“En mi experiencia, releer un libro que fue importante para mí en épocas pasadas se parece a tenderse en el diván del psicoanalista. De pronto, la narrativa que durante años he atesorado en la memoria se ve puesta en tela de juicio, y de manera alarmante.” Así comienza Cuentas pendientes. Reflexiones de una lectora reincidente, de Vivian Gornick, editado por Sexto Piso y traducido por Julia Osuna Aguilar.
La escritora, nacida en Nueva York en 1935, explica al principio del libro que en él “hay frases, párrafos, pasajes enteros incluso, que en su origen aparecieron en otras publicaciones mías. Me he tomado la libertad de ‘fusilarme’ a mí misma, por así decirlo, precisamente porque el tema de este volumen es la relectura, y me ha resultado útil ‘releerme’ al haber cambiado el contexto en el que aparecieron por primera vez los pensamientos grabados en estos pasajes. Deseo sinceramente que esta práctica no desconcierte a los lectores”.
En Cuentas pendientes, Vivian cuenta su recorrido en el periodismo desde sus primeras letras en el Village Voice en 1969, desde donde militó por el feminismo hasta convertirse en una de las voces más representativas, hasta sus artículos en The New York Times o The Nation. “A finales de 1970 un redactor del Voice me dijo: ‘Hay una concentración de las del movimiento de liberación de la mujer en Bleecker Street. ¿Por qué no te acercas a investigar?’. En cuestión de días conocí a Kate Millett, Susan Brownmiller, Shulamith Firestone y Ti-Grace Atkinson.”, dice Vivian en el libro.
En 166 páginas, la autora también de Apegos feroces y La mujer singular y la ciudad, recorre obras clásicas de la literatura universal y las relee a la luz del movimiento feminista. “Allá donde miraba veía sexismo: crudo y brutal, ordinario e íntimo, antiguo y omnipresente. Lo veía en la calle y en el cine, en el banco y en la frutería. Lo veía al leer los titulares, cuando cogía el metro, cuando me sujetaban la puerta para pasar. Y, lo más importante de todo, lo veía en la literatura. Al volver a muchos de los libros con los que me había criado, vi por vez primera que la mayoría de los personajes femeninos que los habitaban no eran más que monigotes carentes de sustancia y alma, que solo estaban allí para impedir o propiciar las peripecias del protagonista, que hasta entonces no había caído en la cuenta de que era casi siempre un hombre.”, escribe.
Cuentas pendientes entreteje la crítica literaria con las memorias de Gornick y vuelve a demostrar que, como ha dicho el movimiento feminista “lo personal es político”: “en nueve paradas, la autora de Apegos feroces relata cómo a lo largo del tiempo fue identificándose con distintos personajes de la novela Hijos y amantes de D.H. Lawrence, analiza el concepto de feminidad en las novelas de Colette, se cuestiona la veracidad de la memoria en El amante de Margarite Duras, y explica por qué siempre que lee a Natalia Ginzburg ama un poco más la vida”, se lee en la contratapa.
Leer a Gornick es comprendernos un poco más a nosotras mismas, distinguirnos en la mirada colectiva y desnaturalizar lo que parece que viene ya dado: “Cuentas pendientes es la celebración de la pasión de Vivian por la literatura, un homenaje a la lectura como forma de conocerse a una misma, una y otra vez, y sentir ‘el poder de la Vida con mayúsculas’. Pero, ante todo, es la oportunidad de reencontrarnos con la Gornick de siempre, con esa voz que tanto amamos y admiramos: valiente, incisiva y capaz de mirarse a sí misma”.