Desde Bogotá
La gran sorpresa de las elecciones de Colombia fue sin dudas el resultado obtenido por Rodolfo Hernández de la Liga de Gobernantes Anticorrupción (27,93%), que hasta semanas antes de la elección -según las encuestas- solo tenía un promedio de intención de voto del 10% y fue en aumento hasta llegar a un empate técnico por el segundo lugar.
La sociedad colombiana irá nuevamente a las urnas el próximo 19 de junio para decidir si Gustavo Petro del Pacto Histórico o Rodolfo Hernández de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, sucederán a Iván Duque.
Con este resultado el candidato de progresismo Gustavo Petro, que ganó la primera vuelta con más del 40,52% de los votos, no tendrá fácil la contienda electoral prevista para junio. La irrupción de Hernández, con el 27,93%, desbancó al candidato del uribismo Federico Gutiérrez, que obtuvo el 23,98% de los votos. La derrota de Gutiérrez representa también el colapso de una estructura de poder aliada al paramilitarismo y el narcotráfico.
El fenómeno que hoy vive Colombia, es el fenómeno del outsider que vive América Latina. Podemos decir que el mensaje claro que dejó el pueblo colombiano en las urnas, es que no quieren que sigan gobernando “los mismos de siempre”. Si bien ha habido casos excepcionales de outsiders que llegaron al poder en ese país, esta frase de moda, refleja el descontento popular con una preferencia del electorado de candidatos por fuera de los partidos políticos tradicionales.
Así como lo hizo esto domingo el pueblo de Colombia y recientemente lo hizo la sociedad de Costa Rica con la llegada de Rodrigo Chaves a la presidencia, la región vive un proceso donde la ciudadanía expresa su descontento en las urnas.
El Ingeniero, como le gusta que lo llamen a Hernández, es un candidato con un discurso demagogo y autoritario. Durante su campaña tuvo conceptos polémicos, incluso planteando que las mujeres no tienen lugar en la política y dejando en evidencia su mirada machista cuando expresó “que la mujer apoye desde la casa”. Si bien se presenta como “el cambio”, es más bien el candidato del establishment más atrasado de Colombia; que dependerá de la estructura política de la derecha si llegase a gobernar.
Otro de los desafíos electorales fue la participación ciudadana. La contienda electoral de ayer, con el 99,94% de las mesas escrutadas contó con la participación del 54,9%, el porcentaje más alto en elecciones presidenciales desde la segunda vuelta de las elecciones en 1998. Recordemos que en esa oportunidad fue del 62,69%. En tanto, en las elecciones anteriores de 2018 la participación fue de aproximadamente el 53% en ambas instancias electorales, únicas en superar el 50% también desde 1998.
Podemos decir que el cambio político-electoral en Colombia viene asomando desde hace cuatro años. Cuando en 2018, Petro obtuvo en el ballotage casi un 42% de los votos, un poco más de 8 millones de votos en alrededor de 20 millones. Este fue un hecho inédito en la historia electoral colombiana, ya que nunca un candidato de la izquierda había obtenido esa cantidad de votos. Con el resultado de este domingo el sujeto político del Pacto Histórico se ha consolidado.
Parecería que el candidato sorpresa tiene un escenario más cómodo para la segunda vuelta. Sin embargo, una unidad discursiva y estratégica de la campaña de Petro puede hacer que aumente sus votos de la mano de posibles aliados como el centro y los verdes. Tal como lo hizo en su visita a Europa, mostrándose con las socialdemocracias que gobiernan. De esta manera puede ampliar su base para la segunda vuelta, en el entendimiento que posiblemente Hernández consolide el apoyo del electorado de “Fico” Gutiérrez.
Más allá de los resultados que se obtengan en el ballottage, luego del 19 de junio Colombia comenzará un cambio de época, el reclamo de las y los jóvenes en las calles que la política no podrá desoír: dejar atrás medio siglo de guerra y construir un país diferente, donde la dignidad se haga costumbre.
Dolores Ganduflo es directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador (USAL) y miembro del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina y de la Red de Politólogas.