El prestigioso tenor argentino Darío Volonté egresó en los '80 de la Escuela de Mecánica de la Armada como suboficial maquinista con el grado de Cabo Segundo. Su primer destino fue la Fragata Libertad, en el sector de calderas y servicios. Y cuando el buque estaba preparado para un viaje anual, estalló la guerra de Malvinas. Volonté tenía por entonces 18 años. Le ordenaron dejar la fragata. Y debió incorporarse inmediatamente al crucero ARA General Belgrano para reforzar la tripulación del buque, que luego atacaron los ingleses. Cuando se produjo el primer impacto que recibió el crucero, Volonté estaba tomando la guardia en la sala de máquinas.
Sin embargo, la tragedia no le impidió reponerse y convertirse, con el paso del tiempo, en uno de los mejores tenores contemporáneos a nivel internacional. Pudo recorrer el mundo con el canto y el mundo lo conoció a él. Una segunda oportunidad de la vida. Este martes cerrará el ciclo Cine y Soberanía. Malvinas. 40 años, 40 películas, que se puede ver en la plataforma Octubre TV, del Grupo Octubre, dirigida por la cineasta Paula de Luque. Y tras la proyección de Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer -anunciada para las 19-, Volonté será el encargado de cerrar el evento en la Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037), con entrada gratuita.
"Como pasa en este tipo de ocasiones, donde está el tema soberanía, Malvinas, unión nacional, independencia, Semana de Mayo, todo eso involucra una doble conmemoración, o triple propósito porque acá se junta lo profesional, lo patriótico, la cuestión de ser veterano de guerra...O sea, un montón de cosas que confluyen y que ayudan también a la interpretación, pero es un laburo con más objetivos y con más punto de unión y de encuentro", le explica Volonté a Página/12. "El hecho de emocionar por la voz y por la música en un contexto de un ciclo de cine que trata toda esta temática, por los 40 años de la batalla de Malvinas, es una situación que me ha tocado muchas veces y que por fortuna me toca realizar. Se juntan muchas emociones. Y con la profesión que uno tiene y la experiencia, trata de canalizarlo para que la gente no solamente se emocione (que sería el trabajo profesional de uno a nivel musical) sino también generar una conciencia propia y generar conciencia en los demás de todo este tema de nuestra querida provincia de Malvinas”, agrega Volonté.
-¿Qué fue lo primero que te vino a la cabeza cuando te convocaron para este evento?
-Al cerrar un ciclo (porque justamente canto después de la película Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer) lo primero que me viene es que nunca canté en el cierre de un festival de cine. Sí canté, por ejemplo, para varios premios oficiales, ya sea de teatro, entrega de premios de los Estrellas de Mar... He estado en muchos eventos, pero no en un evento de cine. Haciendo memoria, nunca estuve en un festival de cine. Cuando me hablaron para proponerme este evento, fue más que nada sorpresa. Era como que me faltaba hacer esto y no era consciente de que me faltaba hacerlo.
-Este año se cumplieron cuatro décadas de la guerra. ¿Recordaste de otra manera?
-Lo vas viviendo a medida que el tiempo pasa. Al principio, miré para adelante, dejé la Marina, me puse a trabajar. Tuve la suerte de dejar la guerra atrás y enfocarme en la vida misma. Eso acentuó también mi búsqueda espiritual. Se fue acentuando con los años. Capaz que a los 15 o 20 años de la guerra lo ves como una segunda oportunidad, un renacimiento, una segunda forma de oportunidad que uno tiene para encarar la existencia. Y me hizo buscar otros caminos a nivel espiritual, más allá del cristianismo, como para tratar de entender y de ir un poco más allá de lo que se habla en la mística del bien y del mal. O sea, tratar de entender mínimamente por qué pasan las cosas, por qué suceden, por qué unos se salvan y otros no. A veces, te decían con buena intención: "Gracias a Dios te salvaste y sobreviviste". Entonces, uno piensa dónde está Dios, qué es Dios, qué es la energía universal de la que salimos y a la que tenemos volver. Eso me hizo enfocar el tema de Malvinas desde otro ángulo. Y hoy en día lo veo como una oportunidad para la sociedad, los 40 años, para repensar la situación en la que estamos a nivel económico, social, político, militar, como Nación. Como se dice, en toda crisis hay una oportunidad para repensarse. Hay una forma de repensarse, pero pienso que la superior de todas es ligándolo con la anterior.
-¿Cómo sería eso?
-Pensar una Argentina hacia adelante que sea próspera, que sea grande, poder empezar a pensarnos unos con otros o pensar al otro como un argentino, como un compañero con el cual podemos contar y no estar con esta sensación de que el que está enfrente, el que esté de costado o el que piensa distinto te puede llegar a joder, o pensar en qué te va a embromar. Y el otro piensa lo mismo, en vez de decir: "Juntémonos para no embromarnos y empecemos a pensar", con todas las diferencias que existen en todas las sociedades, en todo el mundo. Uno, por este laburo, ha tenido la suerte de viajar y seguir viajando por todos lados. Y el mundo está complicado también. Entonces, ahí es tratar de fortalecerse uno y de aprovechar las oportunidades que da cada momento para pensarnos como nación. Si uno se piensa como Nación y se piensa realmente unido con el otro, más allá de las diferencias que haya, poniendo cuatro o cinco objetivos hacia dónde ir, pienso que como país podemos desarrollarnos enormemente.
-Una mirada colectiva...
-Hoy en día lo pienso como más colectivo. Al principio, lo pensaba tal vez más en soledad. A los 20 o 25 años de la guerra, cuando empecé a laburar y hacerme más conocido por este laburo, se me empezaron a acercar veteranos de todos lados y empecé a ver temáticas. Y estar en charlas donde ves las experiencias del que estuvo en el aire en la Fuerza Aérea, el que estuvo en el continente, el que estuvo en el barco (como estuve yo) y en distintos barcos, el que estuvo en rescate, el que estuvo en combate. Cada cual tiene una visión de la guerra, que es completamente individual. Hay una guerra por cada veterano. Vas tomando como una conciencia, donde el honrar la vida y el honrar los porqué de la vida que uno vive, ayuda también a...
-Sanar las heridas...
-Y a tratar de entender por qué lo que pasa con otros. Por suerte, yo pude mirar para adelante y aprovechar ese optimismo que tenemos como argentinos. Hay una frase que decía Jauretche: "Nada grande se puede hacer sin alegría". Por eso te quieren triste: para que no puedas tener objetivos. O sea, si uno empieza a tener una cierta forma de optimismo y dice "No estamos tan mal, vayamos para adelante, hay cosas para levantar", como sociedad nos hemos levantado de mil cosas. Y hemos tenido guerras internas, externas, siempre ha habido un enemigo, que yo pienso que lo tenemos adentro y cuando lo sanemos afuera, nos vamos a estar mirando de otra manera, unos con otros. O sea, empezar a confiar y ver al otro como alguien que nos va ayudar y al que vamos a ayudar, y con el que podemos juntar espalda con espalda y salir para adelante con bendición, que de eso se trata. O sea que Malvinas, en estos cuarenta años ofrece esa oportunidad.
-Te uniste a un coro de Iglesia en los '80. ¿Así empezó todo?
-Sí, empezó en el Coro de la Iglesia Nueva Apostólica, donde empecé a cantar en esos años. Fue mi puntapié inicial y no solamente empezar a cantar y a sentir la conciencia de tener una voz. Empecé a cantar en una congregación, después me invitaron al coro, y después en el coro me invitaron a cantar partes de solista, después canté cánticos completamente solo. Se fueron sumando un montón de cosas, de hechos que fueron marcándome una convicción de que tenía un talento y que podía llegar a usarlo junto con mi búsqueda espiritual. Después, abrevé en otros sentidos y en otras corrientes, y ahora estoy en una etapa donde canto y busco mi camino espiritual y mi momento espiritual día a día de la mejor manera posible... y de la manera completamente vagabunda. O sea, vagabundo en el sentido de tratar de seguir el instinto y seguir al universo y a la energía creadora, en la cual creo, para que me lleve por el camino más correcto, que es el que siento pacíficamente en el corazón. De acuerdo a eso, me voy moviendo. Así que ahí fue donde empezó todo. Estaba en la Marina todavía, ahí conocí la Iglesia, me metí en un coro. Luego conocí a José Crea, que era un pastor de la Iglesia y un barítono que hizo más de 35 años de carrera en el Teatro Colón. Él me enseñó los secretos del canto, la técnica, la práctica, una cosa fue enganchando a la otra. De ahí, me llamaron de Europa. Y empecé a audicionar. Fue todo día por día. Fui logrando objetivos que se iban presentando.
-Y cuando empezaste, ¿cómo te ganabas la vida para poder hacer lo que más te gusta mientras te ibas formando?
-Cuando dejé la Marina no volví a trabajar de maquinista, pero soy oficial maquinista naval. O sea que puedo trabajar en cualquier buque, ya sea de guerra o mercante. Pero nunca trabajé de eso. Después me hice maestro pizzero, fabriqué prepizzas, soy confeccionista de ropa. También vendí alarmas para autos. Antes de cantar, trabajé de fletero, donde hice mudanzas, movimientos de pianos, cajas fuertes... Entre medio de eso, empecé a estudiar y para no depender de una agencia de fletes, tenía los horarios para ir levantando papel cuando los bancos, las compañías de seguros tiraban las resmas de papel, y las iba juntando. Después, tenía ciertos contactos que me guardaban el papel. Yo lo compraba y lo revendía. Y con esas tres o cuatro horas que yo trabajaba a la noche, al otro día iba a vender ese papel. Con eso me ganaba la vida y mientras tanto me estudiaba las óperas.
-¿Y cuándo apareció "la" gran oportunidad?
-Se dio la oportunidad de cantar en el Teatro Avenida, donde me invitaron a cantar la zarzuela “Luisa Fernanda”. Me dieron una gran oportunidad porque yo no tenía currículum ni nada. Y de esa grabación surgió otro contacto, hasta que canté la ópera “Tosca”, de Puccini, en el Festival de Música Clásica de Buenos Aires del '96 . Esa grabación llegó a Europa. Alfredo Estrada me llamó a Milán y me dio una oportunidad para probarme con la ópera “Il Trovatore”, de Verdi. Ahí fui enganchando una cosa con otra. De ahí, salió una audición con el Teatro de Bologna, de Bologna fui a Trieste. Y ahí arrancó todo, porque después empezó el Festival de Baveno, y al año y medio estaba cantando en la Scala de Milán, después en la Ópera de Roma. Fue todo de una manera muy tranquila, pero mirado desde afuera muy vertiginosa también, y siempre teniendo cuidado de no sobrepasarme de laburo, de hacer las cosas con tranquilidad. Esa fue la ventaja de haber empezado a cantar profesionalmente de grande. Yo empecé con 31, 32 años, cuando tenía una vida ya hecha en muchos sentidos. No me olvidaba adónde quería ir, pero tampoco me olvidé nunca de dónde vengo. Entonces, en ese sentido se puede tratar de tener un cierto equilibrio, que es lo que trato de hacer día por día.
-Además de tu actividad lírica, incursionaste en la música popular cantando junto a artistas como Jairo, Lito Vitale, Sandra Mihanovich, Patricia Sosa, Juan Carlos Baglietto e Hilda Lizarazu, entre otros. ¿Cómo observás ese viejo debate o discusión entre música clásica versus música popular? ¿Por qué crees que surgió esa suerte de enfrentamiento?
-Para mí no es que haya un enfrentamiento. Muchas veces se inventa como para generar una polémica, una corriente de pensamiento, de discusión. Pero yo, que he compartido escenario con todos ellos, y que he cantado con ellos, pienso que la música es una sola. Y está bien hecha o no. Sea popular, clásica, semiclásica, todo es música de calidad. Y la ópera también. Lo que pasa es que la ópera, tal vez con los años, como es la música más antigua, una de las más primitivas de las músicas modernas, mueve millones de espectadores en todo el mundo. Pienso que no hay una dicotomía, una discusión. Muchas veces se inventa o se dice, pero simplemente la única diferencia que tiene la ópera es que es una música más antigua, pero que sonaba en esas épocas en las plazas, en las cortes, en las iglesias, sonaba en las calles. Las obras que hacían Beethoven, Mozart, ni hablar los operísticos que vinieron después, todos mostraban su música y eran músicas populares. De hecho, lo que hago yo en el interior cantando no es nuevo, porque Caruso en 1890, 1900, ya cantaba en Plazas de Toros, cuando visitaba México. Y así como él, lo hicieron otros cantantes. Cuando venían los cantantes al Puerto de Buenos Aires, era una multitud, como si llegara una selección de fútbol. Y traían el elenco de La Scala de Milán. O sea, había una forma de movimiento popular. Y no había internet, televisión ni nada. La gente se enteraba porque un inmigrante le decía a otro: "Hoy llega la compañía de La Scala". Y los tipos salían, se ponían la primera ropa que tenían, iban con los pañuelitos a recibir al paisano que venía a cantar ópera al Teatro Colón. Eso tiene una raigambre popular.
-¿Y más cerca en el tiempo?
-Pavarotti empezó con los conciertos multitudinarios en el año '70, '71. Antes de eso, la compañía del Metropolitan Opera de Nueva York, que es uno de los tres teatros más grandes del mundo, hacía temporadas en el Central Park en las vacaciones de verano. Había un programa que se llamaba "Las voces de Firestone", de los que fabricaban neumáticos, en el que estaban todos los primeros cantantes del Metropolitan en el horario del domingo a la tarde; se juntaban los horarios del Este y el Oeste para que la gente pudiera mirarlo, y tenían 40, 50, 70 puntos de rating. Era una cosa de locos. O sea que la música siempre fue popular. Lo que pasa es que después aparecieron otras disciplinas musicales y fueron conviviendo unas con otras. En algunos países, como acá, el Colón tiene fama de ser un teatro caro. Y no, cuando uno ve lo que vale una entrada de un partido (y no hablo de un superclásico), a veces vale diez veces más que una entrada normal, sin necesidad de ir al gallinero, la parte alta del teatro. Puede quedar como una disputa entre la música clásica y la popular. Para mí, la música es una sola: o está bien tocada o no.