¿Quién habla hoy en nombre del psicoanálisis? No es una pregunta nueva, en el coloquio del '58 Lacan se hacía preguntas similares, como, por ejemplo, ¿quién analiza hoy? ¿cuál es el lugar de la interpretación? ¿cuál es la situación actual de la transferencia?, entre otras. De allí que surge su escrito "La dirección de la cura y los principios de su poder".
¿Por qué le preocupan estos temas a Lacan en 1958? ¿No podríamos preguntarnos hoy, en el 2022, exactamente las mismas cuestiones? ¿Qué nos responderíamos? Al ver, por ejemplo, psicoanalistas que hacen de su praxis un copy paste de lo que fue Lacan en vez de tomar la praxis, parafraseando a Lacan, como el readymade de Duchamp. Frente a tanta demanda, atravesando una pandemia o una pospandemia, ¿qué hacemos los analistas con eso? ¿repetimos esas frases porque “quedan bien”? ¿nos “subimos al banquillo”, transmitimos nuestra praxis? ¿qué lugar y cómo localizamos la transferencia con nuestros pacientes? En definitiva, ¿quiénes analizamos hoy?
En la actualidad los analistas contamos con varios espacios de formación y transmisión: universidades, hospitales, escuelas, grupos de estudio, etcétera. Sin embargo, la pregunta insiste. Son tantas y tan variadas las lecturas que se hacen de Lacan --y más aún de Freud-- que podríamos decir que el psicoanálisis se encuentra en una posición de heterogeneidad absoluta.
Este lugar le compete de cierto modo. Puesto que el psicoanálisis no es una práctica donde se pueda pensar en un para todos --a nivel universal- - aunque, como decía Colette Soler, sí podemos propiciar que muchos cuenten con la posibilidad de toparse con un analista. Por eso es tan importante defender el psicoanálisis en los espacios públicos.
El lugar de la divulgación del psicoanálisis es otro cantar, porque ya no se trata de hacer clínica, sino de sostener a rajatabla la pregunta que nos hace vacilar: "¿Has actuado en conformidad con el deseo que te habita?”[1]. En la divulgación se sostiene esa pregunta a veces con formas literarias no convencionales, de escritura más de tipo “informal”, que pueden ser más o menos "llevaderas" para que aquel que nunca se encontró con un analista, pueda sentirlo más cercano y sacarle el polvo añejo que muchas veces --no siempre-- le deja el espacio académico.
La práctica del psicoanálisis no se adquiere en ninguna universidad, tampoco en las escuelas. Estos son y serán espacios de estudio que nos sumarán aprendizajes en la medida en que pongamos a punto caramelo nuestro deseo de analista. Deseo que, parafraseando a Lacan, ni la novia más bella puede contra él.
Será de interés para los analistas sostener la rigurosidad que comporta el psicoanálisis, pero no su ortodoxia, ni las banderas académicas/de escuela que llevan a elevar al psicoanálisis a lugares de un gran Otro, despojándolo de su espacio: el no saber. La práctica del psicoanálisis no sabe lo que sabe, como el inconsciente, es un saber no sabido.
Florencia González es psicoanalista. Autora del libro "Lo Incierto” (Ed. Paco).
[1] Lacan, J. El Seminario: La ética del psicoanálisis. Editorial Paidós, Bs. As: 2007.