Desde Bogotá
Bogotá amaneció nublada y fresca luego de una larga noche de resultados, análisis y debates. Las cifras de la primera vuelta de las presidenciales mostraron el mapa electoral de la Colombia actual, sacudida el año pasado por un estallido de tres meses, en el 2021 por el segundo bogotazo, en el 2020 por la llegada de la pandemia y en el 2019 por grandes movilizaciones. Un país al filo, dividido políticamente, movilizado, con una demanda central: el cambio.
Así lo confirmaron las urnas el domingo donde casi el 70% de quienes votaron lo hicieron por un cambio. Por un lado, para Gustavo Petro, quien llegó primero con 40.32% de los votos, con una propuesta de construcción de paz, justicia social, una Colombia “potencia mundial de la vida”. Por el otro, Rodolfo Hernández, segundo con 28.15%, quien enarboló un discurso contra la “politiquería”, la corrupción, “todos esos ladrones que están metidos en el Senado, la Cámara, cargos importantísimos del poder Ejecutivo”, como afirmó en entrevista luego de conocerse los resultados.
El gran derrotado resultó ser el actual gobierno de Iván Duque, es decir el uribismo, su máxima figura, Álvaro Uribe, que pasó de todopoderoso años atrás a un actor que ningún candidato quiere tener cerca públicamente. El candidato de esa fuerza, Federico Gutiérrez, también expresó esa derrota, quedando tercero con 23.91%, apoyado por el oficialismo del Partido Liberal, por el Partido Conservador, Cambio Radical y el Partido de la U, es decir el establecimiento político colombiano, “la casta”.
“¿Quién dijo que perdimos si pasó Rodolfo Hernández?”, dijo el senador uribista José Obdulio Gaviria, primo del otrora poderoso narcotraficante Pablo Escobar, luego de conocerse los resultados. No fue el único referente del uribismo en apoyar rápidamente a Hernández de cara a la segunda vuelta. También lo hicieron las senadoras María Fernanda Cabal y Paloma Valencia. Esta última twitteó: “felicitamos al ingeniero Rodolfo Hernández por su gran votación. Apoyaremos su propósito de combatir la corrupción y derrotar a Petro”.
El exalcalde de Bucaramanga enfrentado a Petro pasó así a ser la nueva apuesta del uribismo para ganarle a Petro. La primera apuesta había sido el candidato del propio partido, Óscar Zuluaga, quien había desistido para darle el apoyo a Gutiérrez, quien, a su vez, le dio su apoyo a Hernández el domingo en la noche. Quedó el plan c, cada vez menos asociado públicamente a Uribe.
“No vamos a hacer alianzas porque yo me inscribí independiente, y no puedo ir e inscribirme, jurarme en la Registraduría, sacar la resolución donde me dicen independiente y luego empezar a hacer alianzas, porque ese no es el compromiso. Vamos a recibir los apoyos, apoyos a la filosofía de gobierno, bienvenidos todos los colombianos que quieran apoyar esa filosofía”, respondió Hernández el domingo en la noche ante la pregunta acerca de las posibles alianzas políticas para la segunda vuelta.
Hernández, a su vez, confirmó sus llamados a Gutiérrez y Sergio Fajardo, cuarto en las elecciones el domingo, para obtener sus respaldos. El exalcalde de Bucaramanga se mueve de manera escurridiza: respaldado por Uribe en el 2015, por gran parte del establecimiento para este ballottage, pero que en 2018 apoyó a Petro contra Duque a quien critica en sus discursos: “mire el desastre de gobierno que hizo y nos dejó, nos dejó deudas hasta la coronilla, un desorden total, los niveles de corrupción más altos de la historia republicana del país”.
Las semanas por venir
El domingo en la noche fue golpeado por un clima de pesimismo en filas del petrismo. El objetivo era lograr una mejor votación y enfrentarse a Gutiérrez, identificable directamente con el uribismo. Petro, al tomar la palabra, enhebró un discurso para transmitir optimismo y convencer sobre la posibilidad alcanzar los votos faltantes y ganarle a quien será apoyado por las maquinarias y clanes políticos. Fajardo decidió dejar en libertad de acción a los integrantes de la Coalición Centro Esperanza.
El exalcalde logró un acierto que encierra potencialmente un límite: centró su discurso en la anti-corrupción, algo que conectó con un gran descontento social, y optó por no ir a los debates presidenciales. Ahora, según su asesor Ángel Beccassino, “en principio” irá a los debates, espacio en los cuales deberá hacer frente a un Petro entrenado, con perfil de político-intelectual. ¿Cómo se desenvolverá Hernández fuera de respuestas donde todos los problemas se resuelven acabando con la corrupción?
Una de las preguntas que se instaló es dónde conseguirá Petro los votos necesarios para alcanzar el 50% necesario. Una de las respuestas puede estar en la población que no acudió a las urnas, en una abstención que fue similar a la del 2018, es decir 45%. ¿Por qué una sociedad tan movilizada en los últimos tres años no participó más en las urnas? Otra posibilidad sería crecer en zonas fuertes, como Bogotá, donde Petro fue alcalde y muchos sectores lo recuerdan de manera positiva.
El resultado del Pacto Histórico fue bueno: consiguió 3.672.699 votos más que la primera vuelta de 2018 y 487.319 más que en la segunda vuelta contra Duque. Los números obtenidos el domingo le habrían dado una victoria en el sistema electoral argentino o boliviano donde más de 40% con 10 puntos de diferencia sobre el segundo asegura la presidencia en primera vuelta. Pero los resultados en el sistema colombiano y en vista del adversario anticipan un ballottage reñido, difícil.
Comienza ahora la campaña de segunda vuelta donde ya no se tratará de un clivaje cambio o continuidad, sino qué tipo de cambio. Los apoyos que reciba Hernández del uribismo pueden ser importantes en cuanto a maquinarias, compras de votos en zonas donde forma parte del paisaje de cada elección, pero pueden a su vez resultar un peso al identificarlo con lo que más de dos tercios del país decidió dejar atrás. Quedan tres semanas para la contienda que definirá si Colombia abrirá una etapa de gobierno progresista o será gobernada por un outsider aliado al uribismo.