Extravagancias medievales
Entrega lo que promete, que no es poca cosa: Weird Medieval Guys, cuenta de Twitter con más de 120 mil seguidores, bucea entre manuscritos iluminados, tapices y otras formas de arte del Medioevo para detectar personajes… raros. Demonios inexplicables, humanos que no parecen de este planeta, gatos tocando la gaita, monjes leyendo con sus mascotas, un jabalí con pantalones, un esqueleto bebiéndose una copa, son algunos ejemplos posibles; sirve de pantallazo del contenido de calidad que comparte el creador o creadora de esta propuesta. Persona que prefiere conservar el anonimato y no tiene sin mayores ínfulas que entretener a sus lectores, dicho sea de paso. Algunos tan fanatizados, enfervorizados con esta cuenta (activa, por cierto, desde 2019) que su inventor/a recientemente solicitó que les envíen fotos de los tatuajes que vienen haciéndose con los extraños garabatos de la Edad Media. En charla con Bored Panda, dijo la misteriosa persona detrás de Weird Medieval Guys que existe “cierta noción persistente de que este período histórico fue muy solemne y sombrío para la humanidad: supersticioso, eminentemente religioso, represivo”. Sin embargo, viendo dibujos de un felino batiendo mantequilla o un conejo sosteniendo un hacha “es fácil imaginar al artista echándose unas risas”. “El humor salva las distancias”, postula el/la equis, y aclara que tiene cantidad de imágenes crudas, bastante gore del período, que ha elegido no publicar. “Bastante oscura y nerviosa anda la gente hoy en día para seguir echando leña al fuego”, arrima su reflexión sobre la selección de grabados o pinturas estrafalarias que aspiran a aligerar los ánimos. Por lo demás, aclara que no es medievalista de profesión, pero muchos de sus lectores sí lo son: “Me siguen verdaderos eruditos e investigadores del arte y la historia de la Edad Media, lo cual es muy halagador. Y en general, gente de todas las edades, de todas partes del mundo”.
Asistencia al freelancer
La gente de Groove –una aplicación de Estados Unidos que permite contactar con desconocidos para compartir metas laborales por el día, arengar al resto y cotejar resultados– sabe que han sido años difíciles para los freelancers. Al desgaste evidente que genera contar con ingresos inestables, se suma la sensación de aislamiento, el poco equilibrio entre ratos productivos y de ocio o el riesgo de caer en el sedentarismo. Para los que están podridos de hablar consigo mismos (o en su defecto, con sus gatos, perros, periquitos), están hartos de enviar la novena “versión final” de un trabajo para que le pidan una décima alternativa, por mentar algunos ejemplos posibles, Groove les propone una vía de escape, en clave vintage. Modesta vía de escape, que de ningún modo resuelve las desventajas de trabajar por cuenta propia, pero que intenta ayudar un poquito a los autónomos. “Transformá tu día en 60 segundos”, se viene arriba Groove, que ha creado una línea directa telefónica, a la vieja usanza, para que freelancers llamen cuando estén alicaídos y, así, reciban una dosis rápida de aliento, apoyo, inspiración. Si bien el número (1-833-HOTL1NE) se encuentra en los Estados Unidos, se puede acceder al servicio en el extranjero a través de plataformas como Skype. Cuenta con mensajes pregrabados, aunque también está la opción de conversar con el CEO y cofundador de Groove, Joshua Greene. “Alguien llamó una vez y charlaron durante quince minutos”, señala Brandy Cerne, del área de marketing, a la par que promete que irán actualizando los mensajes de audio para la gente que ya escuchó todo el repertorio edificante. “La meta, al final del día, es que encuentren en nuestra línea directa un reemplazo divertido a lo que podría ser un compañero piola de trabajo”, las palabras de Cerne.
Surrealismo del futuro
Lo pedís, lo tenés: tal pareciera ser la premisa de Dall-E, inteligencia artificial bautizada en honor al entrañable robotito Wall-E de Pixar y al pintor surrealista Salvador Dalí. Aún en proceso de desarrollo, la habilidad de este sistema es traducir simples indicaciones a imágenes, convertir las instrucciones de la gente en ilustraciones digitales que van desde estilos pictóricos de antaño hasta fotografías realistas. ¿Una nutria marina pintada como si fuera La joven de la perla, de Vermeer?, ¿un bol de sopa que parece un monstruo de lana?, ¿un grabado nipón a lo Ukiyo-e de ositos de peluche comprando víveres?, ¿un cuadro de un zorro sentado en un campo mientras amanece al estilo de Claude Monet? Obvio que sí, él puede: nada es imposible para Dall-E, que sigue refinando su talento (va por la versión 2) en pos de una mejor comprensión de lo que el usuario le pide, y de una mayor resolución de lo que él ofrece. Creada por la firma OpenAI, esta inteligencia artificial tiene –cómo no– cuenta de Instagram, donde va compartiendo sus piezas; muchas de ellas, inspiradas en mensajes directos que envía la gente, ansiosa por probar la app venidera. Sucede que, de momento, no deja de ser un proyecto de investigación que solo testea un grupo selecto de personas; no está disponible para el grueso de los terrícolas. Así lo explican desde las propias filas de OpenAI, contando que siguen estudiando “las limitaciones y capacidades de Dall-E”. Si alguien le pide que dibuje El grito (de Edvard Munch) sobre una montaña rusa, se queda papando moscas la IA, conforme se queja alguna que otra gente; que tampoco tuvo suerte –dicho sea de paso– al requerirle que haga una fotito donde se pinche con un alfiler, en el espacio, alguna escultura con globos de Jeff Koons. Todo llega, paciencia…
En el hogar del dulce señorito
Aunque la casita no tiene lavarropas ni aire acondicionado, sí promete wifi, galletas y té de cortesía, blanquería de primera, productos y electrodomésticos esenciales. Tiene tres dormitorios y un baño, y acepta hasta cinco invitados; el mínimo de reserva son dos días y cada jornada sale unos buenos mangos: 250 libras esterlinas, aunque, bueno, si se divide el monto entre varios… Al fin y al cabo, ¿quién les quita a los huéspedes lo bailado? Y por bailado, decimos: hospedarse en la casa del 25 Upton Green, en el barrio residencial Speke, en los suburbios de Liverpool, donde entre 1949 y 1962 vivió un muchacho llamado George Harrison. “Siéntate y toca la guitarra en la misma habitación en la que George, Paul y John ensayaron durante sus primeros años. Imagínalos saliendo por la puerta hacia un gig temprano, de su banda anterior, los Quarrymen. Escucha viejos álbumes de los Beatles en nuestro tocadiscos de pie retro, ¡dentro de la casa de un joven Harrison!”, puede leerse en el flamante anuncio de Airbnb posteado por Ken Lambert, actual dueño de la residencia. Por cierto: dado que hay pasado por varias manos y ha sido objeto de varias refacciones, poco queda de aquellos días, ¡salvo! las griferías del baño, el lavabo, un tramo de la escalera y las puertas de los armarios, conforme aclara con sumo entusiasmo el aviso. Lambert, de 48 años, es estadounidense y –a propio decir-– superfan de los Beatles. Cuando el pasado noviembre la histórica residencia salió a subasta, jamás imaginó que la suya sería la oferta más alta: pagó 171 mil libras. “Al principio quedé en shock al saberme el ganador. No soy un tipo rico que anda comprando propiedades; tan solo amo a los Beatles, sobre todo a George Harrison”, las palabras de este hombre que subraya, para que no queden dudas: “Él es mi Beatle favorito y quiero respetar su legado”. Decidió convertir el lugar en un museo-hotel tras observar que existen casas-museos de John Lennon y Paul McCartney, no así de su preferido de la mítica banda. “Una injusticia”, a decir del hombre que describe la experiencia de pisar por primera vez la casa como “un momento surrealista, una sensación extraordinaria”. Aunque vive en New Hampshire, Estados Unidos, planea visitar con frecuencia el lugar, que ya está amueblado –guitarras incluidas– para que solicitantes pasen la noche; o dos noches en honor a la precisión, un par de hard day's nights al alcance de algunas billeteras.