Pasaron casi ocho años desde que Mariana Bellotto creó, junto a un grupo de bailarines, el GPS, Grupo Performático Sur. El nombre de la compañía parecería contener todo un statement sobre la manera en que ella y sus performers conciben el trabajo que hacen, o al menos regala ciertos indicios: de las tres palabras que lo componen podemos derivar que el GPS es una plataforma de creación colectiva, que por la diversidad de lenguajes y de disciplinas que habita se concibe mucho más como un grupo performático que como un ensamble de danza y, por último, que su lugar de creación y de enunciación es el sur. De forma bien concreta, el sur de la Capital Federal (el estudio que oficia de espacio de encuentro y sala de ensayos queda en San Cristóbal), pero también un sur más sociopolítico y a su vez subjetivo, el Sur Global. Esta conciencia del lugar del cual se parte no se traduce necesariamente en obras de temática “sudaca”, pero algunas certezas sobre las condiciones de producción que impone el trabajo en los márgenes –los de la geografía y los del lenguaje– está presente todo el tiempo en la cabeza de Mariana y el equipo.
Y, aunque a priori la marginalidad suele asociarse con un montón de consecuencias negativas, hay que decir que estar en los bordes puede tener sus ventajas. Una muy evidente: el coqueteo constante con distintas disciplinas artísticas, la posibilidad de transitar cómodamente los bordes de la danza, de las artes visuales, del cine, sumados al entrenamiento para trabajar con lo que se tiene a mano, permiten seguir activo en múltiples circunstancias y ayudaron a que el GPS no parase de trabajar ni durante los momentos de aislamiento más estricto. “La transdisciplina nos dio la posibilidad de seguir haciendo incluso en esos meses raros en que todo se abría, se cerraba y se volvía a abrir”, recuerda Mariana, “y Standby, nuestra última obra, nació en ese contexto, a partir de una idea que aparecía en nuestro trabajo anterior (la instalación audiovisual Trilogía pandémica), surgida durante el aislamiento. Después, obvio, fue creciendo en el trabajo de taller, con la posibilidad de vernos”.
Recién estrenada en el Galpón FACE, Standby es una instalación escénica que hilvana videos grabados y otros en vivo, teatro y coreografías para terminar creando un lenguaje que es bastante más poderoso que la suma de sus partes. En lo que aparenta ser una sala de espera –la de un dentista, la de una guardia psiquiátrica, la de la AFIP–, diez personajes atraviesan situaciones individuales y grupales, cuentan historias breves, bailan y comen sin solución de continuidad: la obra es capaz de contener esas microescenas y organizarlas para que sean funcionales a un sentido que las incluye y las trasciende. Casi no hay elementos de escenografía o utilería que ofrezcan referencias claras para entender a quién esperan esas personas metidas ahí, en ese limbo beckettiano. Lo que hay en cantidad, como en toda sala de espera, son sillas. “Fue un homenaje a mi juventud, a ese momento en que parecía que no podías hacer danza si en el escenario no había sillas”, bromea Mariana. “Un resabio de nuestra admiración por Pina”.
Como cada vez que puede, en Standby la coreógrafa y directora vuelve a trabajar con un grupo numeroso de intérpretes. Son diez los bailarines en escena, de distintas edades, apariencias y formaciones (“¡todos hermosos!”, señala Mariana con cariño de madre). Muchos de ellos hace tiempo que forman parte del GPS. “Trabajar en grupo te regala profundidad, te permite ir desarrollando ideas a lo largo del tiempo, insistir, probar cosas no en una sino a lo largo de varias obras”, enumera Mariana, que se reconoce fan de la grupalidad entre otras cosas porque implica volver a una zona conocida y querida: en los años en que recién comenzaba su etapa de bailarina profesional, integró el grupo de danza teatro de la UBA, en los primeros tiempos del Centro Cultural Rojas.
Tres décadas después, con una carrera construida que la llevó a recorrer teatros de Río de Janeiro, Bogotá, Frankfurt, Düsseldorf y muchas otras ciudades, Mariana acaba de ser elegida como una de las personalidades destacadas de la década por el jurado del Premio Konex en una categoría nueva, inexistente hasta esta edición: Performance. Integra el grupo de premiados junto a Osías Yanov, Diego Bianchi y Ana Gallardo (que provienen de las artes visuales) y a Maricel Álvarez –además de actriz y directora, una de las responsables de la Bienal de Performance–. Mariana es, por lo tanto, la única artista proveniente de la danza en el quinteto elegido. “Es loco lo que pasó desde que salió la noticia: los bailarines se pusieron recontentos con el premio, porque implica una visibilización del trabajo que hacemos, un reconocimiento de la capacidad de la danza de crear lenguaje. Para nosotros, que estamos siempre un poco en el limbo y que, me da la sensación, siempre somos percibidos como medio bizarros, esto es de tener un pie adentro es importante”, se ríe. Y sigue: “Y me parece que la creación de la categoría es una actualización muy importante y necesaria para el campo de las artes. En ese sentido, también es interesante la decisión que tomó el jurado de entender la performance como una acción artística que toma elementos de diferentes espacios, que está hecha por gente de teatro, de las visuales y eventualmente también de otras disciplinas”.
Si volviésemos adonde empezamos y optáramos por desglosar las tres palabras que le dan nombre al colectivo de creación de Mariana, podríamos preguntarnos: ¿qué es lo que hace al GPS ser un grupo más vinculado a la performance que a la danza? ¿Dónde puede rastrearse esa decisión o, mejor aún, sus consecuencias? Cierra ella: “La raíz de GPS es performática porque abarca un método de creación (una parte de reflexión, otra de conceptualización, otra de movimiento) que da muy diversas obras, en distintos lenguajes: a veces son instalaciones, a veces videos y otras, como en el caso de Standby, creaciones escénicas. Lo que está siempre es el cuerpo –real o virtual–, la dramaturgia y la danza. De esos ingredientes no escapamos”. Lo que va cambiando, en cada caso, es la receta.
Standby puede verse hasta finales de junio los sábados a las 21 y los domingo a las 20 en el Galpón FACE, Dean Funes 2142, Parque Patricios.