“El mundo se les revela a los que van a pie”, dice Werner Herzog en su Manual de supervivencia. Un mundo que es natural y complejo al mismo tiempo, cuya vitalidad consiste en la persistencia de un peligro que no se extingue, que late en las profundidades de su misterio y su verdad. Ese mundo del que habla Herzog en su cine y sus escritos, ese que se descubre caminando, pisando firme en la tierra y las aguas estancadas, es el que aparece en el corazón de Capitán Fantástico. Un mundo situado en los bosques al noroeste del Pacífico en el que sus habitantes circunstanciales son una familia nómade de hippies tardíos y sus verdaderos dueños son el viento y la luz que lo atraviesan. Cazadores furtivos, escaladores intrépidos, rebeldes sin remedio que miran el entorno con el espíritu arrebatado por el descubrimiento, un padre y sus seis hijos construyen allí su propio ceremonial de supervivencia, guiados por el recuerdo de una madre ausente, por las imposiciones de un aislamiento tenso y cuestionado, y por la amenaza de un exterior corporativo y tecnológico. Escrita y dirigida por Matt Ross (veterano actor secundario de películas como Contracara o El aviador pero hoy conocido como el CEO vengativo y odioso de la serie Silicon Valley de HBO), Capitán Fantástico logra mirar de la manera más honesta posible la historia de un hombre que ha decidido vivir al margen del sistema, de las corporaciones que lo rigen, y de ese entramado que todos llamamos civilización. En esa encrucijada entre pertenencia y rebeldía, entre normativa e individualismo, se encuentra el desafío de Ben, el padre de esa familia, y el de la película.
La historia comienza cuando el hijo mayor de la familia, Bodevan (nombre único y extraño, como los que llevan cada uno de los hermanos) realiza su rito de iniciación en la vida adulta como un superviviente, enfrentado a los peligros de la caza y a la fiereza de su propia animalidad. En ese inicio, junto con la madurez del joven Bodevan, arriba una mala noticia: Leslie se ha suicidado. Leslie es la esposa de Ben, madre de sus hijos, internada desde hacía varios meses en una institución psiquiátrica. Esa tragedia sacude a la familia de su comunión con el entorno y los expulsa a un viaje imprevisto hacia lo desconocido: la vida urbana, el funeral de su madre bajo un rito que ella no deseaba, y los interrogantes que sobrevienen con ese cambio que implica la muerte y la socialización. Esa atmósfera mística, que inundaba la vida en la selva, de pronto se desvanece ante el contacto con una realidad dolorosa e ineludible. Y la figura de Ben, padre, maestro y autoridad de ese pequeño microcosmos, se resquebraja frente a sus propias inseguridades, al asedio de la culpa, al compromiso frente a una verdad cuya presencia no puede ser ignorada. El viaje que la familia emprende no solo supone para los hijos el descubrimiento de ese mundo ajeno del que desconocen los códigos, sino que implica para Ben el encuentro con los verdaderos límites de su propia utopía, carcomida por una curiosidad de la que ni él mismo se encuentra exento.
El Ben de Viggo Mortensen podría ser un hombre herzoguiano, si es que eso existe. No como el Klaus Kinski de Fitzcarraldo, al borde de la locura y el desmadre, pero sí como alguien que posee una imaginación visionaria, que es capaz de perseguir un sueño condenado al fracaso, como alguien que resiste, que carece de pasado porque lo ha abandonado o lo ha perdido, que inicia un viaje sin rumbo fijo, como una prueba, como una lucha solitaria. Ben porta una desesperación silenciosa que lo hace protagonista de una epopeya nacida de esa incomodidad a la que el mundo conocido lo ha condenado. Y, pese a todos los reveses, nunca la abandona, ni en los momentos más inciertos. Ben podría haber sido el mero arquetipo de un progre fundamentalista, cultor de las consignas de Noam Chomsky, de una alimentación saludable y de una permanente conexión con la naturaleza. Sin embargo, Mortensen y Ross, actor y director, lo dotan de una humanidad difícil de definir. Sin dejar de lado su consistente liderazgo y su convincente despliegue argumentativo, Ben se revela lleno de humor y cariño, de contradicciones, de dudas y miedos inconfesables, solitario al frente de una familia que lo es todo para él pero que aún así nunca termina de comprenderlo.
Hay un momento crucial que define el espíritu de la película. Y es la relación con la muerte de Leslie y, puntualmente, con su cadáver. El destino del cuerpo de los muertos, el respeto de sus deseos, el honor a su memoria, define un orden moral por el que Ben lucha hasta las últimas consecuencias. Ben entiende que la vida es conflicto y está dispuesto a abrazarlo, a dar esa batalla subterránea que no necesita de fusiles y estridencias sino que se da en el terreno de los pequeños actos cotidianos. En un descanso de ese largo viaje a Nuevo México, hacia la casa de sus suegros, Ben estaciona la casa rodante en la que viajan en una plaza y sale desnudo a tomar ¿¡mate!? y un poco del aire fresco de la mañana. Una pareja de ancianos pasea desprevenida y, ante la evidente desnudez de Ben, la mujer se siente obligada a taparse los ojos. “Es un pene”, dice él. “Todos los hombres tienen uno. Todos somos animales de la tierra”. Ese pequeño gesto, como también el vestirse con un traje colorido para el responso formal que preside su suegro, o el ataque cardíaco fingido en pleno supermercado para que sus hijos puedan robar algo de comida, exceden lo simbólico. Ben pone su propio cuerpo al conflicto, lo lleva impreso en su piel, lo porta en su caminar, en su presencia concreta y vital. Como la naturaleza de Herzog, Ben está ahí, no se reduce a representaciones ni normativas, es invasivo, omnipresente, un poco loco, pero nunca utilitario y calculador. Sus sueños pueden ser inalcanzables pero nunca son ridículos. No hay cinismo ni burla en la mirada de Matt Ross. Puede mostrarnos lo difícil que es para Ben vivir de acuerdo a sus ideales, a sus principios, a esa moral que define su mundo. Pero nunca menosprecia esa voluntad de seguir adelante, de verse impulsado por deseos que solo pueden realizarse en tanto seguimos trabajando por ellos.
Se estrena Capitán fantástico, la nueva película de Viggo Mortensen
La vida en los bosques
Este artículo fue publicado originalmente el día 20 de noviembre de 2016