El tema del mes. El incomprensible terror de Estado. La desaparición de personas. La Muerte argentina. Ya está para siempre. Ahora hay que elaborarlo. No para que desaparezca y pensar hacia adelante, como afirman ciertos sospechosos. No, hay que mirar para atrás. Ir quitándole todos los trapos sucios a la República. Los monumentos a los dictadores, las calles a los amanuenses del llamado “progreso”. Reescribir la verdadera Historia de los Argentinos. Sus genocidios, sus negociados, sus trepadores. Sí, sí, quién se quedó con la tierra.
Pero primero crear desde cero la defensa de la República Democrática. Aprovechar esta sangre que mancha todas las calles, todas las llanuras y todos los ríos, para impedir para todo el futuro el acostumbrado golpe militar. Al golpista, cárcel de por vida y pago de los costos. En cárceles comunes y no en departamentos al lado de la Iglesia Castrense. Pero no sólo a todo militar golpista y a los uniformados que lo acompañaron sino también a los civiles que les formaron coro, en especial los que ocuparon la cartera de Economía, que deja siempre jugosos intereses. ¿Quién es más culpable de los 45.000 millones de deuda externa, Videla o Martínez de Hoz?
Además, lo fundamental: todos los capitostes militares o civiles no podrán ocupar jamás ningún cargo en la democracia. No como la vergüenza del hoy argentino que viene desde 1983: Bussi, Ulloa, Palacios, Patti, Patti, Patti y el que humilló con su golpe a la nueva democracia: Rico. El nuevo golpe que nos llevó al nuevo arrodillarse de las instituciones. Ante un teniente coronel a quien se le dio todo, el punto final y la obediencia debida y la carta libre de ser candidato de la nueva democracia. Y ser electo. Fantasías argentinas. Mientras los presos políticos de la dictadura de la desaparición continuaban siendo los presos políticos de Alfonsín, en Villa Devoto. Parece increíble. Todo igual desde el Uriburu fusilador. No aprendimos nada. La falta de coraje civil de los que hasta ahora hemos hecho surgir de las urnas.
Y otra de las cosas para las cuales tiene que servir el día no laborable del 24: aprender a defender la democracia pero democratizándola. No con los arreglos de Olivos sino limitando poderes y dándole más protagonismo al pueblo. Día para debatir la tragedia vivida pero al mismo tiempo ir preparando la opinión pública para que tome en la mano los temas fundamentales. El principal: cómo reaccionar ante un posible levantamiento militar. Cómo puede y debe defenderse el pueblo contra nuevos Videlas, Uriburus, Onganías. Democratizar los institutos militares con directores civiles y profesores civiles. Y no defender fronteras sino destruir fronteras para hacer el gran país latinoamericano unido. Las fronteras sirvieron sólo hasta ahora para comprar armas, con los negocios consiguientes. La milicia debe existir para ayudar a los pueblos vecinos en caso de necesidad y no para sospechar de ellos con guardias permanentes y ridículas instalaciones bélicas.
Esta enorme meditación de todos por los treinta años del estigma debe servir para el cambio definitivo que significa verdadera democracia y fin de la fuerza bruta de las armas. ¿Cómo es posible que hayan llegado al poder del país de Mayo, los Videla, los Uriburu, los Onganía? Que cantemos en nuestro Himno Nacional “ved en trono a la noble igualdad” y todas las noches niños argentinos revuelven la basura. ¿O ya nos convirtieron en el país basura por excelencia?
Y sí, un teniente coronel Gorleri quemó libros durante la dictadura y fue ascendido a general por la democracia. Somos originales, nos damos el gusto de tener un general argentino especializado en quemar libros. ¿Una paradoja? Más bien una paradoja de mentes de caudillejos de barrio, con cierto toque mafioso.
El Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación está presidido por el general que exterminó a los pueblos originarios de las enormes pampas; el primer dictador José Félix Uriburu tiene un monumento en Balcarce y, en la exageración de la soplonería genuflexa, el primer golpista contra nuestra democracia, sí, a ese nombre de Uriburu lo recuerda una escuela bonaerense. Nuestros niños aprenden bajo la santa tutela de ese fusilador de obreros y traidor a la verdadera Patria democrática.
Por eso, los 24 de marzo, no solamente para recordar los crímenes de los desaparecedores del ’76 sino también para aprender a defender la democracia, a ampliar la democracia, a impulsar el coraje de cada uno de los habitantes a no ser jamás avasallado por torvos generales apañados por los intereses que manejan la riqueza, de aquellos que como el bisabuelo de este Martínez de Hoz recibió dos millones quinientas mil hectáreas (sí, así con todas las letras) del genocida Julio Argentino Roca.
El 24, del día del Holocausto Argentino, al Día de la Defensa de la Democracia. Sí, pero de la verdadera democracia, aquella que no permite niños con hambre ni gente sin trabajo.
* Publicada el 24 de marzo de 2006.