Guillermo De La Fuente siempre se interesó por la historia y las culturas antiguas. Al terminar la secundaria, a fines de la década del 80, con su título de perito mercantil bajo el brazo, decidió que iba a estudiar arqueología. En aquel momento, sólo había dos universidades que dictaban esa carrera y estaban en lugares distantes: La Plata y Catamarca.

La Universidad Nacional de Catamarca (UNCA) tenía un plan de estudios que a De La Fuente le resultó más atractivo y así ahí dirigió su destino. Recorrió miles de kilómetros desde su Bahía Blanca natal para estudiar esa carrera que aún hoy se cuenta entre las no tradicionales.

Una vez recibido, a fines de 1996, orientó su estudio hacia la alfarería prehispánica. La cerámica “es uno de los materiales arqueológicos que mejor se conservan y reflejan muchas características de la cultura de la cual surgieron”, explica.

Desde hace cinco años integra junto a otros 15 investigadores provenientes de diversos países, el equipo que participó en el análisis de restos de cerámica encontrados en cuevas ubicadas en la ladera occidental del Mar Muerto. Se trata de un territorio disputado por Palestina e Israel, y cercano a las Cuevas de Qumram, donde se hallaron los famosos rollos del Mar Muerto, más de 900 manuscritos que sirven de testimonio de los textos bíblicos más antiguos que se conocen. “Nos resultó fascinante participar de esta experiencia porque pasamos de la alfarería prehispánica a la alfarería del Mar Muerto”, cuenta el arqueólogo.

El equipo fue liderado por el profesor danés Kaare Rasmussen, con quien De La Fuente viene trabajando desde hace más de una década a partir de su labor como director del Laboratorio de Petrología y Conservación Cerámica de la UNCA.Cómo parte de esa actividad, Rasmussen envío fragmentos de cerámicas hallados en las cuevas para que sean analizados en el laboratorio.

El análisis constó de dos fases: primero, se realizaron cortes delgados a las piezas para un análisis mineral a través de técnicas de la petrografía y luego, se procesaron esos datos a través de la espectrografía infrarroja, que permite identificar sustancias químicas presentes en las muestras. “La conclusión a la que arribamos es que estas cuevas sufrieron una ocupación esporádica en el año 70 d.C. en el marco del sitio de Jerusalén durante las Guerras Judeo Romanas. Allí se refugiaban personas de origen judío, que escapaban de la guerra y que luego siguieron su camino”, sostiene De La Fuente.

El arqueólogo llegó muy lejos en ese camino que lo llevó de Bahía Blanca a Catamarca hace ya treinta años. Desde el momento en que empezó a estudiar arqueología vive en esa provincia del noroeste argentino, región donde afirma “está más presente la arquitectura tradicional en forma monumental. Se pueden contemplar vestigios en superficie de poblados enteros”.

Luego de realizar una maestría en el Rieino Unido sobre caracterización química de la alfarería, De La Fuente regresó al país para cursar un doctorado. “Tuve la oportunidad de quedarme en Inglaterra para seguir estudiando, pero decidí volver a estudiar acá”, recuerda.

La llegada de la crisis de 2001 y la desfinanciación que provocó en las universidades hicieron que De la Fuente postergara por unos años el doctorado que pensaba cursar y comenzara a capacitarse en petrología – disciplina que estudia las rocas, pero cuyos métodos se aplican a los cortes de la alfarería- de forma independiente. “Durante ese período generé un pequeño laboratorio con todo lo que aprendí, que hoy es el Laboratorio de Petrología y Conservación Cerámica de la UNCA”, rememora.

En la Universidad de Catamarca también desarrolló su faceta docente, que comenzó en 1993 como auxiliar de cátedra. En la actualidad, se desempeña como docente titular de la Escuela de Arqueología de la UNCA.