La trasposición de una obra literaria a un formato televisivo siempre tiene sus riesgos. Al tratarse de medios distintos, con recursos y lógicas particulares, la adaptación siempre conlleva pérdidas y modificaciones del original. “El miedo a que destrocen la obra que uno escribió es grande”, admite Sergio Olguín, el autor de La fragilidad de los cuerpos, la novela en la que está basada la serie televisiva. “No participé de la producción, pero pude ver el primer capítulo y parte de otros”, aclara el escritor. “Me gustó lo que vi de la serie porque hay una estética muy trabajada, que es mucho más rica de lo que uno puede imaginar cuando escribe. Los actores está muy bien. El único defecto es que Verónica Rosenthal es mucho más linda que la de la novela (risas). Pero que la actuación se corresponde con el tono y la forma de moverse de la periodista en la novela. Le encontraron una vuelta de tuerca muy interesante a la estructura. Es una serie que tiene mucho ritmo”, reconoce el autor, que en marzo publicó 1982, su última novela. Aún cuando se mostró satisfecho con lo que pudo ver, Olguín confiesa que no podrá ver la ficción como cualquier televidente. “No creo que pueda disfrutarla mucho –señala– porque la veo con la mirada del crítico exacerbado, en el que siempre se transforma el autor de la obra original. Por ejemplo, cuando veo la redacción de la revista que utilizan para la serie, no me parece que sea una redacción... Pero qué se yo, eso es para mí. El 99,9 por ciento de la gente que mirará la serie no se va a detener en eso. Una vez que vi el primer capítulo, quedé satisfecho. Me sorprendió para bien, porque siempre uno espera que destrocen la obra. Ese es el temor del escritor. Y cuando uno se encuentra con que no solo no la destrozaron, sino que le agregaron contenido que a mí ni siquiera se me había imaginado, sentí que la serie terminó enriqueciéndose.”