La casa de campo de Sissy Spacek es una máquina del tiempo. Por todos lados hay desparramados recuerdos de una carrera de 50 años que ella está convencida que fue un accidente. Hay cuadernos y más cuadernos de ideas para personajes y letras de canciones, mezcladas en cajas y en escritorios. Guiones de películas como Carrie y la biopic de Loretta Lynn La hija del minero -por la cual la actriz ganó un Oscar-, con dibujos garabateados en los márgenes. Arrebatado del set de un clásico de Terrence Malick, la historia de amantes fugitivos Badlands, un llamador de puerta con la forma de una mariposa y un sapo de yeso. Memorias de la mujer que una vez conoció. "Traté de llevarme siempre alguna cosita de cada proyecto", dice con ternura la intérprete de 72 años. "Algo que solo tiene valor para mí."
Muchos no estarían de acuerdo. Los personajes de Spacek han prendido fuerte en la cultura. A menudo se le acercan fans con tatuajes de Carrie: esa imagen de la reina de la promoción bañada en sangre, con los ojos pesadillescamente abiertos, parece hecha a medida de omóplatos y miembros. Un fan, recuerda Spacek, se le acercó hace poco y se levantó una pernera de su pantalón para revelar el logo de Badlands impreso en la espinilla. Le cuento que un compañero también duerme con un poster original de la película sobre su cama. "¡Oh, mi Dios!", se ríe. "Pero no es algo que me resulte chocante."
Tristemente no estamos en su casa de campo, sino en paneles de Zoom. Relajada, radiante, Spacek está en contacto desde New York para promover la serie Night Sky, una parábola de ciencia ficción que se lanzó en Prime Video. La hechicería tecnológica que la rodea parece estar fuera de lugar: a Spacek es más fácil imaginarla en un verde campo o en una autopista abierta. Su presencia está asociada al rústico corazón de Estados Unidos que el logo de Amazon debajo de ella parece sugerir. Sonríe con toda la cara, de todas formas, cuando le pregunto por su casa de campo, su hogar desde los años ochenta. Tras darse cuenta de que estaba cada vez más enredada en los ritmos de Hollywood -donde cada pequeña pieza de miseria de la vida real se contestaba con la frase "¡Eso sería una gran historia!"-, ella y su marido, el diseñador de producción y director Jack Fisk, dejaron Los Angeles y se fueron al campo.
"Tenemos libélulas y luciérnagas", dice Spacek, con esa voz ronca que parece hecha para contar historias nocturnas. "La naturaleza es mi iglesia, es donde encuentro consuelo." Trabajar para Night Sky en las laderas herbosas de la Illinois rural le recordaron sus primeros años. Ella nació y creció en Quitman, un suburbio de Texas tan pequeño que su nacimiento está listado en su página de Wikipedia como el más notable evento histórico. Era tan amante de contemplar las estrellas como hoy. "Oh, empecé de chiquita", recuerda. "Probablemente todos los niños salen con una manta de noche, a mirar la estrellas, a contemplar el infinito. Sigo sin poder sacar la cabeza de eso". Hace una pausa, perdida en sus recuerdos. "¡Infinito! ¡Infinito! ¡Nunca termina! Quiero decir, probablemente allá arriba haya cosas mucho más extrañas que las que experimentan Franklin e Irene. ¿Podés imaginarlo?"
Franklin e Irene son los héroes de Night Sky. Interpretada por Spacek, Irene es una jubilada desconsolada, confinada a una silla de ruedas tras un accidente. Franklin, encarnado por el maravillosamente taciturno J. K. Simmons (Whiplash, Spider-Man), es su cariñoso esposo, un cascarrabias que la ama. Cada tarde, la pareja se mete en una cámara secreta debajo de su galpón, en el que hay un portal a otro planeta. Se sientan en un deck de observación con un pequeño zumbido, mirando a un desolado paisaje alienígena. ¿Qué hay allí afuera? No lo saben. Pero Irene, específicamente, encuentra consuelo en lo desconocido. De acuerdo a un largo documento enviado por Prime Video, discutir cualquier otra cosa que pase en el show puede constituir un spoiler, con lo que habrá que apenas decir que hay más sobre esa cámara y más sobre la densa mitología extraterrestre de la serie.
Pero lo mejor de Night Sky sucede cuando Spacek y Simmons están sentados en su cocina, reflexionando amablemente sobre la edad y el matrimonio. Es también lo que atrajo a Spacek. "Es el corazón de la historia. Me preocupaba la parte de ciencia ficción porque nunca experimenté algo así antes, pero entonces me di cuenta que Irene es simplemente una persona. No necesitaba experiencia en la ciencia ficción, solo necesitaba ser curiosa."
Cada vez que Spacek elige trabajar en algo, requiere dos cosas: algo con lo que pueda relacionarse fácilmente, pero que también exija cierto esfuerzo. "Necesito que una parte del asunto me asuste un poco". Es en parte la razón por la que siempre ha sido selectiva, con una carrera marcada por recurrentes pausas de la actuación. "Sé que no puedo hacer todo", dice. "Han habido grandes papeles que me han ofrecido, pero no eran cosas sobre las cuales tuviera un entendimiento. Con lo que obviamente no me correspondían."
Los que sí tomó tienen un increíble poder de permanencia. Como la solitaria telekinésica de Carrie, o en la incansable operadora en el drama de la Segunda Guerra Amame hoy, ella es encantadoramente frágil. Pero también tiende a haber un punto algo espeluznante detrás de esos ojos felinos, del azul del océano: la leve desafectación que le brinda a Badlands, o el modo en que estudia a la mucho más gregaria Shelley Duvall en 3 Mujeres, de Robert Altman. Cuando tira un plato al piso en el drama suburbano En el dormitorio, es algo a la vez chocante e inevitable.
Spacek dejó Quitman a los 17 años, seducida por el potencial de New York. Su primo, el fallecido actor Rip Torn, ya se había instalado allí, y la joven Spacek intentó cosas que forjaron elementos de su vida: modeló, hizo audiciones para actuar y pasó tiempo en la Factory de Andy Warhol. Inicialmente había querido ser música, pero más allá de proveer voces para algunos singles de comedia -incluyendo uno que aferadece no haber escrito, sobre estar decepcionada por la tapa de Two Virgins, con John Lennon y Yoko Ono desnudos-, no hizo camino por allí. "Quería hacer música, pero las puertas no se abrieron para mí como sí sucedió con el cine", dice, casi con nostalgia. "La actuación se llevó todo por delante."
Habla de su carrera un poco como si fuera siempre Carrie, más o menos una espectadora, siempre en los márgenes, estudiando las acciones de otros. "Tuve la enorme fortuna de entrar en contacto con personas que eran artistas realmente asombrosos", explica. "Cuando me encontré con Terrence Malick para Badlands, entendí que el cine podía ser una forma de arte. No son solo actores y actrices en pantalla."
Fue trabajando en Badlands que Spacek conoció a Fisk, y después a su mejor amigo, David Lynch. Décadas más tarde, Lynch elegiría a Spacek para una de sus películas menos trastornadas, la road movie de 1999 Una historia sencilla. La elección pareció apropiada: allí interpreta a una mujer de buen corazón que no puede evitar ver al mundo de la forma más pura. Spacek se ve a sí misma de manera muy diferente a Lynch y su esposo. "Ellos viven una vida de arte", dice. "Jack conoció a David en octavo grado, y eran los únicos dos que querían ser artistas. Es de verdad una manera de pensar, y yo ciertamente no soy artista en el sentido que lo son ellos dos."
Es gracioso, de todos modos, que se vea como de algún modo inferior. Ella es una artista también, le digo, y ella agradece con voz queda. Confieso haber pasado algunos días escuchando un album country largamente olvidado que sacó en 1983 -otra cuerda de su arco creativo- llamado Hangin’ Up My Heart. Se siente como una pieza junto al estreno de La hija del minero tres años antes, pero ella nunca parece hablar de eso. ¿Fue una buena experiencia?
"¡Oh, sí!", se enciende, con las manos a los lados de su cara casi en incredulidad. "¡Pude trabajar con gente que idolatraba!". Su voz cae nuevamente a un suspiro. "Rodney Crowell… J. D. Souther… Emmylou Harris… Rosanne Cash. Dios, la lista sigue, y todo por haber interpretado a Loretta Lynn. El sueño de todos mis sueños era hacer música con esas personas mucho mejores que yo. ¡Mucho mejores! Y ellos cantaron en mi disco. Fue la cosa más fabulosa."
Y con eso me doy cuenta de que Spacek ha pasado buena parte de la entrevista hablando de otras personas. Tiene una notable habilidad para desviar de sí toda respuesta. Pero no se siente como una deflección; es más bien un asombro inherente, como si hubiera escuchado un delicioso secreto y quisiera compartirlo. Le pregunto si es naturalmente una persona modesta.
"Debo serlo. Supongo. Es que yo... conozco artistas realmente grandiosos", dice, enfatizando el "realmente" como si estuviera calentando motores. "Y buena parte de mi éxito tiene que ver con haber estado en el lugar adecuado en el momento justo. Me encontré a Terrence Malick, y de ahí fui a... bueno, de algún modo representé a la chica común y corriente de los setenta, y después una cosa llevó a la otra. Hay gente que es mucho más talentosa que yo... tantos grandes artistas allí afuera que no consiguieron abrirse paso."
Vuelve a pensar en David Lynch, y sus años de lucha antes de pegarla. "El era un pintor y un cineasta, y cuando estaba trabajando en su primera película Cabeza borradora podíamos ir a su casa y él había hecho estas esculturas de pilas de mugre, solo con una ramita en ellas. El haría todo por las razones correctas, porque estaba en él y tenía que salir afuera. Dios, terminó teniendo su recompensa. Es un tipo grandioso, gracioso, talentoso, y el mejor amigo de mi esposo. Con lo que estoy espalda contra espalda con él."
Produce curiosidad de dónde viene su bravura, a pesar de su propia tendencia a minimizarse a sí misma. Se puede pensar en la secuencia de apertura de Carrie, en la que el personaje de Spacek está en las duchas del gimnasio de su escuela secundaria y le llega su primer período. Ella no tiene idea de qué le está sucediendo, y grita con horror mientras sus compañeras la acosan y le tiran tampones. "Oh, Dios", dice Spacek, mordiéndose el labio. "Fue aterrador. Soy también muy tímida, e introvertida." No es una buena combinación para alguien que debe interpretar esa escena. No tenía idea de cómo aproximarse a ella. "Fui a buscar a Brian de Palma: 'Hablame de esta escena, ¿cómo es?'. Y el se da vuelta y me dice 'Es un poco como si te llevara por delante un camión Mack'".
La actriz buscó asesoramiento de su esposo, y entonces descubrió que él había sido atropellado una vez por un auto. No un camión Mack, pero serviría. "Con lo que, en esa escena, lo que sucedía en mi mente era Jack caminando al lado de un camino cuando tenía 11 o 12 años. Está nevando, y él está buscando luces de Navidad. Y entonces vio luces de auto. Había un auto acercándose a él por el camino, y lo atropelló. Entonces, cuando Carrie está en la ducha, estoy viendo estas luces de Navidad, y entonces el horror de la sangre..." Spacek se toma las manos, temblorosa e inestable, igual que en la película. "¿No es extraño que algo así funcione?"
Dice que su proceso no ha cambiado mucho a través de los años. No mucho más que la experiencia de vida que acumuló y de la cual puede sacar partido. A pesar de eso, a veces necesita que le recuerden cuánto tiene. Unos años atrás, estaba filmando la serie de Netflix Bloodline y le apuntó a un miembro del equipo que estaba "explorando su sexta década", porque en ese momento estaba en los últimos años de esa década. "Y entonces me dijeron 'Hummmm... señora Spacek, es su séptima década". Ella se avergüenza. "¡Ah, mierda! ¡Entonces ahora estoy en mis setenta y eso significa que estoy explorando mi octava década!". No puede sacárselo de la cabeza. "Es tan extraño y tan maravilloso. Pero nadie sabe nada... simplemente fingís que sabés, supongo".
Y allí va de nuevo, minimizando hasta el fin.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.