Desde el 3 de junio de 2015 Ni Una Menos se caracteriza por ser una marcha de la palabra en oposición a las marchas del silencio. No se trata de un duelo colectivo por las mujeres asesinadas (254 durante 2016, según las cifras de la Oficina de la Mujer, de la Corte Suprema de Justicia de la Nación), ni de cuerpos blindados frente al dolor y la ausencia, sino de un barullo con rabia pero también con tambores y cantos que hacen fiesta. La primera vez, fue un gran conversatorio donde los abusos callados, los acosos naturalizados y los maltratos permanentes podían decirse en voz alta. En su tercera versión (y después del paro del 19 de octubre, el 8 de marzo y las asambleas en Plaza de Mayo posteriores al femicidio de Micaela García) se leyó un documento extenso y con un fuerte contenido político, social y económico y los carteles, consignas, cantos y remeras mostraba a una marea de manifestantes que busca hacerse escuchar.
La versión de “Despacito” que inventaron las chicas de ATE dice: “Ni Una Menos /Las mujeres todas Vivas Nos Queremos/ Vamos a luchar porque se lo debemos / A todas las pibas que nunca volvieron”. La explosión de una movilización que es puntapié mundial del movimiento global de mujeres tiene largos pasitos en la historia de los Encuentros de Mujeres y encuentra un antes y un después del 3 de junio del 2015. Pero, además, ya no acepta ir tan despacito, sino más bien avanzar (como dice la canción “primero despacio, después salvaje”) con decisión hacía adelante no solo contra la violencia histórica, sino contra la reacción machista frente a la autonomía, la llegada al poder y la salida a las calles de las mujeres y otras identidades sexuales. El hit, reversionado en clave feminista, refleja el modo popular, masivo y diverso de una convocatoria que homenajea a cada una de las víctimas de femicidios pero que no solo pelea contra la punta del iceberg, sino contra todas las violencias machistas.
Ni Una Menos fustigó, con la voz de la pionera locutora Liliana Daunes, desde el palco en Plaza de Mayo, a quienes culpan a las mujeres que salen a la calle por la violencia machista que ataca, más fuertemente, a las mujeres que se quedan en sus casas (ya que ocho de cada diez víctimas muere en su hogar, según la Corte Suprema de Justicia de la Nación). Contra todo intento de desazón, la integrante de Ni Una Menos (NUM) Pía López escribió en su muro de Facebook: “A veces escucho la pregunta: ¿para qué sirven las marchas cuando los reclamos no se cumplen y las situaciones no se modifican? Digo: para construir fuerza común, reconocernos iguales, generar hospitalidad para nuestros dolores y alegrías, salir de la marcha no para volver a un encierro privado sino para construir otra vida. Eso pasa con las marchas de mujeres. Por eso, van cambiando su fisonomía y cada vez es más claro que hacemos potencia del duelo. Que miramos hacia atrás y vemos a las Madres pero que eso es imaginación de futuro. Una movilización funda su después, lo ampara, lo hace posible. Por eso, entre una y otra se multiplican los grupos feministas, las redes de cuidado, los colectivos. Ayer marcharon por primera vez embanderados los Hijos e hijas de genocidas. Los parió la marcha contra el 2x1. Que estuvieran con nosotras ayer es fundamental. Lxs mueve el deseo. Nos mueve el deseo”.
También Verónica Gago, de NUM, sintetizó la sensación de un bordado que no intenta poner paños fríos al dolor, sino ser transformador: “Otra vez una plaza feminista multitudinaria. Es una más en un tapiz corto pero intenso y múltiple: son las plazas que volvieron a hacer posible que se pronuncie, se escuche y se aplauda con el cuerpo entero la palabra revolución”. Desde Twitter la cantante Sandra Mihanovich, ícono de la libertad y diversidad, con el himno “Soy lo que soy”, desde los ochenta, contó como la transformación también le llegó a ella. “Yo siento por primera vez en mi vida que no hay otra que ser feminista. Es un camino largo. Pero no hay otro. Ese es el que hay que caminar”. Mientras que la periodista deportiva Ángela Lerena reivindicó el efecto de una larga lucha a lo largo de la historia: “Hasta hace 70 años, las mujeres no podían votar. Hasta hace 120, no podían ir a la universidad. Los cambios se conquistan. #NiUnaMenos”.
Sin embargo, en Twitter, la reacción crítica estuvo dirigida a la politización de la marcha. “En qué momento la marcha de Ni Una Menos se convirtió en un acto político. Se olvidan de defender lo más importante, a las mujeres”, disparó Diego Poggi, columnista de redes sociales en TN que encarnó la crítica a la multitudinaria y diversa marcha feminista como si la política ensuciara su marea de consignas. El periodista Juan Agosto contestó a las objeciones por portación de política: “Al parecer seguiremos viendo gente que se va a agarrar de algún lado para criticar al movimiento más plural del momento. Como no prendió la idea de acusarlas de feminazis, ahora salen con que las marchas se politizan. Siempre habrá algún boludo que se agarrará de una foto, de una bandera o de una consigna para decir que “mancha” lo otro. No solo no lo mancha, lo enriquece. Pero el objetivo de la crítica es herir la convocatoria, aunque lo disfracen. No van a poder. #NiUnaMenos tiene algo único: su absoluta pluralidad ideológica y la convivencia pacífica en marchas en pos del interés superior”. Por su parte, Andrés Snitcofskyþ interpeló a los varones a dejar de dar recetas de la buena lucha a las mujeres y, en cambio, autoreflexionar sobre la masculinidad que siempre tiene la posta: “¿Mis congéneres que tienen tan claro como tienen que combatir las mujeres el machismo, se les ocurre como combatirlo nosotros?”.
La periodista Ingrid Beck también devolvió los prejuicios sobre la marcha del 3 de junio con el mayor latiguillo de prejuicio hacía las mujeres violadas: “Leo que la marcha de ayer tenía la pollerita muy corta”. Mientras que Valeria Sampedro rescató la diversidad y pluralidad de una marcha multitudinaria: “#LoPersonalEsPolítico. Por eso las banderas, por eso las distintas y múltiples expresiones. Eso es #NiUnaMenos. Muchas. Distintas. Cada vez más”. El humor también fue una estrategia de respuesta: “Las feminazis no me representan, más bien me excitan”, escribió la comediante Flora Alkorta. Antonio Santa Anaþ ironizó: “Leo quejas de que la marcha de hoy fue política. Sorpresa. Creí que bajo la consigna el Estado es responsable se ocultaba algo aeróbico...”.