Había una vez otro rock: el lado B del rock, el under, lo subte, las catacumbas de la resistencia cultural en Rosario. El rock sobre el que escribieron Diego Giordano en Inéditos (2014) y Sergio Rebori, Giordano, Edgardo Pérez Castillo y otros en Generación subterránea (2016). Un rock de la memoria que para entrar en la historia necesitaba de unas materialidades como las que Rebori (ya más que un mero investigador o coleccionista: un crononauta) viene reuniendo para el Museo del Rock en Rosario. Así, el libro y la página facebook.com/museorockderosario lo vincularon a donantes y a tesoros salvados de limpiezas y mudanzas.
Aunque el museo no tiene aún sede estable, el jueves pasado se inauguró en Plataforma Lavardén (Sarmiento 1201), con un recital de Charly Bustos y sus amigos, la exposición Días de Wincofon (Los inicios del rock en Rosario). Con curaduría de Rebori y Pablo Grasso, la muestra reúne piezas de la colección del museo y algunos préstamos: un acervo de fotos, afiches y revistas, un verdadero túnel del tiempo que podrá recorrerse hasta el 20 de junio en la Sala de las Miradas.
El Wincofon era aquel tocadiscos de carcasa de madera u otros materiales, versión amateur de las bandejas para reproducir álbumes de vinilo. Algún guitarrista rosarino habilidoso lo supo desarmar para usar el parlante, en ensayos caseros que nunca llegaban al disco soñado y sólo muy raramente al recital en vivo, a menudo en ese mismo edificio: la Sala Lavardén, que este año cumple 90 y los celebra así. Con un rescate emotivo, como decía una mala traducción de los Stones.
"Cada objeto, foto o revista que está en la muestra tiene una historia atrás de cómo llegó a mis manos", dice Rebori ante una cúpula de madera coronada por un Beatle de bronce. "Este trofeo es del año 1970. Lo ganó el grupo Batallón Mermelada, que por ese entonces tocaban rock --cuenta--. Me llamó unos días antes de la muestra Carlos Elías diciéndome que me quería donar una pieza para el museo. No lo conocía personalmente. Fuimos a la casa de él y nos encontramos con esto".
Si uno estuvo ahí y fue parte de eso, y aún si no, emociona encontrarse con una entrada para el recital de Almendra en el estadio abierto de Newell's Old Boys, o con la colección no sólo de la revista Pelo sino de las revistas subterráneas que resistían a la dictadura: Rocksario, Smog, Desde la Jaula, y otras donde hicieron sus primeras letras periodistas como Horacio Vargas o quien escribe estas líneas.
Víctima de la censura de esos años pero con seguidores fieles a quienes invitaba por correo, el grupo Irreal, de Juan Carlos Baglietto y otros, fue legendario; pero sólo editó un cassette y un afiche con las letras. "Este afiche de Irreal es mío, lo conservo desde 1980. El dibujo es de David Leiva y acompañó la edición del único registro de audio que dejó Irreal: un cassette que recuerdo fui a comprar a la casa de Baglietto enfrente del Náutico. Me recibió con una sonrisa y nos quedamos tomando mate con la madre, éramos muy pibes, ingenuidad pura", revive Rebori, mientras un rostro conocido mira a una cámara desde una vitrina. "Esa vitrina donde ves a Poli (Román) está llena de fotos de él. Su viuda nos presta el material. Estuvo presente en la inauguración con Pily Ponce", dice, repasando los nombres de los pocos periodistas que se ocupaban de difundir bandas locales de rock como Pablo el Enterrador, Oasis y otras leyendas que fueron bien reales.