las últimas décadas le resulta sencillo distinguir dos grandes bloques en pugna. Uno de derechas, el bloque neoliberal, del que a grandes rasgos podemos decir que defiende los intereses de los grupos dominantes, y que consiste en un variopinto conglomerado de expresiones que van desde el centro moderado hasta el neofascismo. Lo que tienen en común es su indisimulable odio visceral al peronismo y al kirchnerismo. Y el otro, un bloque que podríamos llamar nacional y popular, que va desde la izquierda hasta el centro, pasando por el progresismo.
En ambos bloques existen contradicciones internas que no son menores, pero que son más disimulables cuando no se es gobierno. Además, la derecha cuenta con la enorme contribución de las grandes empresas de comunicación, que por medio de sus tapas, editoriales y zócalos televisivos, terminan disciplinando las divergencias políticas, y dejando en evidencia que quien manda allí es el poder económico.
En nuestro frente de gobierno, el debate pareciera no tener fin. Por el contrario, escala día a día a cielo abierto, con la excusa de que el debate debe darse de cara a la sociedad.
Las democracias del mundo, y la argentina también, sufren crisis de representación, participación e insatisfacción ciudadana. No es que la mayoría del pueblo pida debatir, sino que exige soluciones a sus problemas concretos. Lo que sí es novedoso aquí, es que el pueblo asiste angustiado al espectáculo de cómo cotidianamente “debaten ideas” quienes deberían estar poniendo toda su energía en resolver los dolorosos problemas sociales.
No olvidemos que, con sus luces y sus sombras, este sigue siendo nuestro gobierno, y que, si no cerramos filas más temprano que tarde, estaremos dejando a nuestro pueblo pobre en manos de la peor derecha. Todavía estamos a tiempo de evitarlo. Solo depende de que actuemos con un mínimo de sensatez política.
El autor de la nota es dirigente socialista, ex diputado nacional y ex vicejefe de Gabinete.