Descubrí a Yente y Del Prete, la pareja de artistas argentinos, gracias a un libro de pintura que encontré en un placard de Rivera, mi primer departamento compartido con amigxs, en el cual viví cuando me mudé a CABA desde las profundidades del oeste bonaerense. Luego en 2019, mi amigo Imanol me los recordó diciendo que mi obra tenía algo de estos artistas, que los investigara y que los tuviera cerca. Hace unos meses volvieron a aparecer en mi vida gracias a otro amigo, Cajita, que me sugirió que fuera a la muestra Vida venturosa que se inauguró en el Malba ese mismo mes.
Me acostumbré, como muchas personas, a ver reproducciones de pinturas y obras de arte famosas primero en libros, después en Encarta, con sus simulados recorridos por museos internacionales, y por último a través de las imágenes de Google. Ahora vemos artistas por todos lados, flotando en la nube de Instagram. Muy pocas veces me pasa de frenar y sentir o llegar a algún lugar de mi curiosidad y de mi sensibilidad más allá del like automático, producto de esa irrefrenable hiperproducción visual a la que estamos sometidos. ¿Cuánto tiempo puedo estar contemplando una obra dentro de un celular?
Por eso el domingo 20 de marzo, en un acto de necesidad, fui a buscar a la muestra de Yente y Del Prete la textura y la historia de esas pinturas que aparecían en el libro que descubrí hace algunos años en aquel placard. Sentí muchas ganas de querer extender mi mano hacia la materia, esa mano que puede tocar las cosas y entender la magnitud que emanaban las reproducciones de las pinturas. La obra en su tamaño real es la que empieza por sensibilizarme o hacerme preguntas. Estando cerca, parada ahí frente a ella y contemplándola en silencio. Toda esta experiencia me recordó a una reflexión que hace Byung-Chul Han en su último libro: “Sólo las narraciones crean significado y contexto. El orden digital, es decir, numérico, carece de historia y de memoria, y, en consecuencia, fragmenta la vida.”
Nos llevamos al museo, mis dos amigas y yo en bicicletas sobre Av. Libertador, después de tomar café y comer un tostado. Llegamos a la puerta y fuimos directo al nivel 2. Me puse a recorrer sola la muestra y ellas quedaron atrás conversando sobre La vida venturosa de Onofrio Terra d'Ombra, fantaseando con que la comprarían y la pondrían en el palier de sus casas, en esas casas hermosas que viven en nuestras fantasías, que imaginamos con un pasillo inmenso, con platitos preciosos de cerámica comprados en la mejor casa de antigüedades, esa casa en la que suena un vinilo de la banda de sonido de una película francesa, ese hogar con techos altos, repleto de plantas y con nosotras tomando vino vestidas de colores pasteles.
La obra que quería conocer y que comienza el recorrido es El abrazo de Del Prete pero podría ser de Yente porque cuesta un poco diferenciarlos. Fue pintada durante los años 1937 y 1944. Yo veo a una pareja fundida con piernas y brazos cruzados, una arriba de la otra con un gesto tierno y quizás algo oriental, entre blanco y negro/ying y yang, de espaldas y de frente al mismo tiempo. Al lado una reproducción geométrica del mismo acto o una noche con luna llena rodeando a alguien como una muestra de entrega y afecto. También podría ser una persona abrazada a sí misma o abrazada a su propia creación. El fondo me recuerda a otras de sus obras pero textiles, me recuerda a un tapiz quizás sin tanta dimensión del espacio pero con una sensación de calidez y de hogar. Tal vez esa misma casa que imaginamos con mis amigas.
Siento que algo de ese blanco y negro me lleva a la entrega y al tiempo, a nadar en las diferencias y en los posibles fracasos que pueden presentarse en el camino propio de la experiencia que es la vida: ese hilo que tanto usan Yente/Del Prete hacia una persona o hacia una obra propia.
Lloré y me emocioné durante varios momentos del recorrido. Las tres nos sentamos en un sillón del museo como si fuera nuestro living y conversamos sobre los modos en que nos vinculamos con lxs otrxs, hablamos sobre la feminidad, la fertilidad, congelar óvulos, ir a clases de teatro, descubrir nuestros deseos, sobre viajes, sobre cómo es ser mujeres de 30 años en este momento de la historia, y sobre otros grandes tópicos y etcéteras.
Ese día volví a casa y me esperaba Fede, mi compañero, para darme la mano otra vez en un momento que me daba mucho miedo y mucha incertidumbre y que a la vez me paralizaba. Lxs dos con tiempo, colores y texturas, como los que fluyen a través de los sonidos y las pinturas, nos supimos cobijar y fundirnos en un abrazo, posiblemente similar al de la pintura sobre la que escribo estas líneas. “La confianza, las promesas y la responsabilidad también son prácticas que requieren tiempo… Todo lo que estabiliza la vida humana requiere de tiempo…” me recuerda Byung-Chul Han. Ese tiempo que cada vez escasea más y que cada vez nos aleja más de las experiencias reales, materiales y verdaderamente sensoriales. Ese tiempo que progresivamente horada nuestra estabilidad y nuestra sustancia.
Macarena “Viva” Fatne es artista plástica, musicalizadora, y diseñadora gráfica. Nació en Zona Oeste de GBA en 1990. Actualmente se encuentra trabajando en su primera muestra individual de dibujos y pinturas y lleva mensualmente una residencia musical en Radio Rea. También es una de las dos creadoras de la fiesta conceptual “Discos completos”.