La estrecha relación entre el deporte y lo que pasa a su alrededor, dos cuestiones inescindibles, produce sentido en una misma dirección. No hay ajenidad posible porque ni siquiera la niegan los factores de poder. Cuando ocurre algo que sacude a una comunidad, los atletas son permeables al suceso, se pronuncian en las redes sociales, sus voces son escuchadas y llegan a millones de personas. El deporte convive a diario con la política, la economía o las condiciones planetarias que genera una guerra, como sucede hoy entre Rusia y Ucrania. Se sabe cómo afectó a los representantes rusos que fueron sancionados por el Comité Olímpico Internacional y la FIFA. La comunidad deportiva de Estados Unidos también quedó sacudida con el asesinato planificado de niños y niñas de una escuela Primaria en Uvalde, Texas, el martes pasado. Una masacre más cometida en un país donde la cultura bélica -promovida por Hollywood- y el hábito de vender y comprar armas, son productos de exportación. Ese problema que se volvió estructural por la suma del genocidio de sus pueblos originarios, la guerra civil con más muertes en el continente americano que puso fin a la esclavitud y el involucramiento en una serie de conflictos armados por todo el mundo hasta nuestros días.
En Estados Unidos están acostumbrados a hacer la guerra. Adentro y afuera de sus fronteras. Las consecuencias de ese proceso histórico están a la vista. La Segunda enmienda de la constitución le da apenas status legal a un estilo de vida arraigado con fuerza en un sector muy grande de su población. Es muy fácil matar o morir en un colegio, universidad o cualquier evento masivo. Sucede porque antes se puede adquirir una pistola o un fusil de asalto en un supermercado o shopping sin demasiado trámite. EE.UU es la única nación del mundo donde lo que debería ser un santuario educativo puede transformarse en el set de una película de cowboys.
El entrenador de básquetbol de los Golden State Warriors, Steve Kerr, personaje querido y respetado de la NBA, estalló horas más tarde de la tragedia: “¿Cuándo vamos a hacer algo?”, se preguntó. Golpeó tres veces la mesa en que estaba apoyado donde iba a dar una conferencia de prensa sobre el cuarto juego de la final en la Conferencia Oeste con los Mavericks. Pero se retiró sin hablar una sola palabra del partido después de decir conmovido unas palabras contra los senadores de su país y la compra de armas. “No voy a hablar de básquetbol hoy… Ninguna pregunta de básquetbol importa”, empezó.
Uno de los videos de Kerr en la TV de EE.UU tuvo casi 2,5 millones de vistas. Poco, tal vez, para un país con 332 millones de habitantes. En un tramo de su emotiva intervención miró fijo a las cámaras y se dirigió al líder republicano del Senado: “Te pregunto a ti, Mitch McConnell, y a todos ustedes, senadores que rechazan hacer algo sobre la violencia, los tiroteos en escuelas y supermercados. Les pregunto: ¿Van a poner su propio deseo de poder por delante de las vidas de nuestros niños, ancianos y feligreses? Porque eso es lo que parece”.
El entrenador no fue el único en los Warriors que se refirió a la masacre de Texas. El escolta del equipo, Damion Lee, dejó una pintura de época sobre su propio país: “Es más fácil conseguir un arma que la fórmula para bebés”. Los dos pasaron a la final de la NBA después de ganar la serie contra los Mavericks 4 a 1.
Otra voz que se hizo escuchar en el mundo del básquetbol fue la de LeBron James, el jugador de Los Ángeles Lakers que posteó en twitter: “¡Mis pensamientos y oraciones están con las familias de seres queridos perdidos y heridos en la Escuela Primaria Robb en Uvalde, TX! ¡Cuándo es suficiente hombre! ¡Estos son niños y seguimos poniéndolos en peligro en la escuela, donde se supone que es lo más seguro!".
La extenista Martina Navratilova, nueve veces ganadora de Wimbledon en singles, fue una de las más duras: “Nuestro país tiene una enfermedad de violencia terminal… Es tan triste y en su mayor parte se puede prevenir”. “Ahora”, pidió y dejó su propuesta de “¡Registro de todas las malditas armas que hay o que se vaya a prisión!”. El actual capitán de Estados Unidos en la Copa Davis, Mardy Fish, también dejo un concepto sobre la enésima masacre de escolares: “Dejo a mis hijos en la escuela casi a diario. Nunca en mis sueños más locos podría pensar que sería la última vez que los vería. Son nuestros hijos, hombre. ¡Nuestros niños! Me estoy poniendo malo”.
Desde el béisbol opinó Zack Britton, lanzador de los Yankees de Nueva York: “¿Cuándo nos preocuparemos por la protección de nuestros hijos por encima de todo? Los niños no deberían ser asesinados a tiros en la escuela. Es absolutamente inaceptable que esto siga sucediendo. Estos niños representan el futuro de nuestro país, nuestras esperanzas, nuestros sueños”. El mismo club de Britton, que tiene una cuenta en Twitter con 3,6 millones de seguidores, omitió las noticias de béisbol en el último partido para referirse a este mal pandémico que azota al país. “Usaremos nuestros canales para ofrecer hechos sobre el impacto de la violencia de las armas de fuego”, dijeron los Yankees y sus rivales, los Tampa Bay Rays, después de que ganaran los primeros en la Conferencia Este de las Grandes Ligas.
Una de las grandes figuras de la NFL (Fútbol americano), Pat Mahomes, de los Kansas City Chiefs, pidió: “Esto tiene que parar”. Julian Edelman, exjugador de los Patriots, también de la NFL, declaró incrédulo: “Esto no parece Estados Unidos. Nos enfocamos en la felicidad y la prosperidad y esos valores son geniales. Pero nuestra grandeza debe medirse por cómo protegemos a los más vulnerables. No estamos haciendo nuestro trabajo. No tengo la respuesta, no pretendo entender de política, pero esto es inaceptable”.
El excampeón olímpico en las pruebas de 200 y 400 metros, Michael Johnson, eligió buscar esa respuesta entre la gente: “Veintiún familias perdieron a sus hijos inocentes hoy. Este es ahora un día típico en Estados Unidos. Piénsalo. Y no tiene por qué ser así. ¡Piensa por qué es así! Y piensa en lo que puedes hacer al respecto”.
Mientras las voces del deporte se alzaban contra la masacre de Texas y todas las masacres de Estados Unidos, el expresidente Donald Trump asistía el viernes último al foro anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), la organización que cumplió 150 años el 17 de noviembre de 2021, nació como un club de cazadores y es el principal lobista contra el control de armas.
En su discurso les dijo a quienes lo escuchaban: “Ustedes son la espina dorsal de nuestra sociedad”. Una espina clavada en el corazón de un país que se desangra y cuyos beneficiarios del libre albedrío en el mercado de armas, son los ejecutores de asesinatos masivos en escuelas como la de Uvalde.
Desde la época en que varios atletas alzaron su voz contra la Guerra de Vietnam o lo hacen contra el racismo -ese Leviatán que azota a EE.UU desde su fundación como Estado- no se conocía una respuesta y compromiso semejante contra la alienación que siembran los mercaderes de la muerte y sus pistoleros.