Siempre he tratado de poner el acento en el enemigo peligroso que la derecha argentina representa. En primer lugar siempre me pareció urgente priorizar la máquina de guerra destituyente de la Derecha neoliberal-fascista y su inmenso poder de daño.
Por ello nunca me he sentido muy atraído por inflar a cualquier precio la interna del Frente de Todos. No me ha gustado el incesante ataque al Presidente como si se olvidará a quienes tenemos enfrente.
Como el populista (de izquierda) que soy, sigo pensando que un poder constituyente solo es posible si se articulan segmentos múltiples que constituyan una mayoría con vocación transformadora. No hay nada en la realidad histórica de nuestra coyuntura que garantice esa realidad.
Pero esta situación mundial hace vibrar como nunca el timbre de la Historia. La Argentina, por todas sus riquezas, puede transformarse en un botín de guerra en la disputa mundial.
El Presidente, ahora sí, debe asumir con audacia y poner en funcionamiento todos los mecanismos distributivos que la coyuntura impone: retenciones al campo o cupos, impuestos especiales a las grandes fortunas, control de precios e inflación, salario universal, todo lo que desde el principio sabíamos pero que ahora la escena mundial que se avecina no permite ninguna dilación.
En el estado de excepción de la Guerra, el decisionismo se le impone al Presidente y su equipo. La movilización popular lo espera.