Muchas veces los cambios culturales más profundos surgen de la calle, la marginalidad, de la crisis, de gente que no tiene espacio para expresarse.
Siempre me consideré una persona muy diversa en cuanto a gustos musicales. Mi debilidad son los años 50, 60 y 70. Como les pasó a muchxs, mis selecciones fueron variando con el tiempo. El folklore hoy ocupa una gran parte de mis playlists. Pese a mi apertura, por una cuestión generacional, pensaba que nada de lo nuevo que estaba surgiendo, podía llegar a conmoverme o a interesarme.
Trabajando en casa, hace unas semanas escuché a mi hijo cantar una canción que me encantó: era Flexin’, de Lit Killah y Bizarrap. Hasta ese momento, yo no tenía idea de estos chicos ni del fenómeno cultural que representan. Casi de inmediato quise saber más de ellos y su música. Lo primero que me gustó fue enterarme de que Lit nació en González Catán, partido de la Matanza, y que Bizarrap es de Ramos Mejía. No se imaginan la felicidad que me dio que dos pibes de zona oeste hayan alcanzado semejante éxito internacional. Historias como las suyas me dan esperanza: el arte puede venir de cualquier lugar. Los movimientos nuevos no siempre son creados por personas que tuvieron acceso a escuelas y academias prestigiosas, también se gestan en barrios estigmatizados, en los clubes, en los bares, en la calle, en las plazas.
Siento que hace tiempo no estamos en un momento tan bisagra de la música nacional. Un grupo de chicos que desarrollaron una escena musical que nació con El Quinto Escalón de pronto son escuchados masivamente en todo el mundo. Para lxs que no tienen idea como yo, El Quinto Escalón fue una competencia de rap fundada y organizada en el Parque Rivadavia, que era dirigida por el rapero Ysy A. Las batallas de freestyle, que impactaron a niveles insospechados, han sido un mundo absolutamente desconocido para muchxs, incluso para mí.
Todo comenzó como una juntada de plaza en 2012. Al principio eran 10, 20, 30. Otro día fueron 100 y al poco tiempo, 10.000 mil jóvenes. Entonces el Gobierno de la Ciudad intervino y puso un escenario con micrófonos, ya que hasta ese momento se recitaba a capela. El cambio ya se había gestado en esta generación, solo faltaba que decidieran dejar las batallas de freestyle y comenzar a hacer música. Cambiaron la plaza por una casa (conocida como Antezana) y entonces explotó todo: varias de las canciones que produjeron se convierten en éxito rápidamente.
En 2022 se cumplieron ya 10 años del primer evento. Duki, Wos, Kaleb Di Masi, Lit Killah, quienes hace unos años solo eran unos adolescentes que se juntaban en un parque, hoy son estrellas de la música.
Recuerdo bandas como Illya Kuryaki and The Valderramas, que en el momento en que aparecieron, a muchos nos parecían muy novedosos o hasta a veces ajenos, dado que no teníamos tanta familiaridad con el movimiento de rap que se había desarrollado en otros países. En los 90, este dúo fue la puerta de entrada al género para muchos de los adolescentes de aquella generación. Probablemente, los chicos actuales contaran con una gran ventaja: la cantidad de información que les ha llegado por la web y los niveles de difusión y alcance, que son muy distintos ahora a lo que sucedía hace treinta años.
Sea como sea, se trata de un movimiento que explotó como nunca lo había hecho el rap argentino. Hoy El Quinto Escalón está visto por algunxs como lo que fue la disco Cemento y el cambio cultural que logró la música durante esos años. Quizá a muchos, esta movida a nivel artístico no les interese o no les llegue el género, pero yo destaco algo que sí me parece muy meritorio: a diferencia de nuestra generación, en la que los músicos dependían sí o sí de un sello discográfico o un productor que los apoyara, los que tiene la sartén por el mango son ellxs. Las compañías los buscan por la cantidad de seguidores que tienen, las vistas en Youtube, es decir, por lo que ellxs mismxs generaron.
Celebro esta movida cultural que reivindica la independencia y alza la voz en un grito de libertad.