“Las cosas empezaron a ponerse lentas entonces”, admite Lee Fields sobre esa época, en la década del 80, en que su carrera en el mundo de la música profesional parecía realmente acabada: “La verdad es que hubo un momento en que realmente pensé que estaba acabado; pero nunca sabemos cuáles son los planes que Dios tiene para nosotros, ¿no?”. Pocas estrellas dentro del mundo de espectáculo resultan tan humildes a la obra de conversar como Lee Fields, un auténtico hombre de fe tal como lo atestigua su excelente disco Faithfull Man, un verdadero clásico del soul actual que confirma sus virtudes como cantante: como si se tratara de un James Brown redimido, mucho más bonachón y místico, Fields tiene el don de darle a cada palabra que canta esa intensidad emocional que siempre caracterizó a los grandes cantantes de un género que si permanece vigente es porque aún sigue siendo el modelo sobre el que se desarrolló la canción pop moderna tal como se la conoce.

Claro que su parecido, tanto musical como físico, con El Padrino del Soul también le trajo a este hombre nacido en 1950 en Green County, North Carolina algunos problemas, tanto de identidad como artísticas: aunque en sus inicios todo confabulaba para que solo llegara a ser un excelente doble del autor de “Sex Machine” (su primera grabación, de 1969, fue incluso un cover de “Bewildered”), este hombre al que incluso apodaron en sus inicios como “Little JB” tardó años en encontrar su propia personalidad.

Fue recién a partir de 1973 (año en que editó Let’s Talk it Over, su cuarto single y un tema de su autoría) que su personalidad empezó a florecer. Resulta bastante sorprendente cómo maduró aprovechando al máximo las dificultades que tuvo en más de medio siglo de vida: “Fue en 1973, cuando conocí personalmente al verdadero James Brown que comprendí que el mundo no necesitaba a alguien que lo emulara. El fue muy amable, pero más allá de lo que hablamos yo entendía que me tenía que volver original. James Brown me sigue inspirando, como también me pasa con Otis Redding, Sam Cooke, Bobby Womack o Solomon Burke. Pero yo tenía que ser yo”.

Basta comparar alguno de sus hits de mediados de los 70’s (como el exuberante “Funky Screw”, que no desentonaría en los discos de Brown de la época) con cualquiera de los discos que grabó en los últimos tiempos junto a The Expressions, su banda estable desde que editaron el disco Problems en el 2002 para entender que el hombre realmente logró descubrirse a sí mismo: “Creo que cada uno tiene que disfrutar ser quien es en vez de intentar imitar a alguien; por eso, aunque los conozco y los admiro nunca intenté trabajar con Maceo Parker o Fred Wesley. Para mí fue muy importante haber conocido a Leon Michaels (también productor de artistas de Hip Hop como Jay Z o Ghostface Killah, de Wu Tang Clan). El tiene mucho que ver con todo esto, es un tipo increíble y me resulta muy fácil trabajar con él. Es un tipo muy responsable y creo que realmente fue la persona correcta en el momento indicado”. Y aunque en la década del 90 su carrera empezó claramente a repuntar y a llevarlo a girar por el mundo, fue el revival del género que suscito el éxito de Amy Winehouse lo que le permitió a Lee lograr (al igual otros veteranos geniales como Charles Bradley y Bettye LaVette), volverse mundialmente exitoso ya siendo sexagenario. Quizá sea esa la razón de su gratitud hacia un destino que tiene mucho del Sueño Americano, escapándole con elegancia a esos concursos abominables de los que salen estrellas tan frías como descartables: quizá sorprenda que a Lee Field le alcance con cantar “Siempre he sido un hombre de fe”, para conmover, pero detrás de esas palabras hay toda una vida con sus sinsabores y tribulaciones: “Tuve la buena fortuna de estar toda mi vida con la misma mujer; eso y mi familia me ayudaron a mantener los pies sobre la tierra cuando las cosas no funcionaron y la industria de la música me dio la espalda. Pero lo que me inspiró y ayudó a levantarme fue leer la Biblia: la historia de Cristo, los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, el Éxodo, y todas las historias de Moisés y de como Dios le dio la habilidad de liderar a su gente; siempre vuelvo a esas lecturas. Yo soy humilde, tal como mis padres me enseñaron, y tengo una vida muy hermosa”, admite. 

Dice estar entusiasmado con visitar por primera vez (actuará hoy a las 21 en Niceto Club –Niceto Vega 5510–) un país del que sólo conoce a una persona a la que admira mucho. Ni Maradona, ni Messi. Lee Fields es un gran admirador del Papa Francisco: “Todos los papas han sido grandes (sic), pero Pope Francis es muy especial, creo que mantiene viva a la humanidad y realmente lleva la cruz de Cristo. Es un hombre que tiene muchos años, pero en vez de exaltarse a sí mismo elige mantener siempre la humildad. Creo que la gente se abre más cuando uno es humilde. Todos somos pecadores, no hay que juzgar, si no intentar que la gente perciba la gracia divina que nos rodea. ¿Si me gustaría cantar para él? Me encantaría, pero no creo ser lo suficientemente bueno”, comenta Lee. Fields no se acercó nunca al hip hop, música que también es parte del legado de Brown: “Yo disfruto escuchando hip hop, pero como compositor creo que es importante estar orgulloso de lo que decís, y trato de tomarme el tiempo para eso. Tenemos que ser realmente cuidadosos y hacer que los jóvenes escuchen cosas valiosas. El soul puso a Dios en la ecuación, y creo que eso lo sigue manteniendo vigente, incluso para mí sorpresa. Con el tiempo, todas esas frustraciones que tuve en los 80 creo que tuvieron sentido para mí: si no hubiese pasado todo eso no me sentiría tan feliz ahora”.