Un realismo extraño, infectado de violencia y elementos sobrenaturales, merodea en los cuentos del primer libro de Eva Bisceglia (Buenos Aires, 1985). En Ronda animal, niñxs y adolescentes en estado de orfandad, adultxs solitarios, de pronto amenazadxs por la pena o la culpa, y caballos, gatos o peces se contagian emociones, destrezas y formas.

En los tres primeros cuentos (que son tres de los mejores del volumen) hay metamorfosis: en “Alas”, una chica que padece en silencio la ausencia paterna se anima a levantar vuelo; en “Mantis”, un adolescente con pulsiones carnívoras viaja a Brasil a conocer a la nueva familia del padre; en “Niño Ñandú”, un santón de pueblo fulmina con la desgracia a la mujer que lo rechaza desde la infancia. 

Los narradores de Ronda animal han dejado atrás la sorpresa, reservada para aquellxs lectorxs que quieran descifrar los ambiguos acertijos ficcionales de los cuentos. Tensa e impávida, la voz narrativa describe incluso el proceso de transformación que afecta a los muertos. “Las manos como un ramaje nudoso, las venas azules manchando su piel blanca en fractales”, se lee al inicio de “Los peces esperan”, donde un hombre atraviesa el duelo porla muerte de su hermano en un remoto pueblo de la costa colombiana.

También los ecosistemas de los cuentos, que siempre juegan un papel discreto a favor de la narración, se revisten de animalidad. “Un árbol caído, añoso y gigante, detiene la marcha de los chicos. Hay algo monstruoso en toda esa altura tumbada, en ese verde vivaz y parásito que galopa sobre la corteza, en la imposibilidad de distinguir cuál de los dos manojos de tentáculos rígidos es la copa y cuál la raíz”, se advierte en “El gato en la bolsa”.

“Lo primero, y más evidente, que reunió a estos cuentos, y que funcionó como brújula para la escritura fue la presencia de animales, pero también de lo animal: niños crueles, madres déspotas, hombres violentos, mujeres deseantes, enamorados caníbales –dice la autora–. Dentro de los personajes algo siniestro y bestial acecha. También los aúna la atmósfera fantástica o enrarecida, el tono de los personajes un poco rotos, los desenlaces que se esfuman”. Algunos relatos se detienen antes de la catarsis, tan temida como inminente; en otros, como “La cacería”, reina la incertidumbre: ¿los personajes son animales o humanos? 

Bisceglia, que es profesora de Letras, empezó a escribir los cuentos mientras cursaba la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, entre 2017 y 2019. “Esa primera versión del libro, que fue la tesis final de la maestría, luego tuvo varias instancias de revisión y corrección en las que conté con la lúcida mirada de Javier Marín, editorde Desde La Gente”, cuenta. ¿La preferencia por narradorxs y protagonistas niñxs y adolescentes se vincula con su tarea docente? 

“Más que nada tiene que ver con que la voz niña permite muchos juegos desde la escritura; es desafiante pero, en un punto, cómoda para mirar la realidad desde otro ángulo, que es un poco lo que hacemos cuando escribimos –responde–. Darle voz a un personaje niño o púber me obliga a desnaturalizar la realidad y sus reglas pero, además, a encontrar nuevas palabras para expresarla. Ese extrañamiento de alguna manera contagia al cuento con su atmósfera y dialoga con lo fantástico”. En el léxico de Ronda animal no hay términos como violación, abuso, machismo, femicidio; sin embargo, la huella del Ni Una Menos parece representada de modo indirecto en el universo ficcional. 

“La necesidad de decir y de salir de la soledad del secreto que motorizó en muchos casos el Ni Una Menos nos dio palabras y experiencias propias y ajenas para escribir, y también un espacio fértil para la recepción de esas historias –dice Bisceglia–. En mi caso, prefiero contar esas historias desde la ficción, para llevarlas a lugares más inesperados y menos íntimos. En Ronda animal trabajé la violencia como tema principal, pero también como telón de fondo, invertí roles de víctima y victimario, la volví extrema, casi fantástica, porque en el lenguaje de la literatura la experiencia deja de ser personal y se vuelve universal”.

Actualmente, la autora trabaja en una serie de relatos de ciencia ficción que transcurren en ambientes subdesarrollados. “Se ubican en futuros hipertecnologizados y en escenarios reconocibles: pandémicos, desmemoriados, desiguales, fóbicos, hipercomunicados –anticipa–. Tiene un tono muy diferente al de Ronda animal, pero con personajes igualmente desamparados”.

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