Cuando uno recorre los argumentos de la derecha contra el aumento de retenciones se encuentra con un rosario de lamentos sin ningún fundamento sólido. Repiten como una letanía básica: “Hay que bajar las retenciones para producir más”. Situémonos. El debate tiene dos caras: una es la urgencia del hambre, que no espera. Necesitamos el pan en la mesa “ayer; mañana es tarde”. La otra es el aumento de la producción, que está atada, inexorablemente, al ciclo biológico y al espacio físico. Este proceso es de mediano plazo, imposible de soslayar o acelerar por más entusiasmo declamativo que le pongan. Ante el hambre de hoy, no podemos plantear que dentro de 5 ciclos agrícolas los precios van a bajar. La urgencia alimentaria argentina no es por insuficiente volumen de producción, sino fruto de la pésima ecuación precios/alimentos/salarios. En el mundo hay alimentos de sobra para todos/as. Ahora: “¿De qué sirve la carne colgada en el gancho de la carnicería si no tengo plata para comprarla?” se preguntaba el arzobispo Helder Camara.
Hay en Argentina solo 37.434 productores de trigo sobre un total de 47.000.000 de habitantes. Apenas el 10% de los productores concentra el 53% del área sembrada. Ese 10% acapara el 83% más tierra que el decil inferior. El nivel de concentración en el uso y tenencia de la tierra es brutal. Por eso es tan importante segmentar retenciones y no tratar como iguales a los que son estructuralmente distintos.
Pero concentrémonos en los argumentos de la derecha para oponerse al aumento a las retenciones al trigo: “Sin retenciones podríamos producir 30 millones de toneladas de trigo”. El tema es cómo y dónde. Hablan y opinan como si producir más trigo fuera comprar una nueva máquina, o agregar una línea de producción. No es que no sepan de qué se trata, todo lo contrario. Es una estrategia comunicacional para confundir a la opinión pública urbana y sacar rédito político y económico.
El trigo se siembra sobre una plataforma que se llama tierra; tierra hay la que hay, no se puede poner una máquina y fabricar más. La Argentina usa aproximadamente 38.000.000 de hectáreas en sus 5 principales cultivos. De ese número, 6.000.000 (2021/22)corresponden al trigo. El problema que tenemos no es por volumen: es por precio. ¿Podemos producir más trigo? SI. ¿Como? Básicamente de dos maneras: o agrandamos el área de siembra o aumentamos el rendimiento de lo que sembramos. Entonces, ¿dónde sembramos? O el trigo toma superficie de otros cultivos de esas 38.000.000 de hectáreas o hay que agrandar la frontera agropecuaria. Esto último es un eufemismo para encubrir su verdadero nombre: desastre ambiental. Hoy carece total y absolutamente de licencia social para practicarlo. Por eso lo disfrazan, es lo que buscan a partir de decir que con más producción se soluciona el problema alimentario.
Ahora bien, si no podemos sembrar más por la limitante tierra, solo queda sembrar mejor y superar el rinde promedio de 28,200 quintales por hectárea de la última campaña. Pregunto: ¿dónde está esa semilla “bomba” o esa máquina extraordinaria o ese fertilizante mágico que nos va hacer llegar de golpe a los 30 millones de toneladas o duplicar el promedio de rinde nacional? No existe. Es puro cuento. Y el pan lo precisamos ya en la mesa. No dentro de 5 años. Y que haya volumen suficiente para cubrir la demanda interna no significa que esté accesible a las familias. Esto no va a suceder si no se toman medidas de verdad y se garantiza su cumplimiento. Obligando a monopolios exportadores, terratenientes y molinos a cumplir.
El plan ganadero (Gan.Ar) que anunció el Ministerio de Agricultura es una excelente iniciativa para aumentar la producción, pero lleva tiempo y tampoco resuelve la urgencia. Sin embargo, la ganadería tiene sus particularidades. Una es que con la misma tierra y las mismas cabezas, se puede aumentar mucho la producción, ya que hay en el campo capacidad ociosa de vacas madres que no producen. Aca la tan cacareada ineficiencia del Estado no existe, es al revés. Son los privados los que deben velar por la buena preñez de los rodeos. El Estado no tiene vacas, ni es su responsabilidad darles de comer y cuidarlas para que se preñen. Si el plan -que tiene una cifra récord de 100.000 millones de pesos de financiamiento- funciona y los privados cumplen su parte, tiene por objetivo aumentar en 600.000 toneladas la producción de carne en los próximos 5 años.
La carne es un consumo cultural que necesita como mínimo 50 Kg per cápita para quedarse en los bajísimos niveles actuales. El trigo es un consumo social que necesita de 92 kg de sus derivados per cápita/año. Son dos consumos cuyos precios son los más políticos de todos y que ningún gobierno debe desatender si aprecia su estabilidad política.
Debe tomar medidas a fin de garantizar la provisión, poniendo cupos, aumentando retenciones, usando reservas, creando juntas reguladoras por productos, empresas testigos, subsidiando harina, etc.. Puede ser de a una medida, o la combinación de varias, pero en la que tome debe poner toda la fuerza política, a fin de garantizar su cumplimiento. No puede tomar una medida y dejarla al libre albedrío de los poderosos, que son como la parrillada: tienen de todo menos corazón.