Sara Azul Froján tiene prácticamente la misma edad que Let Go, el disco debut de Avril Lavigne, e incluso es menor que una canción que reversiona (All the Small Things, de Blink 182). Pero hacer analogías o intentar describirla según su edad es vago y tampoco le haría justicia. Sí, en cambio, se puede tener cierta perspectiva de status (de posición en la industria) en base a cómo se la ve luego de sus dos presentaciones sold out en Niceto Club de la semana pasada, bajo la piel de Saramalacara.

En marzo de 2021, Dillom fue invitado al ciclo de entrevistas Doble mérito, ese formato que hoy rankea bien alto y como aparente única opción, en la lista de ideas para empezar un canal en YouTube, al menos acá. Cayó acompañado. Los hosts le preguntaron si podían presentarla, y él respondió "Si ella quiere". Ella atinó a ponerse la capucha del hoodie y colocar los dedos en V para una toma. Pero realmente nadie la presentó, nadie dijo su nombre, a nadie se le ocurrió que su presencia era relevante como para mencionarlo. Era simplemente "la persona que estaba con Dillom".

Un año y algo después, y luego de haber sido invitada a un burbujeante programa de DM, Sara es la que tuitea, algo cansada (y con razón), hacia quienes se decepcionan esperando que esté en todas las fechas del Post Mortem tour. "Yo tengo mi propio proyecto en el que trabajo 24 x 7", publicó. Penoso disclaimer: culpables quienes no la toman en serio, que ven en Sara un accesorio, alguien que tiene "un tema con", y no se detienen en ese sinfín de detalles que representan algo más interesante que un simple argumento.

Foto: Cecilia Salas

► Quién carajos es Saramalacara

Sara es una chica de claritos manteca -sí, en 2022- que decidió entrar a la música de manera pública cantando sobre fumar porro mirando Cartoon Network y que es una obsesiva de su trabajo. Es la misma que cae a una entrevista de radio y se pone a armar un cubo rubik, que está aburrida de la música que suena toda igual y por eso investiga en Soundcloud y teje redes por ahí (posiblemente así haya llegado a grabar con el niño prodigio Rojuu en dos oportunidades). USB IDOL, su EP, derrocha dosmilosidad en su sonido, mientras regala imágenes que harían estallar al grupito más cool en el recreo del colegio ("Yo solo quiero ser su waifu/ Suckin' his dick like a Naranjú").

Es la que banca el agite sin metáforas, porque piensa que los recitales están para vivirlos y con intensidad, a contramano de todos aquellos artistas que sobreactúan preocupación al preguntar a su audiencia si están bien, como si la demagogia fuese parte de las condiciones contractuales para formar parte de un festival masivo. En los momentos más álgidos de su presentación, Sara pide que hagan espacio y abran, abran por favor más la ronda de gente para que el impacto se sienta. Es la misma que en el furioso tiempo en que dura un videoclip puede pasar de ser una tomboy de pura cepa a la femme más impecable de todo el condado.

Cute but gothic, con referencias estéticas a Sailor Moon pero un tatuaje de Mataderos gigante en el abdomen. En ese contraste entre lo tierno y el glitcheo del más saturado beat se mueve Sara. Mochila de Rilakkuma y barras sobre mostrar el culo, uñas de gel y una ternura de papel de carta, de esos incunables que venían con perfume y que seguramente Sara no llegó a coleccionar.

Sara es también la parte más sólida de ese trío compuesto por la madonnesca Taichu y las Rainbow Brite vibes de Odd Mami. Nombrarlas juntas puede sonar contradictorio con lo que se plantea, pero al contrario, sin buscar un tono competitivo, es Sara la más firme en su propuesta, la que aún con un horario poco entusiasta, hizo saltar a la marea de un golpeado Lollapalooza.

Empezaron tocando juntas, pero fue Sara la que tuvo la mejor performance en la fecha que hicieron con la RIPGANG a principios de año. Cierto, Taichu ya no es estrictamente parte de la crew, al menos cuando se presentan juntes. Y además es Sara la que está por irse a España a cumplir un sueño: ver en vivo a uno de sus referentes, el sueco Yung Lean. Es grafitera. Y la enumeración podría seguir...

Por otro lado, no es necesario a esta altura describir a la RIPGANG, pero sí notar su nivel de relevancia, que logra que hasta sus personajes adyacentes se vuelvan conocidos: mientras hacían fila para entrar al show de Sara en Niceto, algunos se acercaban al Gringo, músico de la banda de Dillom, para saludarlo y sacarse fotos. Probablemente una virtud de este colectivo interdisciplinario sea que, aún con tantos miembros, logren diferenciarse entre sí con propuestas propias.

► La previa de la misa hyperpopera

Si alguien tenía dudas de la consistencia artística de esta post otaku, en Niceto Club habrá podido barrerlas, entre humo, pogo y hechizos de colores. Es que dicho todo esto algo queda claro: Sara no está al margen de la escena ni es parte de, Sara ES la escena.

Una hora de show y casi el doble de espera puso al público en una manija sabrosa. En la entrada repartían pulseras luminosas, y acto seguido la oferta del merch: varias versiones de remeras oversized, con el nombre de su EP y la tipografía de Las Chicas Superpoderosas, o una blanca donde su cara en plan galáctico parecía Meteoro.

Las joyas de fantasía y sus tonos sirvieron de entretenimiento mientras en el escenario Evar, el productor de Sara, se mandaba con un set brillante y totalmente acorde a la atracción central. Sonaron Grimes, Yung Lean, FKA Twigs, Dinamarca (el DJ y productor sueco que hace reggaeton instrumental). En el balcón del VIP de Niceto, alguien encastró unas pulseras azules con amarillo. Taichu, Dillom, Muerejoven y compañía estaban allí, la gente y el agite bostero hicieron el resto. Bievenides a la misa hyperpopera.

Mayoría de pibas, algunas parejas pero sobre todo mayoría de amigas. O de novias que también son amigas, como tregua de amor. Por momentos la amistad es suficiente como prueba de vida. Dos chicas se sostienen fuerte de las manos enguantadas con medias de red, el calor y la falta de aire amenazan con el clásico desenlace de los shows masivos. Pero no: la presión de su sostén y los vasos con agua del héroe anónimo de la barra del club las mantuvieron lúcidas.

A cada rato se miraban fijo a los ojos para preguntarse si de verdad se sentían bien, interrumpidas por la otra para gritar eufórica el nombre de la canción que continuaba. Las dos tenían a su ídola como fondo de pantalla en sus celulares. Ahora todes van a escuchar tu screensaver.

También había un nene de no más de ocho años con la coronita que su juventud le concede: la única excepción de Prevención para mantenerse sentado sobre la barra. Rey con corona extra: el empleado le trajo coca. La primera gran noche de su vida. Y sabemos: la primera nunca se olvida.

► Espadas, piratas y una reina coronada

Dos alas rojas enormes en el centro del escenario y una espada, a medio camino entre el cetro lunar de Serinity de Sailor Moon y aquella con la que Javiera Mena atraviesa con todo el fulgor del electropop en el tema que lleva el nombre del arma blanca. El micrófono rosa sigue el mismo diseño. Sara aparece de golpe y queda agachada hasta que el beat explota. Su banda complementa la estética colegiala-marinera. En los controles, junto a Evar, está Fran de Nenagenix.

Llegada la mitad del show, vino "el momento interactivo", donde sacó de una bolsa hermética un puñado de pendrives que arrojó al público. Los beneficiarios hablaron en redes luego, heridas de guerra mediante, sobre lo que hay dentro: adelantos de nuevos temas y remix de otros, como el de $$$. Algo que recuerda a la acción que hizo el rapero español Cecilio G hace un par de años, #CeciTuMusicaEsMia, cuando dejó dispositivos perdidos en Barcelona y advirtió que si alguien subía el contenido a internet dejaría de hacer música.

Solo que la campaña de Saramalacara, menos mal, tuvo una resolución más feliz: pocas horas tuvieron que pasar para que en Twitter volaran carpetas compartidas sin restricciones para quien guste del tesoro. Es que, aunque Sara no haya dado instrucciones, el altruismo pirata es una bondad nacional y popular y sobre todo transgeneracional.

Tres cambios de vestuario para esta pequeña a la que le quedan cómodas decisiones que sonarían forzadas en otros artistas, como hacer Stay, el cover de Justin Bieber. En el momento invitados, un equipo de campeones. Arrancó Lara91k, para hacer la balada skater En mi cuarto, y un entusiasmo que Sara no pudo contener ("Es que soy muy fan, la amo mal").

Foto: Cecilia Salas

Sorbos compartidos de Johnnie Walker Black Label y un escenario preparado para el flip flop que venga. Taichu de negro y ese desgano con el que distingue su voz, subida para el hitazo Water. Y hasta hubo lugar para inéditos que no lo son tanto ("Este está leakeadisimo") y estrenos posta, como el que armó con Muerejoven, sacado a primera escucha, con ganas de gastarlo apenas se suba a plataformas.

Caras de asombro ante el arribo de Dillom para Rocketpowers -porque claro, para él la prioridad lógica es su carrera, pero si es Sara TIENE que estar en todos los shows de él-. A Dylan se le notaba en el semblante ese relajo, como siendo consciente de que esta vez la atención no estaba puesta sobre él, y coronó con bailecito a lo Pulp Fiction incluido.

Esquivando los posibles pifies con mucha soltura, como cuando saltó la pista y hubo que volver a empezar y lo resolvió con humor: "Bueno, ahora ya saben qué tema viene". O cuando agradeció por haber agotado las entradas en una hora pero dijo que igual esto le daba vergüenza. Es fácil y no conlleva riesgos decir cosas como "la va a romper", porque Sara ya sentó precedentes, y lo que importa ahora es que está living the moment. Que lo disfrutes, reina.