Desde Barcelona

UNO Están los que se emocionan por la reciente y milagrosa aparición (si se la iban a perder) de San Bono & The Edge en el metro de Kiev). Están los sacudidos por lo de España en esa cumbre pasivo-agresiva subliminal-geopolítica de Eurovisión (con pop-de-cadera Janet/Britney/Jennifer/Beyoncé/Shakira & Co. de nombre Chanel cantando en spanglish-descarte como de laboratorio de latin-hits de Miami que "Llegó la mami / La reina, la dura, una Bugatti / El mundo 'tá loco con este body / Si tengo un problema, no es monetary / Les vuelvo loquito' a todos los daddie' /Voy siempre primera, nunca secondary / Apena' hago doom, doom con mi boom, boom /Y le' tengo dando zoom, zoom on my yummy"). Y están los que, como Rodríguez, sonríen porque hay nuevo disco de esos escoceses con nombre de libro francés: Belle and Sebastian.

DOS Y su décimo álbum anuncia claramente sus intenciones nostálgicas y reencarnantes hacia delante ya desde el título: A Bit of Previous. Algo así como un poco de lo anterior, un mirar hacia atrás pero sin perder de vista el ahora para seguir siendo lo que siempre se fue y lo que no se puede dejar de ser. Porque a diferencia de la mayoría, Belle and Sebastian desde sus inicios en 1996 (con el debut fantasma de Tigermilk y luego con los ya clásicos e influyentes If Your Feeling Sinister y The Boy with the Arab Strap) se sintió más que satisfecha de lo que era sabiendo que no podía ser otra cosa que eso. Tan buenos melodistas como The Beatles y tan excelsos letristas como The Kinks, estuvo seguro desde el vamos que lo suyo sería cantar y musicalizar un estado de ánimo que florece en la adolescencia y que, si se lo cuida como es debido, puede llegar a acompañarte por el resto de tu vida. Ese maduro infantilismo que muchos han dado en definir con la palabra twee (forma excelsa de lo sensible-afectado y, ya en el patio del recreo, de ese refinamiento un tanto agónico de saber que no se descollará en deportes pero se podrá conmover en las artes con la más indie de las --cuidarlas-- frágiles y perecederas pericias). Allí donde conviven los satoris de J. D. Salinger, las epifanías de Proust, los elencos de Wes Anderson, las angustias existenciales de Charlie Brown & Co., las correrías a los golpes de Antoine Doinel, las novelas (no las canciones ni poemas) de Leonard Cohen, los pósters de The Smiths, Melody, lo de The Velvet Underground cantado por Nico. Himnos para nativos de los "United States of Calamity": chicos gozosamente sufridos y chicas que sólo quieren ser musas inspiradoras pero, también, participativas y más que parte del asunto. La película/manifiesto God Help the Girl, escrita y dirigida en 2014 por Stuart Murdoch (líder y principal compositor de la banda y alguna vez cuidador de iglesia, ocupación twee si la hay, y alguna vez aquejado por esa enfermedad definitivamente twee que es el síndrome de fatiga crónica) es de algún modo la síntesis modélica de un por momentos empalagoso pero irresistible credo que incluye a chicos tímidos y a chicas preciosas y bonitas chaquetas y vestiditos y chorus tan instantáneamente pegadizos y memorables atardeceres junto a las verdes orillas del río Clyde. (Y Rodríguez se pregunta si alguna vez flotará súper-grupo en el que Murdoch se transfusione con sus hermanos de sangre y angst Stephin "The Magnetic Fields" Merritt y Mark Oliver "Eels" Everett.) Así, a Rodríguez este A Bit of Previous le llega en el momento justo. Ya le fatigan las pequeñeces cósmicas algo Hallmark del WE de Arcade Fire y las grandezas domésticas de Belle and Sebastian le funcionan un poco como antídoto a tanta trascendentalidad sónica. Así, mientras que Arcade Fire arde en soberbias odas a cataclísimicos agujeros negros para millenials e hijos (los mismos que prefieren no enterarse que "As It Was", lo nuevo de Harry Styles, es un calco flagrante de lo viejo de Crowded House), el opuesto complementario Belle and Sebastian le tararea al fino arte de envejecer boomer con body enloquecido pero que ya no enloquece, con problema monetary (pero no de criptomoneda), cuidando de que la ropa no se arrugue y, en ocasiones, sintiendo vergüenza ajena por la propia vergüenza.

A veces (muchas) pasa, piensa Rodríguez con perfecto conocimiento de causa y efecto. Y, sí, la luminosa canción que abre la puerta para ir a cantar se titula "Young and Stupid".

TRES Y así Rodríguez no demora en cantar que "Estaba gritando en mi sueño / Estaba llorando sintiéndome débil / ¿Tenemos que sentirnos así? / Ayer no era así / Todo está bien cuando eres joven y estúpido / Todo es divino cuando eres joven y estúpido... / Ahora somos viejos con huesos que crujen / Algunos en pareja, algunos solos / Algunos con hijos, algunos con perros / Afrontando fatiga nocturna / Flashes en la mente / De cuando eras joven y estúpido / The mantienen abrigado por las noches... Dun-dun-dun, dun-dun-dun / Ooh ah, ooh ahh, ooh ahh...".

Y atención: A Bit of Previous (acaso el más compact de sus discs desde aquel The Life Pursuit del 2006 y donde brillaba esa favorita de Rodríguez que es "Dress Up in You") se inscribe en ese nuevo subgénero del pop que es, sí, el covid-record. El disco compuesto y registrado en confinamiento (y el primero en haber sido grabado al completo en su natal Glasgow desde 1999) expresando el deseo de volver a juntarse y pisar las calles nuevamente con la renovada génesis luego de un sentir apocalíptico que se continuará en el próximo episodio. Así, A Bit of Previous es lo más claramente conceptual en todo el canon de Belle and Sebastian. Y no se conforma con ser otra exploración del mismo sentimiento (el ya ser grande sin dejar de sentirse pequeño) pero sí complace siendo un poco de todo lo anterior. Así, "Young and Stupid" cierra con un outro hablado y un "Nada importa" más sabio que nihilista. Y la idea se continúa en "Talk to Me, Talk to Me" y en la individualísticamente patriótica (uno como país de uno) "Do It for Your Country" predicando carpe diem en tiempos más bien nocturnos. Y todo arropado con arreglos --sintetizadores, petit orchestra, euro-pop, mandolinas country-waltz, electronic de sutil voltaje, nubosos coros celestiales, dance-beat, flautas dulces y versos ácidos-- que no se privan de nada para abarcarlo todo arropándolo en florituras à la Burt Bacharach o histrionismo digno de Neil Diamond con máximas y mínimas cristiano-budistas profesadas por un cada vez más espiritual Murdoch. Pero sin abusar del meditado sermón ni perdiendo genio para el costumbrismo terreno y la picaresca finamente pecadora. Todo comulgando sin faltas ni penitencias en "Come On Home" (donde se ruega piedad tanto para ancianos como para jóvenes), "Sea of Sorrow", "Deathbed of my Dreams" y en "Working Boy in New York City" donde se receta/concluye: "Una vez que eres feliz y te conoces a ti mismo / La paz puede entrar en tu corazón / Y puedes tener un nuevo comienzo". Fácil de cantar pero difícil de creer. Y Rodríguez --no forever young pero sí always immature, nunca volver a los 17 sino no irse nunca del todo de allí, no atemorizado previsor sino valiente previo-- escucha y, sí, se promete intentarlo y a ver qué pasa o qué deja de pasar.

 

Mientras tanto y hasta entonces Dun-dun-dun, ooh ahh-ah-ah.