Cuando el fiscal general Federico Carniel fue a visitar a Felipa Lelecori, una mujer de más de 90 años que casi no ve, a las Tolderías de Charata (Chaco) para que le contara sobre la masacre de Napalpí, ella le tomó la mano y no se la soltó. "Eso me emocionó, porque me habló en su idioma, no me pudo ver, pero pude saber que todo lo que me dijo era verdad, por la manera en que se expresaba", cuenta Carniel en Rosario. El 19 de mayo pasado, la jueza Zunilda Niremperger determinó que la masacre del 19 de julio de 1924 fue un crimen de lesa humanidad cometido en el marco de un genocidio indígena, en un juicio por la verdad. Carniel y su compañero Diego Vigay investigaron durante años aquellos hechos y delinearon la estrategia jurídica para que el Estado deba reconocer su responsabilidad. "Los testigos tenían miedo", relata Carniel sobre los efectos persistentes del terror. "Fijense los efectos que produce, hasta pasados cien años, y eso a mí me dio la pauta de que estaba justificado nuestro trabajo. Es decir, poder lograr que esas personas rompan el miedo, aunque sea en los últimos días de su vida. Para mí el trabajo estaba hecho. Cuando ella sale de la audiencia, nos superagradeció y nos dijo: 'Ahora me doy cuenta de que puedo hablar y que no me va a pasar nada'. Entonces, yo le dije a mi compañero, el trabajo está cumplido, salga lo que salga en la sentencia", contó en diálogo con Rosario/12. La enormidad de lo conseguido, que ha tenido vasta repercusión internacional, es algo que todavía no dimensionan, pero sí saben que sólo pudo hacerse por la experiencia adquirida en la investigación y juicio del genocidio de la última dictadura militar. 

Carniel estuvo el viernes en Rosario para dar una conferencia en la Facultad de Humanidades y Artes, en el marco del ciclo "En torno a comunidades originarias y conflictos". Allí se refirió a "La masacre de Napalpí, una reconstrucción judicial", en una actividad coordinada por Edith Cámpora. 

Antes, contó que los testimonios de Rosa Grilo, testiga de 114 años, y de los descendientes de las víctimas, confluían. "Ellos hablaban del tema del avión, del tema de los caramelos, que pasó un avión tirando caramelos y eso sirvió para aglutinarlos. El tema del ruido del estruendo del pájaro mecánico y del ruido que fue la balacera, de la masacre, nos dieron testimonio del contexto del lugar y la mecánica de los hechos, con lo cual esos testimonios fueron claves para reconstruir los hechos jurídicamente, para decir que no solo nos guiamos por los libros escritos, que si bien son fuentes confiables, pero no deja de ser la visión del autor, sino que tuvimos la visión en primera persona de personas que estuvieron, o si no estuvieron en el lugar, estuvieron en cercanías o mamaron ese proceso de la del relato de sus antepasados. Con lo cual ese testimonio fue fundamental como para dar un vicio de veracidad y de legalidad al proceso", manifestó Carniel. 

--¿Cómo llegan ustedes a la necesidad de hacer este proceso judicial por la masacre de Napalpí?

--Nosotros venimos de una mecánica de juicios por los derechos humanos que por suerte a partir del 2003 en adelante fue una política de estado y eso nos ayudó a tener a conocer todo este tipo de proceso. Sobre todo, el trabajo y la reconstrucción de la memoria, y de la interpretación de la documentación. Eso nos ayudó mucho. El tema salió porque en el Chaco era una herida abierta. Napalpí y Rincón Bombas, si bien éste es de Formosa, son dos masacres, y el Zapallar también, que estaban en el inconsciente colectivo de mucha gente, en muchas personas, en muchos organismos. El que nos ayudó mucho fue Juan Chico (investigador fundamental en la reconstrucción de esta historia, fallecido en 2021), que fue el motor de todo, el que más nos pinchó. Cuando nosotros nos sentamos con Juan y dijimos: tenemos esta idea, él ya venía trabajando con la Fundación Napalpi sobre estos temas y él nos facilitó un montón, porque nos consiguió hablar con los testigos, con los familiares, con los descendientes. Nos fuimos al medio del monte a hablar con ellos, es decir hicimos toda una movida. 

--¿Tienen conciencia de lo que significa esto en términos de antecedente jurídico?

--Recién ahora estamos tomando conciencia del valor, no sólo simbólico, sino de todo el proceso de memoria y verdad que esto tuvo, porque cuando nosotros empezamos en 2014, lo que teníamos era una impresionante cantidad de literatura escrita sobre Napalpí, pero debíamos darle un contenido jurídico, es decir, generar una responsabilidad de aquellos que habían participado. Como no hay imputados, no hay a quien imputarle el hecho, lo que decidimos fue tomar la metodología de los Juicios por la Verdad, que es una manera, digamos de reconstrucción de los hechos, de reconstrucción de todo el material que implica una determinación de responsabilidad  del Estado Nacional en la masacre.

--La sentencia contiene una serie de medidas de reparación...

--Hay dos reclamos. El reclamo civil, que es por resarcimiento económico, por los daños producidos a los descendientes, que eso va por otro carril. Aquí, lo que se pidió fueron medidas que en su mayoría fueron consensuadas con los pueblos originarios. Por ejemplo, el cambio de nombre, en lugar de decir Reducción Napalpí, o colonia aborigen, que tenga ese espacio geográfico que fue cedido por la provincia a las comunidades, que tenga un nombre propio, una identidad propia de ellos. Una de las medidas en las que se hizo mucho foco es la parte educativa, es decir insertar este proceso de juicio en las currículas de las escuelas primarias, secundarias y a nivel terciario, para que se difunda y un poco a través de la tradición oral que se siga manteniendo viva la memoria para saber qué fue lo que pasó y para evitar que vuelva a ocurrir.

El Ejecutivo deberá pedir perdón a las comunidades y, la sede donde estaba la  "reducción Napalpí" se transformará en un museo de la memoria. "Hubo uno de los testigos, Pedro Solar, que donó un fusil que era de su abuelo, que había sido parte de los colonos que participó de la masacre. Era un fusil de la época que decía Ejército Argentino. Lo donó al lugar donde se constituya un museo de la memoria", subraya Carniel. 

La memoria es también reparación. Es que uno de los efectos que tuvo la masacre fue "la interrupción del idioma qom y moqoit". El miedo lo hizo. "Los sobrevivientes no querían que los hijos supieran que ellos estaban hablando de la masacre, entonces obligaban a sus hijos a estudiar español, castellano. Entonces ellos podían hablar de la masacre tranquilamente, para que no se enteren, por temor a que los hijos tengan las mismas represalias que tuvieron sus padres. Hasta esa pérdida cultural del idioma, de hecho muchos de los testigos que fueron a declarar, descendientes, confesaban que no sabían hablar el idioma de su madre, el idioma originario y eso también fue producto de esta masacre horrenda".