PáginaI12 en Londres, Gran Bretaña
A tres días de las elecciones, el atentado del sábado tiñó la campaña de un Reino Unido de duelo y bajo una amenaza terrorista tan tangible como indefinida que dejó más de 30 muertos y cien heridos desde fines de marzo. El líder del laborismo Jeremy Corbyn y el de los liberal demócratas Tim Farron exigieron ayer que el gobierno difunda una investigación sobre el financiamiento extranjero de jihadistas en el Reino Unido “clave para evitar nuevos atentados” luego de que el mismo ministerio del interior sugirió que era muy probable que no se publicara.
El otro gran debate del día, el recorte de 20 mil policías por el programa de austeridad impulsado por los conservadores desde 2010, llevó a que varias voces, apoyadas en un momento por el mismo Corbyn, dijeran que May debía renunciar por haber estado al frente de esa política. “El jueves tenemos elecciones. Ese va a ser el momento para decidir su renuncia”, aclaró el líder laborista.
El informe sobre el financiamiento del terrorismo pone en entredicho la venta de armas británica a su principal cliente: la monarquía saudita. “Theresa May dijo que no se podía seguir como hasta ahora y había que tener conversaciones incómodas sobre nuestra política anti-terrorista. Esta conversación tiene que comenzar con Arabia Saudita y otros estados del golfo que han financiado y alimentado el extremismo ideológico”, dijo Corbyn.
El líder de los liberal-demócratas publicó un artículo en el matutino The Guardian en la misma vena y su portavoz en temas de asuntos interiores, Tom Brake, le escribió a May la semana pasada exigiéndole la publicación del informe. “A 18 meses de iniciada la investigación y después de dos horrorosos ataques terroristas, el informe sigue sin publicarse. No es secreto para nadie que Arabia Saudita suministra financiamiento a cientos de mezquitas en el Reino Unido que apoyan la interpretación Wahhabista del Islam. El extremismo vive en estas instituciones”, señaló Brake.
La ministra de Cultura, Karen Bradley, fue la encargada de defender la posición oficial, pero se negó repetidas veces a prometer una publicación del informe. “Creo que evitar la promoción del extremismo islámico en las mezquitas es uno de las cosas que debemos hacer en coordinación con la comunidad para luchar contra el terrorismo”, fue lo máximo que dijo al respecto. El Wahhabismo es la religión oficial de Arabia Saudita y, según expertos de seguridad citados por el Daily Telegraph, ha invertido más de 1500 millones de dólares en promover el jihadismo en todo el mundo. Con más de dos millones de musulmanes, el Reino Unido ha sido un destino privilegiado de esta inversión en Europa.
La razón del embarazoso y políticamente explosivo silencio gubernamental es que el Reino Unido vendió más de tres mil millones de libras en aviones de combate y armamento a Arabia Saudita desde 2015. Los aviones fueron usados en el conflicto militar en Yemen y dieron lugar a una “catástrofe humanitaria”, con más de dos millones y medio de desplazados, denunciada por Naciones Unidas, las principales organizaciones de derechos humanos y dos comités del parlamento británico. A pesar de ello, en abril May visitó Arabia Saudita para promover ventas de armamentos: la investigación iniciada por su predecesor en el cargo, David Cameron, quedó en el camino.
La política de austeridad también tuvo a maltraer a Theresa May. En los seis años en que se desempeñó como ministra del interior antes de sustituir a David Cameron, May redujo en 20 mil efectivos las fuerzas policiales en nombre de la eficiencia y el ahorro fiscal.
El gobierno buscó negar durante una serie de entrevistas que esta política hubiera reducido el número de policías armados, fuerza especial en un país en el que históricamente la policía no porta armas. Karen Bradley terminó en el callejón sin salida de los estudios de televisión. En una entrevista en ITV, el conductor, Piers Morgan, le preguntó cinco veces si ese número había bajado: Bradley se negó a contestar. Las estadísticas oficiales estaban a la vista. Según el mismo ministerio de interior, el número de oficiales autorizados a portar armas descendió de 6976 en 2010 a 5639 el año pasado.
La intervención de estos policías armados que circulan en los llamados ARVs (police armed response vehicles) fueron esenciales el sábado para evitar que el número de víctimas fuera mucho mayor. Entre el primer llamado al 999 de emergencias y el abatimiento de los tres terroristas transcurrieron ocho minutos. Este comportamiento los elevó a uno de los grandes héroes de la jornada, junto al servicio de ambulancias y los hospitales del estado. Pero un ex jefe de la policía metropolitana, Peter Kirkham, señaló que la policía estaba “en estado crítico” debido a los recortes. “En este momento vemos que la policía está sobrepasada trabajando turnos de 12 y 16 horas para comensar los recortes, patrullando zonas que no conocen para cubrir vacíos en la rota. El ministro de defensa miente cuando dice que hay más policías armados en las calles. No es verdad”, dijo Kirkham.
La seguridad ha sido siempre un feudo conservador que ayer, en medio de la peor crisis desde 2005, se le escapó a May de las manos. En el contexto de tres atentados en dos meses y medio (más otros cinco que, según la misma May, fueron desbaratados por los servicios de seguridad) los recortes de la policía y su compromiso con Arabia Saudita le han quitado ese aura de “mujer segura y confiable” que le daba 19 puntos de ventaja en las encuestas cuando a mediados de abril convocó a elecciones anticipadas.