Andrea Echeverri nunca pasa inadvertida. Ya sea por lo que dice o por lo que hace, al igual que por su look. Aunque en esta ocasión, nadie en Puerto Madero parece reconocerla. A tres años de su show con Aterciopelados en Niceto Club, la cantautora colombiana regresó en diciembre a Buenos Aires para participar en la despedida a Soda Stereo en el Campo Argentino de Polo. A pesar de que llegó a suponer que sería su último contacto con el público porteño hasta nuevo aviso, por lo que aprovechó el periplo para reencontrarse con Gustavo Santaolalla y otros tótems locales, la artista volvió a tener revancha la semana pasada (a través del mismo evento, esta vez en el Movistar Arena) con la “Ciudad de la furia”.

Si bien a mediados de los noventa el entonces trío la invitó a cantar en su Unplugged el tema que terminó siendo una especie de álter ego para la capital argentina, en este caso fue convocada para hacer “Pasos”. “En esa época, cuando venía, me decían que me había equivocado. Uno se equivoca todo el tiempo”, se excusa Andrea. “Yo cambio letras porque se me olvidan”. Más allá del desliz, desde aquel entonces la bogotana se transformó en un icono cultural latinoamericano. Al punto de que ayudó a visibilizar a la escena musical de su país. Sin embargo, al igual que en los tiempos de su mega hit “Bolero falaz”, la fama hoy la sigue intimidando. “La mucha o la poca”, aclara. “Todos terminan mal”.

-Luego de todos estos años, a las nuevas generaciones de artistas colombianas se las sigue comparando con vos o con Shakira. Dejaron una vara muy alta.

-Está muy bueno lo que me dices, pero a ellas las contratan más que a mí. De alguna manera, una está compitiendo porque, además, todas son divas. Yo las he visto.

-Pero vos sos una figura fundacional.

-Una cosa es ser fundacional y que te comparen, y otra es que te contraten. Estamos bien porque seguimos viviendo de la música, pero no todo pueden decir lo mismo.

-Podrías vivir del pasado, pero te concentraste en seguir en el presente. Eso a veces tiene un precio.

-¿Qué más hace uno? Uno lo que sabe es escribir canciones. ¿Y de qué se escriben? De lo que está pasando, de lo que se siente.

Entre un viaje y otro a la Argentina, la artista tuvo la oportunidad de estrenar una muestra de arte en Bogotá (además de música, Andrea es Licenciada en Artes Visuales) y prestó su vos para uno de los temas del nuevo disco del grupo uruguayo La Vela Puerca. Además, en marzo de este año, su banda se sumó al catálogo de la serie Bios: vidas que marcaron la tuya, producida por National Geographic y transmitida por la plataforma de streaming Star+ (este proyecto se abocó previamente a la vida y obra de Gustavo Cerati, Luis Alberto Spinetta y Andrés Calamaro). “Hacer esto fue como recibir un premio”, llegó a decir la vocalista y guitarrista antes del estreno. Aunque nunca dejaron de estar activos, ni siquiera durante la pandemia.

En 2021, el grupo que colidera el bajista y productor Héctor Buitrago puso en circulación su nuevo álbum: Tropiplop, cuyo título alude al género musical colombiano tropipop (mezcla de vallenato, reggaetón, salsa, bachata, pop y rock). Pero la propuesta del repertorio dista de esta fusión. “El titulo de la canción y, por ende, del disco fue de Héctor. El es un personaje. Ahora dice que le gustan Enrique Iglesias y Diego Torres. No tiene prejuicios, él es de otro mundo”, revela la frontwoman sobre el mejor trabajo discográfico de Aterciopleados desde Gozo poderoso (2000). “El disco está chévere porque es mitad y mitad. Una parte es producida por él y la otra por Leo Castiblanco, nuestro guitarrista”.

El noveno álbum de estudio del dúo está conformado por nueve canciones compuestas para la ocasión, más algunos singles que estaban sueltos. Entre ellos un cover de “En la ciudad de la furia”. “Luego de lanzar Claroscura (2018), dijimos que no íbamos a hacer más discos. El esfuerzo, el dinero, y las plataformas te dicen que ya es viejo, tras sacar dos singles. Por eso es que la gente saca sencillos, y luego los junta. Pero llegó la pandemia, estábamos encerrados, y lo hicimos”, explica Andrea. “Son canciones que hablan de sensaciones, como ‘Destapabocas’, que hace referencia al encierro, o ‘Antidiva’, donde digo básicamente que si no estás jugando el juego, eres una mosca en la leche. Me convertí en eso”.

-“Antidiva” pareciera responderle a otro de los temas del disco: “Haters”.

-“Haters” la compuse a raíz de la vez que fui al Grammy vestida como gramófono (en 2019). A mí me encantó, me pareció chistoso. Fui la más famosa del planeta porque salí en todos los portales del universo. Mientras que en Colombia la mitad me amó y el resto me odió. Supongo que porque no era Ivanka Trump.

-“Gritemos” es un homenaje al paro nacional que hubo el año pasado en Colombia, donde ustedes fueron uno de los pocos artistas que puso el cuerpo. ¿Qué sucedió con sus colegas?

-Los más famosos son como muy lavaditos. Parecen yuppies y accionistas de bancos. Los que están compromeditos con la realidad son Edson Velandia, La Muchacha y nosotros. Pagas un precio por decir lo que sientes, y por ir en contra de intereses económicos que incluso te podrían ayudar.

-¿Dónde están los demás?

-La mayoría está en Miami.

-¿Y qué les dicen cuando vuelven a poner un pie en el país?

-Si te va bien afuera, eres un ejemplo. No existe esa cosa argentina o mexicana que siempre defiende lo propio. Todo lo que aparezca en Colombia es como lo mismo. Shakira, Aterciopelados o Sidestaper entran en el mismo saco.

-En los últimos 20 años, la escena musical colombiana se mantuvo como una potencia global.

-Con el reggaetón le ganamos a todo el mundo. Y de alguna manera es hijo de todos nosotros. Cuando empezamos a tocar no había ingeniero, ni sistemas de sonido, ni managers, ni nada de nada. De a poquito, Shakira, Carlos Vives y 1280 Almas armaron una escena. Ellos disfrutan de todo ese trabajo que se empezó a hacer. Pero la punta de lanza de todo esto fue Richard Blair (el músico e ingeniero de sonido británico llegó a Colombia en los noventa, tras trabajar con Totó La Momposina en el disco La candela viva). El nos enseñó que el futuro estaba en la fusión con nuestro folklore.

-¿Cuál es el nuevo fenómeno local?

-Existe un movimiento llamado “Música popular”, medio de rancheras. Llena estadios, y sus artistas están super disparados. Ahora los rockeros somos los raros.

-¿Qué opinión te merece lo que sucede musicalmente en la Argentina?

-El otro día vi el documental de Ratones Paranoicos, y sólo los conocía de nombre. La verdad es que en Colombia, así como en muchas otras partes de Latinoamérica, lo que se conoce de Argentina es Soda, Charly y Fito. Alguien más especializado, y dependiendo de su generación, te menciona otros nombres. Pero hay una cantidad de rock que sorprende, y que además llena estadios. Pasa igual que en Brasil, hay una cosa autosuficiente que es envidiable. Lo mismo que en México.

-Es increíble que en México se siga produciendo música con ese nivel de violencia.

-Colombia también echó para atrás con lo de la violencia. O sea, hay masacres de todo. Llegó a unos niveles increíbles.

-Tu muestra está basada en la violencia en tu país.

 

-Soy ceramista, y estrené recientemente una muestra llamada Ovario calvarios. Es una instalación, un canto de sororidad por las víctimas de violencia sexual. En mi país hay unas violadas muy famosas, unas historias de horror. Hay millones de personas violadas, tanto mujeres como hombres. Es una cosa muy brava, y creo que hay que contarlo. No podemos tenerle miedo a esa verdad. No más.