Cristina Kirchner como jefa legítima del movimiento hizo una maniobra táctica para ganar las elecciones, eligiendo a alguien que, como ella mismo lo afirmó, no gozaba de una gran representación política. El asunto clave es que en la maniobra táctica estaba en juego designar un jefe de Estado. La maniobra fue tácticamente hecha con un gran sentido de la oportunidad y el resultado lo demostró. Pero la designación de un Jefe de Estado nunca se reduce a una maniobra táctica. Luego debe ser pensada como se institucionaliza la decisión en términos estratégicos.
Este segundo paso no solo no pudo ser pensado, sino que se transformó en un síntoma donde todas las diferencias reprimidas retornaron en la escena del Frente de Todos. Y para esto no fue necesario que aparecieran las diferencias con respecto a la Deuda o a las grandes fortunas. Desde un comienzo se transmitía con claridad, tanto en la militancia como incluso en Cristina, unas reservas clarísimas con respecto al Presidente. Como si su función no hubiera sido nunca autorizada y no pudiera tener autonomía alguna con respecto al Movimiento que lo designó.
En definitiva se trataba de que el Presidente fuera una figura evanescente, la que una vez elegida se borrara a sí misma. Hasta el punto de generar situaciones curiosas, inéditas, donde ser kirchnerista auténtico implica mostrar todas las diferencias con el Presidente, que se había elegido, incluso con la mayor nitidez posible.
No discuto en este breve comentario el fundamento de las criticas, pero en la medida en que se ha iniciado un "debate", sí considero urgente como se resuelve un problema grave ya que afecta a la relación estructural entre el movimiento nacional y popular en su relación institucional con el Estado.
Se suele comentar que el Presidente está dilapidando el gran legado kirchnerista.
Sin embargo, si no se dispone claramente de cuáles son los límites y consecuencias del despliegue y la duración del debate, se ingresa en un terreno incierto, o el debate, tal como se suele afirmar, fortalece el proyecto o el desgaste del legado se prolonga ahora con más fuerza destructiva.
Recientemente el jefe de la derecha habló de "erradicar" definitivamente al peronismo. Es muy fácil deducir la política del terror que anuncia está formulación que está acompañada de un gran apoyo internacional.
Por último, un verdadero proyecto popular que se proponga efectivizar el antagonismo con los dispositivos del poder neoliberal, exige una articulación de distintos sectores heterogéneos, o en otros términos, es clave la construcción de una mayoría popular conducida con claridad frente a la "guerra de posiciones" en la que se despliega la derecha ultraderechista. Hay que tener en cuenta esta cuestión crucial para orientar el debate en el que estamos incluidos.