Dos amigos de alrededor de 60 años deciden filmar un documental en el pueblo donde transcurrió la infancia de ambos. Llevan todo lo necesario para realizar la filmación y, además, van acompañados de sus respectivas mujeres. Pero no bien llegan, los amigos descubren que del pueblo de sus recuerdos ya no queda nada. “¿Cómo es posible –se pregunta uno de ellos– que un lugar donde ha vivido, trabajado, respirado gente, se transforme en este páramo?” Así comienza Siempre hay que irse alguna vez de alguna parte, obra escrita y dirigida por Gabriela Izcovich que puede verse los sábados a las 22.30 en NoAvestruz (Humboldt 1857), con la actuación de Marcelo Bucossi, Roberto Castro, Mercedes Fraile y la propia directora.
Izcovich –conocida por sus adaptaciones teatrales de Nocturno Hindú, de Antonio Tabucchi; Terapia, de David Lodge, y La venda, de Siri Hustdvedt, entre otras novelas– esta vez escribió una obra que, al ser leída, produce el efecto de estar frente a un guión cinematográfico que exigirá cambios de locación. “Soy bastante cinéfila y me fascina la posibilidad que brinda el cine de poder filmar en el lugar que se necesita”, afirma en la entrevista con PáginaI12, para luego considerar a favor del teatro que “la magia teatral es otra y también única”. Al respecto, cabe señalar que Izcovich se encuentra adaptando al teatro el guión de la película Un fin de semana en París, animada por el propio autor, Hanif Kureishi, de quien ya adaptó su novela Intimidad. “Aún sigo en la adaptación –dice Izcovich–, la continúo lentamente pero sin pausa. Es una experiencia completamente distinta a la de traspasar literatura al teatro”, resume.
Las citas de autores no teatrales suelen aparecer en las obras de Izcovich. En este caso, hay dos textos de T.S. Eliot, uno de los cuales, el que cierra la pieza, traduce los sentimientos de los personajes y de la propia autora: “Me gusta la idea de Eliot de pensar al tiempo como un presente eterno, que el tiempo presente y el tiempo pasado acaso estén presentes en el futuro, y que al futuro tal vez lo contenga el pasado”, afirma la directora, quien anticipa que hacia noviembre dirigirá actores españoles y argentinos en una obra que aún está escribiendo el catalán Josep María Miró, a estrenarse en Barcelona y luego en Madrid.
–¿En qué consiste el proyecto de filmación que moviliza a los personajes hasta el pueblo donde crecieron?
–El proyecto del largometraje es un intento de reencuentro con el pasado. La posibilidad de filmarlo desde el presente permitiría fijar imágenes perdidas y confusas en la memoria. Tal vez se trate también de un deseo de eternizarlas. Podría entonces pensarse como un intento fallido de reconstrucción. ¿Cómo se hace para apresar al pasado? ¿Por qué los recuerdos son como relámpagos que reaparecen sin ser llamados y luego se van? ¿Qué de lo que yo recuerdo fue realmente como lo recuerdo?
–Los personajes no encontraron nada de lo que buscaban. Si la memoria no puede refrendarse en algo que aún sigue en pie, ¿ellos podrían concluir que sus recuerdos podrían ser sólo fantasías?
–Los recuerdos no son fantasías, son recuerdos de algo que sucedió. No son deseos, no son anhelos. Fueron, sucedieron realmente. Lo que creo es que el paso del tiempo a veces los transforma, los debilita o los intensifica. Tal vez algo que ha sido doloroso con el paso del tiempo se pueda evocar con una sonrisa, en fin, pueden inclusive diluirse.
–¿Cuál es el rol de estas mujeres que acompañan a sus maridos?
–Ellas son concretas. Al pan, pan, y al vino, vino. Algo bastante femenino. También pueden resultar por momentos invasivas en su afán de colaboración o de acompañamiento. También algo bastante característico de las mujeres.
–La obra también hace foco sobre las relaciones de pareja. ¿A qué conclusiones llega su personaje respecto del pasado no compartido con su pareja?
–El pasado de uno siempre resultará extraño, ajeno para el otro. Un pasado no compartido deja al otro necesariamente en un margen. Cuando mi personaje dice que el disco rígido no puede incorporar más nada se refiere a la idea de que ingresar en la vida de alguien que tiene mucho pasado es prácticamente imposible: el recorrido que se ha hecho, en generaciones cercanas a los 60 es mucho y es bastante difícil hacer lugar.
–Ya abordó el tema del recuerdo en un espectáculo anterior, Alma teatral...
–Considero a los recuerdos fuentes inagotables para la creación. Y supongo que son el motor de los pasos futuros.
–¿Cómo es actuar y a la vez dirigir?
–Es muy gratificante. Sobre todo cuando se cuenta con buenos actores, como me sucede en este caso. Yo actúo mientras los observo, interrumpo y corregimos. Luego volvemos al ruedo mientras ellos me miran, me sienten y me llevan de la mano.