El conflicto en Ucrania se inserta en una proceso de reconfiguración del sistema capitalista a nivel mundial, en el que el imperialismo estadounidense necesita redefinir alianzas y bloques, con los consiguientes choques de intereses internos, sobre la base de un "nuevo concepto estratégico" diseñado por la OTAN. El complejo militar-industrial empuja los intereses del gran capital monopolístico financiero hacia nuevos mercados, siendo la guerra una tendencia intrínseca al modelo capitalista.
En este sentido, la cumbre de la Alianza Atlántica, prevista para finales de junio en Madrid, constituye una gran oportunidad para que Washington pula los moretones de la superpotencia hegemónica en el conflicto con China, tomándole el pulso a Rusia, combinando atracción y imposición.
Con el conflicto bélico en marcha, se reedita la tradicional subordinación de los países europeos a Estados Unidos, aunque con cierto ruido de fondo. La UE ya ha respondido a las peticiones del complejo militar-industrial y de las grandes multinacionales norteamericanas. Al adherirse a las sanciones contra Rusia, Europa pagará más la cuota de la OTAN, comprará más armas y más gas a Estados Unidos.
Esta nueva demostración de fuerza del imperialismo norteamericano convierte en elementos fijos a los reflejos ya vistos en conflictos anteriores, desde la caída de la Unión Soviética en adelante. En primer lugar, el proceso de "balcanización" de los Estados que constituyen un obstáculo o una fuente de apetito en términos de recursos y posición geopolítica.
En este sentido, vale la pena recordar los dramáticos enfrentamientos en Ruanda entre hutu y tutsi en 1994, cuando el énfasis puesto por el relato neocolonial en las supuestas "impulsiones salvajes" de África trató de ocultar el papel del imperialismo, francés y estadounidense, en el estallido del conflicto. Una vez eliminado el análisis histórico del contexto actual y la comprensión del choque de intereses que se produce a nivel planetario, se renueva el maniqueísmo entre el Bien y el Mal.
Cuadro de fondo
No hay que olvidar que el Parlamento Europeo aprobó dos resoluciones para equiparar el nazismo con el comunismo. No sorprende, por tanto, que la Europa "democrática", cuyo Parlamento otorgó el premio Sakarov a la libertad de opinión a nazis venezolanos como Lorent Saleh, defienda a los ucranianos con mercenarios y sanciones. Mientras tanto, la construcción mediática de un nuevo "pacifismo de guerra" empuja la barrera constitucional de los Estados (por ejemplo, Alemania) más allá de los límites establecidos por las compatibilidades geopolíticas de la segunda posguerra.
Los datos económicos están obviamente en primer plano. El 6 de marzo, el presidente Joe Biden prohibió las importaciones de petróleo, gas natural y otros productos energéticos de Rusia, diciendo que quería bloquear la principal fuente de financiación de Rusia. Las sanciones apuntan a una redefinición a gran escala del comercio mundial de hidrocarburos y pasan por una guerra económica cuyas repercusiones ya se sienten a nivel mundial.
La FAO advierte que los 50 países que dependen de Rusia y Ucrania para el 30 por ciento o más de su suministro de cereales pagarán el precio en términos de seguridad alimentaria. Muchos de estos son países menos avanzados o de bajos ingresos, que actualmente se considera que necesitan ayuda alimentaria externa, países del norte de África, Asia y el Cercano Oriente.
El trigo es un bien de consumo primario para más del 35 por ciento de la población mundial y el conflicto en curso puede provocar una fuerte reducción de las exportaciones de cereales tanto de Rusia como de Ucrania, difíciles de cubrir por otros exportadores, al menos a medio plazo. Las reservas de trigo ya se están agotando en Canadá, mientras que las exportaciones de Estados Unidos, Argentina y otros países probablemente se verán limitadas y condicionadas por la necesidad de suministros internos.
Proveedores mundiales
Rusia y Ucrania juegan un papel esencial en la producción y suministro de alimentos a nivel mundial: Rusia es el mayor exportador de trigo del mundo y Ucrania el quinto. Juntos, representan el 19 por ciento de la producción mundial de cebada, el 14 por ciento de la producción de trigo y el 4 por ciento de la producción de maíz, lo que contribuye a más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales.
Son los principales proveedores de colza, además de cubrir el 52 por ciento del mercado mundial de exportación de aceite de girasol. Rusia es también el principal proveedor de fertilizantes en el mercado mundial. Según la FAO, la escasez de estos productos podría prolongarse hasta el próximo año.
Rusia tiene una posición dominante en el mercado mundial de la energía, donde es responsable del 18 por ciento de las exportaciones mundiales de carbón, el 11 por ciento de las exportaciones de petróleo y el 10 por ciento de las exportaciones de gas. El sector agrícola requiere del consumo energético de combustibles, gas y electricidad, así como de fertilizantes, pesticidas y lubricantes. La producción de ingredientes para alimentos para animales también requiere energía.
El conflicto en curso ha llevado los precios de la energía a niveles máximos, con efectos negativos en el sector agrícola. Mientras tanto, en febrero de 2022, los precios de los alimentos, que ya habían subido por las consecuencias de la pandemia, alcanzaron niveles récord. Además, el conflicto podría provocar una reducción de la producción agrícola y del poder adquisitivo de Ucrania, agravando la inseguridad alimentaria a nivel local y motivando la injerencia externa con el pretexto de la "crisis humanitaria". En ese contexto, Washington busca un acercamiento con países productores de África Occidental y con Venezuela.
*alainet.org