Si una lección deja la pandemia de la covid, es la importancia global que tiene la vigilancia epidemiológica. “Estar alertas pero no alarmados” es la tónica que desciende desde la propia Organización Mundial de la Salud, con el objetivo de no llevarse otra sorpresa como lo fue --y lo sigue siendo-- el Sars CoV-2. Con el retorno a la mentada normalidad en buena parte del globo, los Estados reportan el afloramiento de brotes causados por virus respiratorios, cuadros de hepatitis aguda infantil de origen desconocido y la estrella que marca la agenda: la viruela del mono.
Según el sitio Our World in Data, entre casos confirmados y sospechosos, el mundo ya identificó 499 casos de infección por poxvirus, en más de 20 naciones en los que el virus no circula de manera endémica. Su presencia en regiones bien distantes, como Australia, Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, España, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, contribuye a construir una escena poco habitual de viruela símica. Aunque suele generar brotes en países africanos y, puntualmente, en zonas adyacentes a las selvas boscosas, en este 2022 parece quebrarse la regla.
Leda Guzzi, médica infectóloga de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), comenta: “El interés del mundo está puesto en descubrir el potencial epidémico de este virus. Es algo que aún no está esclarecido”. Y luego continúa con una referencia que sirve como bálsamo para difundir calma en un marco de estrés social generalizado: “Hay varios elementos que conducen a pensar que no tendría un potencial pandémico: la transmisión interhumana es menos eficiente y, además, una buena cantidad de la población internacional recibió protección frente a la viruela en el pasado, con lo cual podría tener un grado de inmunidad”.
La situación doméstica
En Argentina, a partir del trabajo calibrado del Instituto Anlis Malbrán, el Ministerio de Salud notificó el segundo caso positivo: un residente en España, que se hallaba de visita en Buenos Aires. Al igual que el primero, el paciente está aislado, con un cuadro sin grandes complicaciones, a pesar del síntoma más destacable: lesiones ulcerosas en diferentes partes del cuerpo. Por estos días, sus contactos estrechos también reciben un seguimiento estricto; que no se esparza se establece como mandato.
Las autoridades locales le bajan el tono de preocupación al asunto. Los ministros de Salud de Buenos Aires y CABA, Nicolás Kreplak y Fernán Quirós, coinciden en “no alertar a la población”, en la medida en que la tasa de transmisión es inferior a 1. Rosamund Lewis, experta en viruela de la ONU, hace lo propio al asumir que “este brote puede contenerse” y que “el riesgo para el público en general parece ser bajo”. Guzzi describe la situación en Argentina: “Por el momento, pese a los casos aislados de gente que provenía desde el exterior, no hay ninguna evidencia de circulación de este virus. El sistema sanitario se halla preparado, la vigilancia se encuentra muy activa y los efectores de salud muy sensibilizados al momento de sospechar la enfermedad, recomendar la prevención y actuar con celeridad”, sostiene.
Origen, síntomas, letalidad y prevención
Aunque aún quedan interrogantes para responder, la ciencia camina sobre algunas certezas. La viruela del mono es una zoonosis viral, provocada por un ortopoxvirus de la familia de la viruela, que fue descubierta a mediados del siglo XX en estos animales, aunque también puede ser hallada en roedores. Recién en los 70 fue reportado el primer caso en humanos, a partir del diagnóstico positivo de una persona de República Democrática del Congo. Desde allí, hubo brotes que lograron ser controlados sin extenderse.
Los síntomas son muy similares a los de la viruela y el período de incubación se prolonga, tradicionalmente, entre 5 y 21 días. A la fiebre, el dolor muscular y de cabeza --que forman parte del elenco estable de síntomas de múltiples enfermedades-- también se deben sumar las erupciones cutáneas, que primero afectan al rostro y luego al resto del cuerpo. Los casos graves se detectan con mayor recurrencia en niños y niñas, aunque en la enorme mayoría de los casos el cuadro evoluciona de manera favorable. La letalidad es muy baja, del orden del 1 por ciento.
Esta enfermedad se contagia, principalmente, de animales a humanos, a partir de la manipulación o la inadecuada cocción de ratas o ardillas que portan el virus. Un aspecto positivo es que, entre humanos, no parece ser altamente contagiosa: requiere del contacto estrecho de fluidos corporales, mucosas y heridas; a partir de gotículas respiratorias (actualmente se estudia si es por aerosoles); o bien, mediante el contacto con la ropa o los utensilios empleados por el paciente. Aunque en un primer momento, desde España, sugirieron que la viruela del mono afectaba especialmente a hombres que tenían sexo con otros hombres, rápidamente dicha asociación fue desestimada. Dos premisas para atender: puede afectar a cualquier grupo social y el estigma se propaga más rápido que cualquier virus.
A diferencia del coronavirus, que es transmitido por las personas con o sin síntomas, en la viruela del mono el contagio se produce de un modo diferente. “La persona comienza a ser infectante desde que inicia la sintomatología. Esto permite que los casos puedan detectarse rápidamente, y en simultáneo habilita un control y un seguimiento de los contactos estrechos mucho más eficaz”, advierte Guzzi. Y completa: “No hay evidencia de que las personas puedan cursar esta enfermedad de forma asintomática y mucho menos de que puedan transmitirla”.
Todo individuo que tenga síntomas compatibles debe actuar de una manera bien conocida: aislarse, implementar medidas de protección (barbijo y distancia social), ventilar los ambientes y, como siempre, contactar al sistema de salud.
Vacunas: la solución a mano
El mundo se acostumbró a un nuevo ritmo de desarrollos científicos-tecnológicos: si previo a la pandemia, los laboratorios diseñaban vacunas en 10, 15 o 20 años, con la covid se modificaron todos los esquemas. En apenas ocho meses, el planeta ya disponía del método de prevención más efectivo para evitar los casos graves ocasionados por el Sars CoV-2.
Para la enfermedad del simio, el mapa de situación tiene varias aristas. Por un lado, la vacuna que se empleó históricamente para la viruela --y dejó de aplicarse a comienzos de los 80-- confiere una protección superior al 80 por ciento para viruela símica. Por otro lado, el laboratorio Moderna anunció el comienzo de ensayos preclínicos para desarrollar una tecnología específica.
Pero la mejor noticia de todas es que ya existe una vacuna que puede servir: denominada Imvamune, fue elaborada por la farmacéutica danesa Bavarian Nordic y aprobada en diversos países. Daniela Hozbor, bioquímica e investigadora del Conicet en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular de La Plata, echa luz al respecto: “La vacuna danesa funciona a virus atenuado, se desarrolló luego de los atentados a las Torres Gemelas en Estados Unidos, previendo la posibilidad de un golpe de bioterrorismo. De hecho, la emplearon en un brote de viruela símica que hubo en EEUU por 2003”. Es de segunda generación e, incluso, demuestra eficacia si es utilizada unos días después de la exposición al virus, en la medida en que reduce la severidad del caso. “Hay otra vacuna, ACAM2000, que también funciona a virus atenuado y fue aprobada por la FDA en 2019”, agrega la experta en vacunas.
Afortunadamente, la solución está a mano, deberán decidir los países qué estrategias emplear a partir del análisis de cada situación en particular.