Boca, el que llegó a la final sin patear al arco; el equipo desorientado al que le cuesta encontrar juego; el que fue menos que Racing, Estudiantes y River según la opinión generalizada; el que recibe horas de críticas despiadadas en los medios, muy especialmente de los nostálgicos de Angelici; el que llegó al primer gol contra Tigre por un error del arquero; el que parecía perdido en la primera mitad del segundo tiempo; se consagró campeón en la Copa de la Liga.


O visto desde otro ángulo: Boca, el que tiene indudable jerarquía individual; el que fue respaldado una y otra vez por Riquelme; el que lleva cinco partidos sin recibir goles en este campeonato; el que ganó solidez y presencia con la vuelta de Carlos Izquierdoz; el que tuvo varios puntos altos en Frank Fabra, en Alan Varela, en Pol Fernández, en Luis Advíncula, en Agustín Rossi que respondió cuando lo exigieron; el que manejó la pelota en gran parte del primer tiempo y terminó a toda orquesta, le ganó a Tigre (que había eliminado a River y Argentinos) y obtuvo legítimamente y sin discusiones la Copa de la Liga.

El equipo de Sebastián Battaglia se puso en ventaja sobre el final del primer tiempo, en la última jugada, en un córner desde la izquierda. Le pegó Sebastián Villa apuntando al espacio que va del punto del penal a la entrada del área chica. Rojo saltó con los centrales de Tigre, llegó más arriba y le dio con la frente al medio del arco, no muy fuerte. Era pelota de Gonzalo Marinelli, pero el arquero puso las manos muy flojas, la pelota se le fue hacia su derecha y cuando le pegó el manotazo ya estaba medio metro dentro del arco. Así, en el momento menos pensando Boca se puso 1 a 0. Había tenido otras llegadas en las que pudo haberse puesto en ventaja antes: un violento tiro libre de Villa a los 12 minutos salvado por Marinelli que esa vez sí respondió muy bien y un remate de Darío Benedetto que llegó a la red, a los 17, pero invalidado por una milimétrica posición adelantada del centrodelantero de Boca, marcada por el juez de línea y confirmada por el VAR después de una innecesaria espera.

En esos 45 iniciales Tigre había hecho muy poco para inquietar a Rossi, apenas un cabezazo de Víctor Cabrera en una jugada de pelota parada. En el arranque del partido dio la sensación de que el equipo de Victoria iba a presionar muy arriba, como lo había hecho Racing, pero no le duró mucho. Un par de desbordes de Salvio y la presencia de Villa por la izquierda le bajaron las revoluciones. Boca fue más en la primera parte y merecía la ventaja parcial, pero en el inicio del segundo tiempo y hasta los 67 parecía que se daba vuelta la taba. Crecieron Sebastián Prediger y Ezequiel Fernández y la pelota empezó a rondar los pagos de Rossi. Pudo marcar Mateo Retegui en un remate cruzado que salvó muy bien el arquero y hubo un par de jugadas más que quitaron el aliento de los hinchas de Boca, pero exactamente a los 67 Frank Fabra metió un bombazo impresionante entrando como diez y liquidó la cuestión. El gol y el mazazo fueron tan impresionante que desarmaron por completo a Tigre y le dieron a Boca la posibilidad de retomar el control del juego y hasta ponerle el moñito a la victoria con un cabezazo de Luis Vázquez, tras un tiro libre de Villa.

En estos días los jugadores de Boca dirán una y otra vez frases como: “No somos tan buenos cuando ganamos y ni éramos tan malos cuando no lo hacíamos”. Como sea, no hay nada de tiempo para festejar; el jueves próximo tendrán que ganarle a Deportivo Cali para seguir con vida en la Copa Libertadores.