Ligera reparación 5 puntos
Small Engine Repair, Estados Unidos, 2021
Dirección y guión: John Pollono
Duración: 102 minutos
Intérpretes: Jon Bernthal, John Pollono, Shea Wingham, Jordana Spiro, Ciara Bravo, Spencer House.
Estreno: Disponible en Flow.
Aunque lo que muestran los espejos es una imagen más o menos fiel de la realidad, cuando alguien se mira en ellos lo que ve no es tanto un reflejo real, sino lo que percibe de sí mismo. Una imagen subjetiva alterada por la influencia de las propias inseguridades, deseos e imposibilidades. Da la impresión de que lo mismo ocurre con Ligera reparación, ópera prima como director del guionista y actor John Pollono. Todo parece indicar que la película se percibe como una mirada condenatoria de la idiosincrasia de los Estados Unidos, pero que, tal vez sin notarlo, termina poniendo en escena aquello que en apariencia reprueba. Es decir: la crítica está ahí, bien visible, pero ocurre que las vueltas de tuerca terminan haciéndole dar un giro de 180°, dejándola en el mismo lugar al que se le quería dar la espalda.
La película tiende líneas narrativas cuya confluencia busca dar como resultado un autorretrato más o menos amplio de la sociedad estadounidense. Pero si bien su paisaje abarca distintas clases sociales, no deja de ser una suerte de selfie de la América blanca. Un exconvicto ha criado solo a su hija, con la ayuda de sus dos mejores amigos. La chica ahora está por terminar la secundaria y se dispone a comenzar la universidad que su padre, mecánico de oficio, ha comenzado a pagar con esfuerzo. Ligera reparación traza un retrato convincente de la clase obrera en los Estados Unidos, así como del sueño del ascenso social por medio del esfuerzo, que habitualmente se conoce como Sueño Americano.
Una pelea en un bar pone distancia entre los amigos, pero meses más tarde el padre de la chica propicia el reencuentro. Comerán, beberán, se drogarán y recordarán los buenos tiempos. Acá también Pollono vuelve a ser eficiente para mostrar a los tres viejos amigos conectando con aquello que los une. La comunicación entre ellos se da a través de los códigos que hasta la Generación X eran los habituales en casi cualquier universo masculino: algunas groserías, agresiones amistosas (que no dejan de ser agresiones), mucho grito y testosterona. Pero una sensación incómoda flota durante todo el encuentro y la película no tarda en delatarse.
Ya desde el vínculo entre los protagonistas, la
violencia como forma de relacionarse aparece en escena con claridad. En
particular el bullying, incluso el que se practica entre amigos, que será el
tema que propiciará un golpe de guión, haciendo que todo eso que hasta acá
aparecía integrado a la vida cotidiana, pase a ocupar la superficie del relato,
llevándolo hasta el filo de un abismo. Eso, combinado con el rol que en la
actualidad juegan las redes sociales, permitirá abordar de un modo distinto el
tema de la justicia por mano propia, tópico recurrente del cine estadounidense.
Pero si bien la película cree asumir un punto de vista más progresista al
respecto, lo que hace en realidad es terminar de legitimar una nueva forma de
linchamiento.