El melómano melancólico y sus bolsas
Para el inglés Jonny Trunk –periodista, escritor, DJ y dueño del sello Trunk Records–, hay una reliquia de la cultura musical del siglo XX que no ha sido suficientemente atendida, dado que goza de un status infinitamente inferior al arte de portadas de álbumes y pósters de conciertos: las bolsas de tiendas de discos. “Son artefactos de una época perdida, cuando la economía musical estaba basada en objetos físicos que solo podían comprar personas físicas en puntos de venta físicos. De naturaleza efímera, diseñadas para llevar el álbum de la disquería al hogar, no estaban destinadas a durar”, anota Jon Savage, colega del mentado Trunk, en el prólogo del flamante AZ Record Shop Bags. Tal el nombre del libro donde Jonny reúne 500 imágenes de bolsas de tiendas, de la década de 1940 a 1990, de distintas ciudades de Inglaterra (Londres y Manchester incluidas, sobra aclarar). Innumerables nombres de lugares aquí reunidos seguramente serán muy familiares para melómanos de cierta edad, habitués de espacios underground de prestigio contracultural; y asimismo, de grandes cadenas donde pasaban horas revisando las bateas en pos de dar con alguna ganga o, simplemente, chequer novedades para hacerse del último disco de... “En uno de sus capítulos, el libro presenta algunos artefactos repletos de estrellas: está la bolsa de Squires, la disquería de Ealing donde trabajaba Dusty Springfield; y la de NEMS, de Liverpool, donde los Beatles conocieron por primera vez a Brian Epstein, que tiene una tipografía brillantemente cuadrada que se ve tan bien hoy como siempre”, señala la crítica británica sobre un libro que, además de apreciar una rama más del diseño gráfico vinculado a la música, le ha despertado cierta melancolía. “Armar esta obra ha sido un viaje peculiar”, reconoce Trunk: “Nostálgico, por supuesto, pero también revelador sobre viejos hábitos de compra de tiempos donde era habitual comprar un sencillo cada fin de semana”.
El pájaro canta hasta morir
Si bien desde hace rato existen dispositivos inteligentes que monitorean la calidad del aire que se respira en un hogar, enviando alertas de potenciales problemas a sus usuarios vía celular, ninguno es tan pero tan dramático como el reciente Canairi. Su nombre es pista suficiente sobre el diseño del aparato: luce como un encantador canario amarillo que, cuando los niveles de dióxido de carbono son demasiado elevados, ¿qué hace? Se desmaya. “Abrí la ventana y renová el aire para que el pájaro vuelva a la vida, es así de simple”, explican los nórdicos Andreas Sorensen y Hans Augustenborg, padres de una criatura libre de chicharras, luces parpadeantes, alarmas molestas, rayos dañinos. Ventilar la habitación y hacer que la calidad del aire mejore logra que el pajarito –hecho a base de plástico reciclado– recupere milagrosamente la conciencia; lo cual, en sí mismo, se propone como “una narrativa intuitiva y fácil de interpretar tanto por adultos como por niños”. “El 90 por ciento de nuestra vida la pasamos en espacios interiores. A menudo, la mala calidad del aire aumenta el riesgo de asma, dolor de cabeza, fatiga y trastornos del sueño. Ventilar regularmente mejorará su bienestar, sueño y salud en general. Canairi es un recordatorio amistoso de un clima interior saludable”, reza la descripción de la exitosa iniciativa, rápidamente financiada a través de la plataforma Kickstarter, que planta contundente lema: “No solo las plumas refinadas hacen que un ave sea preciosa”. “Además de hacer un producto funcional, también nos hemos esforzado por crear un aparato hermoso que quieras colgar en tu pared”, se jacta la dupla inventora que, para el diseño, se inspiró en una práctica antaño extendida: cómo, durante décadas, fue tradición en muchas minas subterráneas que los obreros llevaran canarios enjaulados consigo, a modo de sistema de alerta contra gases tóxicos o niveles altos de dióxido y monóxido de carbono. Si el pajarito caía redondo, era momento de que los mineros se tomaran el palo en búsqueda de aire fresco.
Expendedor de anónimos
A más de una persona le habrá pasado encontrarse en la vía pública con la foto carnet de un desconocido y no saber qué diantres hacer con ella: ¿se deja, se toma, se tira? Cada loco con su tema, aunque ninguno tan rematadamente peculiar –por no decir, descabellado– como el de ciertos japoneses. Resulta, como mínimo, raro que haya gente dispuesta a gastar unas monedas por el mero gusto de hacerse de la fotito de un anónimo, aleatoriamente. Y según reporta el medio Nippon, es lo que está pasando en Tokio, metrópolis donde hace furor una inusual máquina expendedora que, a cambio de unos yenes, permite girar la manivela y entrega azarosamente una capsula redonda, cuyo contenido es la imagen de... alguien ¿Quién es ese terrícola? Imposible saberlo; no hay ningún dato, cero información, tan solo el rostro del equis en la mentada foto de identidad, una propuesta singular que está atrayendo como miel a cantidad de curiosos. Consultado por la prensa, dijo un comprador: “Solo pensé que era divertido pegar la imagen de un ojisan, hombre de mediana edad, en la carcasa de mi Smartphone, ¡no importa quién sea!”. Y otro, menos convencido, medio arrepentido: “Me pareció que me podía servir como anécdota, pero realmente no sé qué hacer con la foto ahora. Quizá la tenga en mi escritorio en el trabajo para tener algo de qué charlar con mis colegas”. Vale decir que, detrás del dispensador –que está emplazado en el coqueto barrio de Kagurazaka–, hay un ocurrente empresario llamado Terai Hiroki, que tuvo la idea a raíz de la crisis por Covid-19. Así lo cuenta el varón, que piensa ampliar su negocio con más maquinas expendedoras de esta guisa, en otras regiones: “Debido a la pandemia, todos nos hemos visto obligados a usar mascarillas, por lo que ya no tenemos la oportunidad de ver las caras de las personas. Estas fotos son, de alguna manera, una herramienta precisa para recordar cómo lucían los otros. También sirve para encender la chispa de la curiosidad y empezar a imaginar: ¿de qué trabajará esta mujer u hombre?, ¿cómo será su personalidad?, ¿cuál será su nombre?”.
Mercados hasta en la sopa
En el Parque Geológico Nacional de Shiniuzhai, en la provincia china de Hunan, hay cantidad de actividades turísticas para que la gente que gusta de emociones fuertes la pase de perlas. Puede subirse a uno de los teleféricos más empinados del país, a una de las tirolesas más largas de toda Asia o caminar por el “Puente de los Valientes”, como se conoce al paso de 300 metros de largo hecho de un vidrio sumamente resistente, suspendido a 180 metros de suelo y apoyado sobre dos acantilados. Así las cosas, si el parque devino viral días pasados fue por otra razón: a gran altura, en un costado de una de sus montañas, hay una pequeña tienda que cuelga, dispuesta en tan extremo sitio para proveer de agua o snacks a escaladores y escaladoras. Mientras escalan, por si no quedó suficientemente claro. Este local –apodado como “el más inconveniente del mundo” por razones más que evidentes– ni siquiera genera mucho dinero, “pero los turistas están muy agradecidos por su existencia, por lo que todos sentimos que nuestros trabajos son muy significativos”, manifestó a la prensa china uno de sus laburantes. Temerario, por si quedaba alguna duda, que debe escalar más de 120 metros de altura para empezar la jornada laboral. “Cada nuevo vendedor tiene bastante miedo al principio, pero uno se termina acostumbrando bastante rápido. El único problema es tener que usar el baño. Es agotador tener que bajar y subir para usar el toilette, así que tratamos de no beber demasiada agua”, agregó el intrépido, valiente entrevistado por la cadena China Central Television (CCTV) sobre un oficio ingrato por causas distintas. Finalmente, además del evidente peligro, se suma la soledad del asunto: dado que el espacio es muy reducido, solo puede haber un empleado a la vez en la tiendita para escaladores (que bien podrían esperar hasta estar en tierra para comprarse un refrigerio, sean bebidas o bocadillos, y no encapricharse mientras suben una montaña). Al menos, las vistas de la natura son espectaculares, dando una perspectiva envidiable de los acantilados, cascadas y senderos del parque. Por lo demás, aunque recién ahora se ha popularizado esta tienda, aclaran desde la señal CCTV que abrió hace unos años, en 2018, pero estuvo cerrada largo rato por la pandemia.