Desde Londres
En un Londres menos vibrante y un poco más vacío que de costumbre, con una visible presencia policial en las principales estaciones de trenes y subte, la capital hizo una vigilia a pasos de London Bridge y un minuto de silencio por las víctimas del atentado del sábado. El alcalde la ciudad, Sadiq Khan, británico de origen paquistaní musulmán, condenó el atentado frente a las dos mil personas que asistieron al evento y dijo que la ciudad jamás se rendiría. “Quiero mandarle un mensaje claro a los enfermos extremistas que cometieron estos atentados. Los vamos a vencer. No van a ganar. Y como patriótico y orgulloso musulmán que soy, tengo que decir que ustedes no cometen este crimen en mi nombre”, dijo Khan.
La realidad es, por supuesto, más complicada. Al mismo tiempo que el discurso emotivo y desafiante de Khan, la policía daba a conocer los nombres de dos de los tres atacantes: Khuram Butt, de 27 años, y Rachid Redouane, de 30. Butt y Redouane eran residentes de Barking, un barrio en el este de Londres con mucha población musulmana. Butt era un británico nacido en Pakistán, Redouane tiene doble nacionalidad, marroquí y libio.
Los dos estaban en la capa más periférica del radar de los servicios de seguridad. Según la BBC los servicios secretos tienen 500 investigaciones en curso que abarcan a un total de 3 mil sospechosos, pero el total de potenciales jihadistas en el Reino Unido es de 23 mil. En los tres atentados que ocurrieron desde fines de marzo, los perpetradores pertenecían a esta franja de 20 mil que los servicios habían descartado como peligros inminentes.
Khalid Masood, responsable del ataque del puente de Westminster en marzo, que dejó un saldo de cinco muertes, y Salman Abedi, que se inmoló al final de un concierto pop el 22 de mayo en Manchester con 22 muertos y más de cien heridos, habían formado parte de breves investigaciones que se habían discontinuado a pesar de las denuncias recibidas en los dos últimos años en la línea de emergencia anti- terrorista de la Scotland Yard.
Butt y Redouane caen en esta misma categoría. En el caso de Butt había figurado en un programa especial de investigación del Canal 4 emitido el año pasado, “The Jihadist next door”, que exploraba esta presencia del extremismo muslman en la vida cotidiana británica. El programa contenía imágenes de Butt con otros 10 musulmanes que veneraban una bandera de ISIS en un parque en plena luz del día en un barrio de fuerte presencia musulmana. Pero según trascendió Butt también era un londinense común y corriente: hincha del Arsenal, cuya camiseta llevaba puesta en el ataque, hablaba con el típico acento del este de la ciudad y tenía dos hijos, uno de tres años, otro un bebé recién nacido.
Rachid Redouane era un chef que vivió largo tiempo en la República de Irlanda y vivía también en el este de Londres, en Dagenham, cerca de la casa de Butt. Entre los 12 arrestos que llevó a cabo la policía el domingo se encuentra la esposa de Redouane, Charisse O´Leary, de 38 años, madre de la hija de 18 meses de Redouane. La pareja se había casado en Irlanda en 2012, pero estaban distanciados debido a diferencias respecto a cómo educar a su hija.
El gobierno indicó que está reviendo la situación de los servicios para evaluar si hay algún eslabón flojo en esta cadena que hubiera permitido evitar estos atentados. Sorprende que un film tan explícito como el “The Jihadist next door” no haya llamado la atención o llevado a avanzar con un seguimiento. El jefe de investigación antiterrorista, Mark Rowley, señaló que se siguieron los pasos de Butt, pero que no había datos de una acción inminente.
Hay más de dos millones de musulmanes en Londres. Los 23 mil potenciales jihadistas son una indudable minoría. Pero con la nueva metodología rústica de estos atentados que se pueden ejecutar con una camioneta y un cuchillo de cocina, el peligro es muy real. En algunos barrios del este de Londres, los grupos más radicalizados, algunos no necesariamente terroristas, pretenden instaurar la Sharia en el luga prohibiendo que se tome alcohol o que las mujeres anden con minifalda o ropa “indecente”.
Ayer en un claro intento de distanciarse y condenar el atentado, 130 clérigos musulmanes indicaron que no orarían por los tres atacantes suicidas. “No vamos a hacer la tradicional oración funeraria islámica y exhortamos a los otros imanes a que no les concedan este privilegio. No se lo merecen. Estas acciones no tienen nada que ver con el islam”, señalaron en una declaración conjunta.